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Las aplicaciones para celulares y su ingreso al mercado laboral uruguayo, así como la mayor robotización de ciertas tareas, supondrán cambios también para la seguridad social porque se están “destruyendo” empleos. Así lo visualiza el subsecretario de Trabajo y Seguridad Social, Nelson Loustaunau, para quien es necesario pensar “en una revisión del sistema ayer, no hoy”.
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Un régimen previsional como el uruguayo, donde es “importante la contribución” de los trabajadores formales, “se va a ver en un gran aprieto por esta destrucción de puestos. Si todos nos fugamos de la seguridad social, también nos vamos a fugar del pago del resto de los impuestos. ¿Y quién va a contribuir en estos Estados a pagar una renta mínima garantizada? Y no soy de los que están convencidos de que esas rentas sean la solución”, analizó en diálogo con Búsqueda.
En 1996, Uruguay reformó su sistema de seguridad social, que quedó con dos pilares: uno de ahorro individual en manos de las administradoras de ahorro previsional (AFAP) y otro de reparto o solidaridad intergeneracional gerenciado por el Banco de Previsión Social (BPS). El antiguo régimen enfrentaba problemas que pesaban sobre las finanzas públicas.
El sistema previsional creció en los últimos años por el aumento del empleo formal y de los salarios. En agosto pasado, las AFAP contaban con 1,3 millones de afiliados y administraban U$S 12.149 millones. También el BPS duplicó los trabajadores con aportes (de 2005 en 753.886 a 1.469.665 en julio pasado). Por el pilar de reparto se pagaron casi 440.000 jubilaciones y más de 250.000 pensiones; las pasividades por el régimen de AFAP van en aumento, pero son recién unas 33.000.
En el camino ocurrieron varios cambios. En 2008 se aprobó una ley que flexibilizó el acceso a las jubilaciones que bajó a 30 la cantidad de años de servicio exigidos como mínimo, permitió que las mujeres computen un año de trabajo por cada hijo, modificó la causal para jubilación por incapacidad y redujo la edad requerida para la pasividad por edad avanzada. Estudios internos del BPS han destacado el impacto que esta ley tuvo en el incremento de los egresos del organismo de previsión social y estimaron que los gastos subirán a un ritmo anual de 2,7% hasta 2050, en parte a causa de esa norma.
Otra ley que modificó el sistema se centró en el pilar de ahorro individual. En 2014 se permitió la desafiliación de una AFAP para los trabajadores que ingresaron voluntariamente (mayores de 40 años en 1996 o quienes tengan ingresos menores a $ 43.180 en la actualidad) y tuvieran entre 40 y 50 años. Además, creó un segundo fondo en el cual las administradoras pueden invertir los aportes de los mayores de 55 años, centrado en instrumentos con vencimiento a corto plazo. También se modificó el cálculo para las afiliaciones de oficio a una AFAP.
Para el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro, en materia previsional las reformas “deben ser periódicas y es lo que venimos haciendo. En 2009 hicimos una reforma, en 2014 hicimos otra y ahora pensamos hacer otra”, señaló el pasado miércoles 28 la publicación chilena “El mostrador”.
“Somos partidarios de los sistemas solidarios, mixtos y obligatorios”, agregó el jerarca, según recogió la revista “Pulso”, también de Chile, donde Murro participó en un foro sobre experiencias y desafíos para seguridad social en Iberoamérica.
“Fracaso rotundo”.
Se estima que a partir de 2017 el caudal de jubilaciones que pagarán las AFAP se incrementará a medida que lleguen al mínimo de los 60 años de edad los trabajadores que fueron obligados a ingresar al sistema mixto. Un colectivo denominado “cincuentones” (que debieron entrar a una AFAP pese a ya contar con aportes al BPS) reclama cambios en el sistema que, consideran, los perjudicó en el cálculo de su futura jubilación. El gobierno analiza la situación de ese grupo
Loustaunau todavía recuerda una de las primeras propagandas de República AFAP, donde dos jubilados iban a la Luna. “Allá abajo ya conocimos todo”, decían mirando hacia la Tierra y aludiendo a todo lo que sus pasividades les había permitido viajar. “Con lo que a mí me va a pagar el pilar de ahorro individual, con esta reforma seguiré siendo un terrícola romántico y seguiré mirando las noches de Luna llena desde mi casa”, dijo el jerarca.
En esa misma línea, en su intervención en el seminario en Santiago de Chile Murro dijo que el monto promedio de las jubilaciones complementarias comunes —pagadas a los trabajadores que aportaron a una AFAP— están siendo del equivalente a U$S 200.
Loustaunau opina que hubo un “fracaso rotundo” del pilar de ahorro individual en Uruguay.
Pero para él, la discusión en torno a una futura reforma del sistema jubilatorio debería ser más abarcativa que la existencia o no de las AFAP.
“El mercado de empleo va a ser diferente. Quizás pueda haber un reparto asociado con una transferencia del Estado garantizada que a su vez esté atada a sacar impuestos de las aplicaciones, y que aquellos que utilicen la robótica también aporten a la seguridad social porque suprimen puestos de empleo”, reflexionó el jerarca.
Según RBC Global Asset Management, el costo de los robots y la automatización de la producción a escala mundial cayó significativamente, y en ese contexto el número de fábricas robotizadas pasará de 1,2 millones en 2013 a 1,9 millones en 2017, indicó Darrell West, del Centro para la Innovación Tecnológica del Brookings Institute de Estados Unidos, en un análisis publicado en octubre de 2015.
Desde el punto de vista de la seguridad social, una alternativa defendida por algunos economistas citada por West es que las personas reciban una renta básica pagada por los Estados. Frente a la crítica de que eso genera una dependencia, plantea crear un mercado on line a través del cual la gente podría vincularse a actividades comunitarias, como tutorías, cuidado de niños o ancianos, por ejemplo, para así “ganarse” ese ingreso mínimo jubilatorio.
“Tal vez haya que empezar a pensar en la reducción de la jornada laboral para que exista trabajo para todos. El trabajo, que capaz ocupa un 25% de nuestra vida, cumple una función psicológica importante. No tiene que verse como una esclavitud” sino como “fuente de realización y crecimiento personal”, reflexionó Loustaunau.
Por otro lado, consideró que en Uruguay hay que cambiar las tasas de reemplazo actuales (que fijan el cobro de un mínimo de 45% del sueldo activo durante la pasividad), la edad de retiro y pensar en variables que se adecuen al “nuevo perfil demográfico: vivimos más y vamos a requerir cada vez más cuidados”.