La actriz y comunicadora Noelia Campo participó del ciclo After Culturales de Búsqueda

escribe Silvana Tanzi 
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Integró una generación en la Universidad Católica de la que salieron varios periodistas y comunicadores que desde hace años trabajan en los medios. Con algunos de ellos compartió, y aún comparte, programas de televisión. Y fue por la televisión que seguramente el público conoció a Noelia Campo, aunque su rostro ya había aparecido en publicidades. Hay quienes la recuerden porque fueron a competir con la escuela a Aventujuegos o por Va por vos, el programa de rock y pop que condujo durante 14 años en Canal 10, donde después tuvo un espacio cultural en Subrayado. En Órbita, Mochileros, Cantando bajitos y Entrada libre fueron otros de los programas que condujo. Después empezó en TV Ciudad y junto con Jorge Temponi llevó adelante Después vemos, y actualmente con Pablo Silva y Lucía Rada, Mirá Montevideo. También con Temponi lanzaron este año Teatro en la ciudad.

Es justamente el teatro su otra profesión y pasión. Su formación fue en la Escuela de Acción Teatral Alambique, dirigida por Mario Aguerre (recientemente fallecido). Cuando egresó, comenzó una carrera sin pausas. Es difícil enumerar las obras en las que actuó porque llegan a 28. Algunas de ellas fueron Groenlandia, Anhelo del corazón, Los padres terribles, Lucrecia o el deseo debajo del mar y Perdidos en Yonkers, de Neil Simon, por la que ganó el premio Florencio a Mejor actriz en 2012 con su interpretación de Bella. El 1º de junio estrena la número 29: Las madres del monstruo, con texto y dirección de Sandra Massera. En este unipersonal, Campo interpretará a Mary Shelley, la autora de la novela Frankenstein, y también a su madre, la filósofa Mary Wollstonecraft, quien tuvo ideas avanzadas sobre la educación de la mujer en el siglo XVIII.

Sobre su carrera en televisión, teatro y también en cine, Campo conversó con Búsqueda en el ciclo After Culturales el martes 7 en Magnolio Sala.

La primera vez que sintió el impacto de una obra de teatro fue con El herrero y la muerte, de Jorge Curi, que durante años se dio en el Teatro Circular. “Fue la primera obra, por lo menos la que recuerdo, que vi cuando era niña, aunque no era obra para niños. Tal vez por eso, y porque en mi casa me prohibían decir malas palabras, me impactó cuando el herrero mandaba a la muerte a ‘la puta madre que la parió’. Creo que ahí empezó mi fascinación por el teatro, por el encuentro en vivo entre el público y los actores”. La figura de Walter Reyno fue entonces la que sintió como una de sus primeras influencias teatrales, pero después vendrían muchas otras, entre las que están las televisivas. “Miraba todas las novelas brasileras”, dice y enumera algunas: Cuerpo a cuerpo, Loco amor, Selva de cemento. “Los brasileros tienen mucha fuerza, mucha verdad, a la vez, mucho histrionismo”.

Su primer comercial fue de curitas Johnson & Johnson en el año 1994 y sin dudas que su rostro y su simpatía fueron un impacto para los publicitarios y también para su entrada a la televisión. “Mi belleza me abrió las puertas”, dice ahora. “Pero podés ser muy linda y no transmitir nada. Y si no comunicás nada, da lo mismo cómo es tu físico”. Con su formación teatral en la escuela de Mario Aguerre ese concepto se profundizó aún más. “Su escuela era de teatro físico y trabajábamos con la figura del bufón, era algo en lo que nos insistía mucho. El bufón es como una especie de monstruo, medio deforme, que puede ser discriminado por su fealdad. Esa formación hace que te saques los prejuicios. A mí me sirvió también para la televisión”.

