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El libro Luis Almagro no pide perdón sostiene que en la carrera del actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) fueron fundamentales dos personas: el actual canciller uruguayo, Francisco Bustillo, y Gustavo Cinosi, un lobbista argentino conocido en círculos empresariales y diplomáticos por su rol intermediario entre Estados Unidos y el kirchnerismo que gobernó Argentina entre 2003 y 2015.
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Bustillo, que conoció a Cinosi como embajador uruguayo en Buenos Aires (2005-2010), fue quien lo presentó a Almagro. Entre los tres mantuvieron una fluida relación con Almagro ya como canciller del gobierno de José Mujica, lo que generó cortocircuitos en el Ministerio de Relaciones Exteriores. “Yo sentía que desde antes de llegar a Buenos Aires había un triángulo que ya existía y que tenía una hoja de ruta marcada. No tenía ningún interés en participar de eso”, afirma Guillermo Pomi, embajador uruguayo en Argentina durante esa época, quien no tenía trato con su superior Almagro y respondía directamente a Mujica. “Me debía al gobierno y esa agenda no respondía a la nuestra”, asegura Pomi sobre el vínculo Almagro-Bustillo-Cinosi, que según él actuaba de manera “más próxima” a los intereses de Estados Unidos que a los de los gobiernos de la región, incluidos Uruguay y Argentina.
Almagro define a Bustillo en el libro casi como un hermano. “Un amigo tan cercano. Es eso. Una amistad muy fuerte, muy fuerte, muy fuerte”.
El secretario general de la OEA defiende la figura de Cinosi, a quien algunos medios acusan de ser un agente norteamericano. “He visto algunas publicaciones que lo acusan de espía y agente. Él me ha dicho que no lo es y listo. Cuando sale eso, él se calienta mucho. Y le duele mucho. Verdaderamente no me interesa. No me lo he planteado a él en esa lógica”, dice Almagro.