En Latinoamérica ha crecido el interés por implementar políticas de eficiencia energética por parte de los gobiernos, el de los privados por consumir menos energía y el de las familias que comienzan a comprender la importancia de ahorrar y mantener el mismo nivel de confort. Además, el acuerdo de París de Cambio Climático al que se llegó en diciembre de 2015 en negociaciones de Naciones Unidas —un compromiso mundial y vinculante—, obliga a los países a reducir sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y en esto la eficiencia energética es un aliado. Según la investigación realizada por Búsqueda con el apoyo de Earth Journalism Network (EJN) e Internews, en América Latina existen niveles desiguales de desarrollo de la eficiencia energética (EE), nuevas oportunidades y diversas barreras para su adopción.
El aumento del interés sobre el tema en Latinoamérica va acompañado de una necesidad de “conciencia” al saber ahora que los recursos son limitados, que hay “problemas de medioambiente y cambio climático” y que por eso es necesario cambiar y “optimizarlos”, opinó Ferreira.
La eficiencia energética es “consumir de forma más eficiente, de modo tal que se tenga el mismo nivel de confort pero gastando menos energía”, definió el ingeniero Daniel Gómez, asesor en eficiencia energética y docente de la Universidad ORT Uruguay.
“Ahorrar energía es mucho más económico que producirla”, evaluó Carlos Tanides, coordinador de Ambiente y Energía de la Fundación Vida Silvestre, una organización de World Wildlife Fund (WWF). “El uso racional y eficiente de la energía es como la cenicienta de la sustentabilidad energética. No se habla mucho, sin embargo representa un recurso fantástico”, opinó.
Tímido avance.
Hay impulsos en Latinoamérica. Políticas para incentivar el ingreso de tecnología eficiente, electrodomésticos, iluminación bajo consumo; trabajo desde los gobiernos para llenar vacíos de legislación y la búsqueda de un cambio cultural. Los frentes son diversos.
Hay “barreras” para la adopción de estas tecnologías eficientes, dijo a Búsqueda Roberto Borjabad, oficial de programa de la Unidad de Cambio Climático del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
Las tecnologías eficientes generalmente son las más actuales y tienden a ser más costosas que las no eficientes. Los números inciden. Pese a que la inversión se desquita a los pocos años, pesa más el hoy.
“Estamos convencidos de los beneficios de la EE pero hay una desventaja: el capital inicial es alto” y por eso se crean políticas de apoyo para favorecer la incorporación de productos eficientes al mercado, indicó Borjabad. Los incentivos y subvenciones son necesarias. En Latinoamérica hubo reparto gratuito de lámparas de bajo consumo, pero cuando estas cumplieron su vida útil, las familias las renovaban por las más baratas y menos eficientes.
Hay “dificultades”, sí, pero Latinoamérica “no está tan mal sino simplemente está aprendiendo”, consideró Hernán Carlino, investigador coordinador del Centro de Estudios de Cambio Climático Global de la Fundación Torcuato Di Tella de Argentina, al ser consultado durante el Programa Entrevistas Climáticas, organizado por ConexiónCOP y El Árbol. Hace falta “una política clara y una estructura de incentivos que revele las preferencias a largo plazo” para “mostrarle a la gente” que no se trata de “orientaciones gubernamentales caprichosas”, sino que tienen sentido a largo plazo. “Vamos a un mundo completamente distinto al de hoy”, dijo, con restricciones de carbono y en el que debe primar el desarrollo sostenible.
Cambio climático.
El acuerdo de París planteó limitar el aumento de temperatura global a menos de dos grados y hacer un esfuerzo mayor por no superar los 1,5 grados. Esto implica la necesidad de reducir GEI que contribuyen al cambio climático y favorecen el aumento de la temperatura. Para lograrlo requiere cambios en la forma de producir con energías más limpias, menos consumo y también un desarrollo sustentable a largo plazo. La eficiencia energética es parte del combo.
Por ejemplo, si Uruguay adoptara iluminación eficiente en todo el país, con aires acondicionados, refrigeradores, transformadores eléctricos, motores y distribuidores también eficientes podría alcanzar una reducción de 950 kilovatios hora anuales. Esto podría suponer el 6% del uso de la energía eléctrica del país, un ahorro de unos U$S 60 millones en la factura o una reducción de 180.000 toneladas de GEI, según información de Pnuma. Entre los países los componentes varían; en el Caribe, por ejemplo, el gran peso lo tienen los aires acondicionados.
“Al planeta no le importa si un equipo es clase A, clase B o A++ (siglas que marcan niveles de eficiencia en lámparas, electrodomésticos o motores en general). Le importa en términos absolutos cuánto dióxido de carbono estamos emitiendo”, señaló Tanides.
