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    La bestia lírica

    Un documental sobre Luciano Pavarotti

    Los minutos iniciales son de lo mejor de la película: una barcaza transporta a Luciano Pavarotti por el río Amazonas. Estamos en 1995 y el tenor acaba de ofrecer un recital en Buenos Aires. Aprovechando su estadía en Sudamérica se lanza a Manaos, en plena selva Amazónica, a conocer el lugar donde se dice que una vez cantó Enrico Caruso. En medio de una plaza está el señorial Teatro Amazonas, construido en 1896, al que ingresa Pavarotti con ropa informal. La sala está vacía, sube al escenario y acompañado por un piano, con las manos en los bolsillos canta un fragmento de A vucchella, de Francesco Paolo Tosti. Es un momento mágico y un avance del carisma del cantante que inundará luego todo el metraje.

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    Pavarotti (EE.UU., 2019) está dirigida por Ron Howard, ganador de dos Oscar en 2001 a Mejor director y Mejor película por Una mente brillante. Su documental muestra una sonrisa similar a la del artista retratado; es un enfoque optimista que recorre los mejores momentos del tenor, donde pululan celebridades, localidades agotadas y excelentes performances. Los momentos complejos como la separación y el divorcio o la pérdida de un hijo recién nacido serán relatados con una sobriedad que parece más inglesa que italiana.

    Hijo de un panadero de Módena, siendo joven cantaba con su padre, también tenor, en el coro de la iglesia. Fue maestro de escuela y no estaba seguro si alguna vez podría dedicarse profesionalmente al canto. Pero desde que debutó en abril de 1961 en el Teatro Romolo Valli de la comuna de Campagnola, en el rol de Rodolfo en La Bohème, hipnotizó al público con el poder celestial de su voz.

    Luciano Pavarotti (1935-2007) se autodefine como un campesino, un hombre común poseedor del don de una voz extraordinaria que se propuso llevar la ópera a la gente. En esa tarea no fue el primero; le había precedido Enrico Caruso (1873-1921), el famosísimo tenor italiano que desparramó el género lírico por toda Europa y Estados Unidos. Y así como el gramófono y la incipiente industria del disco fue un notable instrumento de difusión que Caruso supo explotar, en el caso de Pavarotti fue la televisión el medio en que el tenor se apoyó, al principio como difusor de la ópera clásica pero luego rompiendo las barreras del género y transformándose en una suerte de rockstar del espectáculo y una celebridad para el gran público. En ese itinerario ascendente contó con el management de dos tiburones del negocio del espectáculo: Herbert Breslin fue el primero, que lo llevó a la televisión y lo sacó muchas veces del teatro hacia auditorios más generosos en el aforo. Con el desgaste de la relación entre ellos, en 1990 tomó el timón el empresario Tibor Rudas, que fue el inventor del suceso internacional sin precedentes de Los tres tenores.

    La película muestra que su ascenso no fue meteórico, sino un suave deslizamiento hacia la fama. Quizás la razón fuera que su género no era la música pop o el rock, sino la ópera. En ese paso firme aunque lento resulta bisagra el hecho de que deje de lado el escenario de la ópera y se dedique a recitales donde está solo sobre el proscenio, sin la necesidad de representar un personaje. Él mismo declara que la necesidad del pañuelo responde a que al no tener que actuar no sabía qué hacer con las manos. Pero sin duda es a partir de estos recitales solo frente a su público donde se fragua una conexión indestructible con sus oyentes que, dicho sea de paso, lo escuchan desde todos los rincones del mundo. En los círculos “serios” su figura y su fama son miradas arqueando las cejas con desdén. En algo tienen razón: el hombre hace mejor Nessun dorma que My way; zapatero a tus zapatos.

    Sin duda, en Pavarotti son disfrutables su figura expansiva, su presencia magnética, su porte jovial, su calidez italiana, su interés en contribuir para los niños enfermos y su portentosa voz. La película también muestra que esa imagen de hombre católico y hogareño de la que el cantante se jacta, casado y con tres hijas mujeres, tuvo un romance con Madelyn Renee, una joven soprano que conoció en el Instituto Juilliard, y cuatro años antes de morir, en 2003, se divorció de su única esposa y se casó en segundas nupcias con su asistente Nicoletta Mantovani, 34 años menor que él, con quien tuvo los mellizos Alice y Ricardo, que murió al nacer.

    Es raro que el documental omita un famoso episodio ocurrido en la apertura de la temporada de ópera de 1992, en el Teatro alla Scala de Milán. Transcurría el segundo acto de la ópera Don Carlo, de Giuseppe Verdi, cuando a Pavarotti en un Si agudo se le quebró la voz. Los temidos “loggionistas” milaneses, el público fanático del género que se ubica en el loggione, una zona superior similar al Paraíso en otros teatros, abucheó sin compasión al tenor. Al día siguiente los medios lo entrevistaron y Pavarotti contestó con una gran sonrisa: “Viven (los loggionistas) para ir a la ópera todas las noches y le dan todo su amor a la ópera. Piensan que son el juez supremo de lo que sucederá allí, y creen que tienen derecho a aplaudir o abuchear. Y si quieres saber mi opinión, tienen razón”. La anécdota omitida por el documentalista muestra que el artista no era un superhombre y podía fallar, pero sobre todo exhibe su humildad y calidad humana al tratar con natural humildad el tema con la prensa. No es raro entonces que a su muerte, en setiembre de 2007, el entierro de este hombre en su Módena natal haya congregado una multitud en las calles, como ocurre en las despedidas a los que fueron grandes en lo suyo.

    Para los cinéfilos: el Teatro Amazonas del comienzo fue también la locación donde se filmaron los primeros minutos de Fitzcarraldo (1982), de Werner Herzog, cuando Klaus Kinski y su pareja Claudia Cardinale llegan apurados en una barcaza por el río y entran a la sala repleta donde se representa I Puritani, de Bellini, y ya está cantando Caruso. El documental de Howard no hace mención alguna a la similitud de estas escenas.

    Pavarotti se podrá ver localmente en Monfic 19 el viernes 8 y el sábado 16 a las 19.30, en Montevideo Shopping.