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    Jinetes del Apocalipsis

    Sicario, de Denis Villeneuve

    Las fronteras son, por lo general, lugares de tráfico pesado. Van y vienen cosas bajo cuerda, desde sustancias prohibidas y dinero negro hasta cargas humanas que intentan ganarse la vida. Los fugitivos y asesinos añoran llegar al otro lado y evitar el orden legal que los persigue; los indocumentados buscan atenuar sus miserias con nuevas oportunidades. Y los narcos trafican. En consecuencia, las fuerzas de seguridad deben custodiar el límite entre un país y otro con extremo celo, armados hasta los dientes. Las fronteras son feas, sus calles son feas, sus bares son feos. Y entre las fronteras, la que separa a Estados Unidos de México debe ser la más pesada de todas, el borde más filoso y mortal. Sicario se ambienta en esa frontera.

    En la primera secuencia vemos a un grupo especial del FBI acercarse a unas casas enclavadas en el medio del desierto de Arizona. Todo es árido, despojado, levemente infernal. Es un operativo delicado, tremendo, que probablemente desate una gran violencia. Luego de la intervención, la agente Kate Macer (Emily Blunt), ya más tranquila (y el público también), es reclutada para un operativo “especial” que se llevará a cabo en Ciudad Juárez, a orillas del río Bravo. Su nuevo jefe, interpretado por Josh Brolin, es un oscuro e irónico sujeto que masca chicle, acude a reuniones importantes en chancletas, duerme en aviones particulares que consigue con facilidad y parece tomarse las cosas serias en joda. Lo acompaña un individuo taciturno y silencioso, un tal Alejandro (Benicio del Toro), que ya con su mera presencia impone respeto, y más que respeto, miedo. Todos armados hasta los dientes avanzarán en una caravana de vehículos blindados, la punta de lo que podría ser la invasión a un país, hacia Ciudad Juárez. Y habrá un atasco en el peaje. Madre mía. Y es solo el comienzo.

    Este impresionante thriller es violento, descarnado y pesimista. Conviene aclararlo para aquellos que necesitan una tabla de contenidos bien clara. No es habitual que el pesimismo se instale en la agenda de una producción hollywoodense. Pero aquí dirige el canadiense Denis Villeneuve (Quebec, 1967), un cineasta que no está acostumbrado a quedarse quieto ni a ser complaciente, y si tiene que ser maldito en su mensaje, pues será maldito. El hombre no juzga ni tiene respuestas, a los sumo se hace unas cuantas preguntas sobre el modo en que opera el narcotráfico y, sobre todo, el modo en que algunos tienen de combatirlo.

    Villeneuve se destacó con Polytechnique (2009), en la que reconstruía la masacre perpetrada en Montreal en 1989 por un psicópata misógino que ametralló a varias mujeres por el solo hecho de ser estudiantes de Ingeniería, una película que te ponía los pelos de punta. Luego obtuvo un justo reconocimiento mundial con Incendies (2010), un poderoso drama que fue elogiado por la crítica, y más adelante se afianzaría como un gran director de cine con Enemy (2013), sobre novela de Saramago (El hombre duplicado) y con un final tan impactante como desconcertante. También en 2013 dio a conocer Prisioneros, un thriller centrado en la venganza personal de un padre que busca desesperadamente al secuestrador de su hija pequeña. En todos los casos eran historias sólidas, con personajes complejos y un pulso narrativo sin descanso para el espectador. Nada de detenernos con vanos embellecimientos ni con disquisiciones ajenas a la estricta necesidad dramática. Villeneuve va al hueso.

    Está bien: en Sicario tiene el apoyo del fotógrafo Roger Deakins, un capo, habitual colaborador de los hermanos Coen. También saca provecho a un guión duro, sin fisuras, de Taylor Sheridan, y tiene la gran ayuda —esto es clave para los grandes directores— de una impecable banda sonora, misteriosa y envolvente, del islandés Jóhann Jóhannsson (Prisioneros, La teoría del todo, Foxcatcher). Pero todos parecen acordar en que la negrura está sobre la mesa y lo que se tratará será la condición humana en su peor faceta.

    Y ahora vayamos a los actores, esos destacados solistas de las grandes obras. Es increíble cómo el bello rostro de Emily Blunt aquí se desdibuja, con toda premeditación por parte de Villeneuve, en la palidez —cuando no en el horror— de una funcionaria que no entiende qué es lo que sucede a su alrededor ni por qué le ha tocado semejante pesadilla.

    Brolin es una de las bestias negras, el tipo que ejerce la acción pero también el de las miraditas malévolas por el espejo retrovisor.

    Y llegamos a Benicio, el gran Benicio. Hay gente que dice que este actor siempre está en la modalidad Benicio del Toro. Bueno, si vamos al caso, Jack Nicholson siempre hace un poco de Jack Nicholson. Y también Al Pacino hace bastante de Al Pacino. A Del Toro este personaje le viene servido, es cierto, pero el tipo compone uno de los mejores retratos infernales que haya dado el cine en los últimos tiempos. Exhibe varias capas: es distante, es amable, es nauseabundo, es brillante, es terrible, es letal. Te puede dar una mano si tu novio se propasa contigo, pero también te puede arruinar de la peor manera una cena familiar.

    Los dos próximos proyectos de Villeneuve van por el lado de la ciencia ficción, según él, una deuda pendiente. El año que viene estrenará Story of Your Life, basada en un cuento corto del elogiadísimo Ted Chiang, la nueva estrella de la ciencia ficción. Esta es la historia: naves extraterrestres andan en la vuelta, pero los terrícolas no tienen idea del propósito, y para desentrañarlo envían a la experta en lingüística Amy Adams.

    Y por si esto fuera poco, el canadiense se encuentra en la etapa de preproducción de… ¡Blade Runner!

    Sicario (Sicario). EEUU, 2015. Dirección: Denis Villeneuve. Guion: Taylor Sheridan. Con Emily Blunt, Benicio del Toro, Josh Brolin. Duración: 121 minutos.

    Vida Cultural
    2015-09-24T00:00:00