—¿Qué hace cuando lo ponen a trabajar en una máquina que no conoce?
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La existencia de mayor demanda que oferta de mano de obra en el campo es ya un lugar común a nivel internacional. El campesino orgulloso de su vida rural está dejando paso a nuevas generaciones conectadas por la televisión e Internet, que cada vez más quieren las comodidades de la ciudad. Con el desarrollo de la agricultura y el descenso en la tasa de desocupación a nivel general, en Uruguay el problema ha tendido a aumentar.
Para afrontar esta situación, el Estado y los productores tienen al menos tres herramientas: mejorar los salarios para que sean competitivos con los urbanos —donde la vida es más cara y la calidad dudosa—, ofrecer más confort habitacional y capacitar al personal para que el trabajo sea más atractivo y crezca la productividad.
“Nadie se encarga de la capacitación en nuestros países. Es frecuente que un productor realice una gran inversión en tecnología y se la entregue a un empleado para que la maneje, pero que éste no tenga la menor idea de cómo usarla”. Así opina el ingeniero agrónomo argentino Fernando Ravaglio, contratado por Conaprole para capacitar a productores lecheros en relaciones laborales y cómo mejorar la producción. Él contó el diálogo reproducido al comienzo de este artículo.
“Nadie se encarga de capacitar. Es muy frecuente que unos aprendan con otros y a veces se aprende bien y a veces lo que se enseña está mal” dijo Ravaglio a Campo de Búsqueda, consultado en Buenos Aires poco antes de salir para una capacitación en la cual participaron tamberos uruguayos.
Ravaglio cree que el sector lechero es uno de los que aplica “un poco más de capacitación”, con, por ejemplo, cursos para tractoristas. Dice que el que menos realiza inversiones es la ganadería, por ser una actividad aún más extensiva y de menos empleo de tecnología, “salvo en la cría de corral, un poco más sofisticada”.
El especialista en formación llamó la atención acerca de la contradicción entre la compra de tecnología muy sofisticada y la poca inversión en capacitación.
“Es común que los productores aprendan unos de otros. Si tienen suerte y consiguen un buen veterinario y un buen agrónomo, aprenden más; pero como la gente para trabajar es cada vez más difícil de conseguir, muchas veces respecto a la capacitación quedan librados a la buena de Dios. Pero sin capacitación no se va a poder seguir”, afirmó Ravaglio, quien aconsejó a los productores que “se organicen, porque la inversión es mínima: juntarse con otros productores, elegir un lugar y organizar el curso que necesitan”.
“Un problema”
Hay casi 190.000 los trabajadores rurales formales. Los que pasan por cursos de formación son una porción relativamente menor.
“¿La capacitación? Es un problema”, reconoció a Campo de Búsqueda el presidente de la Unión Rural de Flores (URF), Felipe Sanguinetti. Esta cooperativa —que tiene unos 600 socios dedicados a la actividad agrícola y ganadera, cuenta con dos plantas de silos y otra de procesamiento de la Central Lanera del Uruguay— considera que la capacitación es un tema central en su agenda.
La URF presta atención a los cursos de capacitación a nivel gerencial, mandos medios, seguridad laboral y también en lanas, porque a pesar de que ahora es una actividad en baja, “la ovinocultura tiene su lugar”, afirmó Sanguinetti. La cooperativa cuenta con 10 técnicos que se encargan del trabajo de asesoramiento gratuito para los productores que comercializan sus cosechas a través de la empresa y adquieren allí los fertilizantes, explicó el dirigente rural.
Dijo también que junto con la Intendencia de Flores se está trabajando para realizar cursos universitarios en el departamento. Además, como es notorio que falta gente capacitada para manejar máquinas con equipos informáticos, las fábricas están apoyando la realización de cursos de cosechadoras, “mosquitos” para fumigación y sembradoras, ya que el país “está al primer nivel mundial en cuanto a la maquinaria agrícola” que se usa.
El ingeniero agrónomo Rodolfo Favaro está a cargo de los convenios rurales que realiza el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop). Favaro informó a Campo de Búsqueda que a pesar de que la actividad de ese organismo no es muy conocida, mediante acuerdos con diversas entidades —el Instituto Nacional de Colonización, el Instituto Nacional de la Leche, el Secretariado Uruguayo de la Lana, la Intendencia de Canelones, el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias, entre otras— ha organizado cursos de capacitación en los cuales participaron 3.075 personas en el último año.
Dificultades para captar demanda
Favaro precisó que el Inefop buscó la modalidad de realizar la capacitación rural mediante convenios, ante la dificultad de captar demanda.
Además de los acuerdos vigentes, se están negociando otros con el Plan Agropecuario y la Comisión de Desarrollo Apícola del MGAP. Hasta ahora se han organizado 70 cursos de entre 100 y 150 horas con un máximo de 20 participantes. Además de los convenios, Inefop realiza llamados generales a los cuales se han presentado 10 instituciones y empresas que organizan capacitación rural.
Ese instituto se financia con el aporte del Fondo de Reconversión Laboral. Según ese funcionario, el Inefop invierte unos U$S 18 millones anuales en capacitación con buenos resultados, ya que la deserción de los alumnos es de 10%.
El factor humano y la montaña rusa
“No se enseña a trabajar con la gente. Nadie habla de cómo hablar con las personas. Las personas son un factor muy importante dentro de las empresas y todas tienen problemas. Las empresas, cuando crecen, son como las personas; mientras están en la etapa de la adolescencia les crece el cuerpo de golpe, tienen dolores y además se golpean contra los muebles”, dijo el ingeniero agrónomo argentino Fernando Ravaglio durante una charla con tamberos en la que analizó los principales problemas de relacionamiento intrafamiliar y con empleados en los tambos pequeños y medianos.
Utilizando un tono por momentos coloquial, Ravaglio desnudó los principales problemas que se dan en los tambos familiares: “No le puedo gritar a la gente como grito en casa”. El experto concluyó que es evidente que “es más fácil manejar cosas que personas” y que a las empresas “les va mal por las cosas que no sabemos hacer y que son importantes para la empresa”.
Respecto al personal, dijo que “la gente odia estancarse con el paso del tiempo y si la gente no piensa que progresa, larga y se va”. También destacó que es importante capacitarse para “dividir la cancha y no puentearnos”, todo lo cual se logra comenzando por una buena comunicación en reuniones de planificación.
“Comunicarse no es hablar, hablar y hablar; muchas veces es escuchar”, destacó. Ravaglio opinó que las empresas rurales necesitan mejorar su calidad de gestión porque “afuera el clima es impredecible y los precios suben y bajan como en la montaña rusa”.