Ella nunca sintió que la discriminaran por ser mujer, pero insiste en que tuvo mucha suerte en haber trabajado con equipos con los que siempre se sintió cómoda. Tampoco sintió la competencia televisiva. “Nunca hice un programa en horario central y tampoco era algo que a mí me interesara. Por ejemplo, no me interesaría conducir Masterchef o Got Talent. A mí me encantaba hacer Va por vos, ir a conciertos de los músicos, escuchar discos. El programa se acabó porque ya no se sostenía en un mundo con YouTube, era un programa donde la mayor parte del tiempo pasábamos videoclips. Se cayó por su propio peso, con el productor propusimos otras ideas de programa musical, pero no interesó”.

La exposición en la pantalla y en el escenario no le trajo demasiados problemas fuera de esos ámbitos. “Cuando empecé era joven y no me importaba cómo me veían. Ahora cuido más la imagen. Acá en la calle la gente no se mete demasiado”. De todas formas, recuerda una vez que estaba en el Bar Facal y pasó alguien, la quedó mirando y al rato volvió a pasar. “Era cuando hacía Va por vos, el tipo regresó con un cartel que decía ‘No sabés nada de música’ y lo puso en la ventana. Y yo pensé que había regresado para saludarme. Pero era un hater en el Facal”, dice y se ríe.

En cine trabajó menos, pero tuvo su participación en cortos, como Nico & Parker (2000), y en largometrajes, como en Los modernos (2016), donde tuvo un papel protagónico. “Cuando trabajé en cine me encantó, pero me siento un bicho del teatro. Me encanta estar en un camarín. Me encanta cuando salgo por primera vez a hacer una obra, todo lo que te genera”.

Para elegir en qué obras actuar, le importa el libreto, qué le dice y si transmite algo que ella quiere transmitir. Pero también le importan sus compañeros de elenco y quién dirige. “Cuando leí el libreto de Perdidos en Yonkers, me dije ‘gracias, vida, por darme esta oportunidad, no la vayas a cagar, hacé este personaje bien’. Esa obra de Neil Simon es una maravilla literaria y teatral. Pero después, claro, el elenco era increíble: Ana Rosa, Alejandro Martínez, Rafael Beltrán, Fabiana Fabregas, Franco Balestrino, Gabriela Villanueva. Y dirigía Roberto Jones”.

Sobre la importancia de haber ganado el Florencio con esta actuación, Campo dice que sí, que los premios son importantes. “El público te conoce más cuando ganás un premio. Con Perdidos en Yonkers, la gente me empezó a reconocer más como actriz y no solo como la de la tele. Me acuerdo de una vez que salía de la función y me estaba esperando una señora que había quedado muy impactada con la historia, que es realmente conmovedora. La señora me dijo que me iba a tener que dedicar al teatro. Casi le digo que hacía 12 años que me dedicaba a esto. Por eso creo que recién ahí el público se percató de que era actriz”.

Ella piensa que lo políticamente correcto está ganando la batalla en el cine y en el teatro. Y que la radicalización y el énfasis en lo que se puede decir y no, en el humor y en los chistes no es buena. Pero también piensa que el tiempo hace su trabajo. “Cuando la gente se deja de reír en la platea, cuando le empieza a incomodar el chiste, entonces la cosa no funciona. Ahora veo Benny Hill y no puedo creer que me gustara. Pero los cambios se tienen que dar naturalmente, si se imponen, solo generan odio”.

Campo insiste en que tuvo suerte, que desde que empezó a trabajar le fueron apareciendo propuestas interesantes y que le ha tocado trabajar con gente muy capa. ¿Le queda algo por hacer que no haya podido hasta ahora? “Me gustaría escribir una obra de teatro”, dice. Pero no tiene gran apuro porque proyectos no le faltan. Sigue, además, viendo mucho teatro y estudiando para sus obras.

El 1º de junio hay que ir a verla al Teatro Alianza. Ella hará la magia de ser la doble madre del monstruo.

Vida Cultural
2024-05-09T01:39:00