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Aunque los sucesivos reglamentos educativos aprobados desde 1985 buscaron incorporar la educación sexual como un eje transversal, la realidad del sistema muestra que no existe hasta ahora una cultura institucional extendida. Tradicionalmente, su presencia en formato de asignatura o taller ha sido casi anecdótica, dependiendo muchas veces de la voluntad de los docentes. Así, el tema fue visto como una cuenta pendiente en el diseño de la reforma educativa en curso y empiezan a darse algunos pasos.
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El presidente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), dijo a Búsqueda que la educación sexual es una conquista histórica y no puede estar alejada de las aulas. Una buena pedagogía en esa materia, sostuvo, ayuda a frenar prácticas de riesgo, prevenir enfermedades y embarazos no deseados y a evitar situaciones de violencia simbólica y real. Además, favorece que los estudiantes conozcan sus derechos y puedan tomar decisiones en pie de igualdad, “con responsabilidad y respeto a la diversidad”.
El abordaje que la transformación curricular intenta darle a la educación sexual en los distintos subsistemas (Primaria, Secundaria y UTU) es objeto de preocupación por parte de diversos colectivos docentes. La temática volvió a estar en el foco de la discusión incluso antes de que el Codicen diera a conocer el documento preliminar del Plan de Estudios de la Educación Básica Integrada en el marco de la reforma que se instrumentará a partir de marzo.
A fines de diciembre, el Codicen aprobó incorporar un taller obligatorio de educación sexual en la currícula de 7° y 8° de UTU bajo el nombre de Salud y Sexualidad. Ahora el organismo rector de la educación pretende ampliar esa propuesta a toda la enseñanza media para avanzar hacia “un modelo integral que consolide una cultura institucional” en la formación sexual, aseguró Silva.
Para que esta reforma se lleve a cabo, la administración considera “esencial” la instrumentación de esta propuesta en educación sexual de manera articulada entre los distintos subsistemas. En la actualidad, en las escuelas son las propias maestras las que llevan el tema a las aulas, mientras que en los liceos se imparte a través del rol de un referente en la temática con 10 horas semanales por centro educativo.
El área de Derechos Humanos del Codicen trabajó con base en recomendaciones de instituciones internacionales como Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ambas organizaciones sugieren que las iniciativas de educación sexual deben aplicarse desde las administraciones públicas, educativas y sanitarias, de forma coordinada, para trabajar los contenidos curriculares según los distintos niveles, incluyendo la evaluación de la implementación y de los resultados.
Uno de los insumos considerados por el Codicen fue un estudio entregado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, que asesora al organismo. En ese informe la ONU recomendó a la ANEP que la educación sexual sea transversal, que los subsistemas coordinen acciones y que forme parte de la currícula obligatoria. Otro estudio mundial realizado en 2015 por la Unesco en el que se analizan 22 programas de educación sexual concluye que los que abordan las relaciones de género y de poder son hasta cinco veces más eficaces en la disminución de las prácticas de riesgo, de embarazos y enfermedades y de violencia de todo tipo.
Fachada de la ANEP. Foto: Búsqueda
El modelo
Según Laura Bianchi, responsable de la Dirección Técnica de Gestión Académica de la UTU, a cargo de todos los programas de planeamiento educativo, la principal innovación de los cambios incluidos es buscar que los estudiantes tengan en el tema una “trayectoria única y continua”. La nueva propuesta de Educación Básica Integrada (EBI) trabaja la sexualidad desde la perspectiva de las llamadas progresiones, considerando el avance “biopsicosocial” del estudiante.
Parte desde primaria, donde los programas incluyen una dinámica enfocada en la relación con el cuerpo y una mirada más expresiva y artística. Y avanza al siguiente ciclo de liceo o UTU enfocado en la relación con los otros y las habilidades socioemocionales, acorde a la evolución biológica, social y de desarrollo de los estudiantes, indicó Bianchi.
Los talleres obligatorios están dirigidos a los alumnos de 7° y 8°, que antes eran 1° y 2° de ciclo básico. Los contenidos, que variarán dependiendo de los cursos, recogen a sugerencia de los equipos técnicos el tratamiento de temas que los propios estudiantes plantean, como las adicciones y la salud mental, violencias o diversidad de género. Además, se incluyen asuntos como derechos sexuales y reproductivos, adolescencia y búsqueda de la identidad. Ya en 9°, el último tramo, el tema es abordado en Biología con énfasis en ciencias y se trata el sistema reproductivo. “Esto no quiere decir que los temas de violencia de género no estén presentes”, apuntó la especialista.
Bianchi explicó que el taller implica una dinámica “más abierta y horizontal” que una asignatura, con metodologías de trabajo por proyecto y otro tipo de evaluación incluida en la malla curricular. El Reglamento de Evaluación del Estudiante (Rede) aprobado por resolución del Codicen el 21 de diciembre expresa que para valorar los aprendizajes del Taller Salud y Sexualidad el docente considerará el proceso del estudiante “sin consignar calificación numérica”, atendiendo las competencias determinadas en el programa y su rúbrica, su participación y asistencia. A la vez, el alumno registrará los trabajos en un “portafolio de evidencias” o e-portafolio, según los soportes digitales disponibles, donde incluirá “actividades de autoevaluación y sus reflexiones metacognitivas”. A partir de eso, el profesor elaborará una síntesis de lo evaluado y su proceso, lo que servirá de insumo para el fallo final.
La responsable de los programas explicó que se trató de un proceso largo que implicó el diseño técnico de los documentos y la consulta a las Asambleas Técnico Docentes (ATD), además de comisiones programáticas que movilizaron a más de 150 personas. La ATD de Secundaria denunció, en un principio, un “vaciamiento” de los contenidos de educación sexual en los programas.
Otra de las resistencias que la educación sexual ha recibido en estos años tienen que ver con “una prerrogativa de las familias”, que reivindican ser quienes deben llevar a cabo esa actividad, dijo a la diaria Diego Rossi, que integró el equipo de docentes referentes de la ANEP y dirigió el programa de educación sexual hasta 2019. Sostuvo que este enfoque “no está en contra de las familias”, sino que promueve el diálogo y advirtió que muchas veces la familia no es un ámbito seguro y es necesario que haya otros espacios donde los alumnos puedan hablar, expresarse y decir si están pasando por situaciones que violentan sus derechos.