Desde Pnuma “nosotros trabajamos desde un punto de vista climático, de reducción de GEI”, pero también existe “el cobeneficio de reducción de consumo energético”, explicó Borjabad.
“Trabajar sobre tarifas de los energéticos es una de las mejores políticas públicas para promover la eficiencia energética y es un tema de gran preocupación en este momento”, dijo Ramón Méndez, director saliente de la Unidad de Cambio Climático de Uruguay.
Compromisos en papel.
Los países presentaron, previo al acuerdo de París, sus compromisos de reducción de emisiones GEI, a lo que cada uno está dispuesto a llegar. Estos documentos conocidos como Contribuciones Nacionales Intencionalmente Determinadas (INDC, por su sigla en inglés) incluyen una lista con metas por país que ahora deberán llenar de acciones.
En los INDC los países latinoamericanos se plantearon metas a las que pretenden llegar con fondos propios, pero dejaron supeditados a fondos internacionales medidas ambiciosas de eficiencia energética. Los países incluyeron en todos los casos compromisos en el área de la energía, algunos más específicos que otros. Los países de la región ven luego del acuerdo de París una mayor oportunidad para conseguir fondos para eficiencia energética (EE). Costa Rica, por ejemplo, apunta a recursos del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por su sigla en inglés) y de Pnuma para crear un fondo de eficiencia energética en su país. El Salvador ya recibe cooperación internacional clave para implementar la EE.
“Hay mucho dinero y seguramente cuando el Fondo Verde para el Clima (FVC) se ponga a funcionar más adecuadamente, habrá más todavía”, dijo Méndez. El desafío es que “lleguen en forma a los destinatarios, que se generen condiciones y marcos regulatorios”, esto es lo que “hay que seguir mejorando en la región”, resumió.
“Hay fondos en el mundo para esto; antes no había pero ahora hay” y es por eso que es imperioso coordinar incluso entre las organizaciones cuáles son las prioridades “que claramente no son ilimitadas, dijo Ferreira.
Olade tiene un Fondo Regional de Eficiencia Energética de incentivo a la eficiencia. Trabaja con instituciones de Centroamérica como el Sistema de Integración Centroamericana (Sica) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para desarrollar proyectos eficientes. Los ministros de Centroamérica se reunieron y le pidieron a Olade recursos financieros. “Es nuevo, es la primera vez que se hace un fondo específico para eficiencia energética”, destacó Ferreira. Ahora en Latinoamérica hay más conciencia sobre la necesidad de ser eficientes en el uso de energías y comienzan a surgir iniciativas, como en México el Fideicomiso para el Ahorro de energía Eléctrica. “Pero no hay una coordinación en el tema”, agregó.
Hito y cambio.
Hay países como México o Uruguay que hace ya más de una década vienen transitando este camino de incentivos para promover la eficiencia energética con “señales” para el consumidor final.
En Uruguay el Plan Nacional de Eficiencia Energética es de 2015 y tiene en sus espaldas más de una década de trabajo en el tema con un paquete de instrumentos e incentivos, la creación de un fideicomiso y líneas de asistencia con fondos no reembolsables para el sector residencial, otros para el industrial y campañas educativas. Tiene metas que hoy son “conservadoras” y evalúan “ir a más”, dijo Olga Otegui, directora nacional de Energía, durante el VII Seminario Latinoamericano y del Caribe de Eficiencia Energética, organizado en abril por Olade en Montevideo.
El Plan Solar de Uruguay para motivar la incorporación de paneles solares térmicos no tuvo el éxito esperado por las autoridades y preparan cambios. El resultado de análisis de focus group en 2014 mostró que los usuarios estaban conformes, pero que los no usuarios “lo veían demasiado bueno”, “desconfiaban” y por eso no se adherían, contó Méndez, que en ese momento estaba a cargo de la Dirección Nacional de Energía.
México también enfrenta dificultades vinculadas a la necesidad de informar y concientizar a todo nivel a la sociedad. Su trabajo en eficiencia energética se remonta a décadas atrás, con antecedentes en 1980 y 1990. La Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (Conuee) de México, al igual que Uruguay, cuenta con una serie de instrumentos variados y programas para fomentar la eficiencia energética.
Uno de los mayores desafíos de México hoy es lograr que la industria esté concientizada con la necesidad de llevar adelante programas de eficiencia energética, ya que a nivel residencial “se ha avanzado”, dijo a Búsqueda el director de planeación de Conuee, Pedro Hernández. También es “complicado” con 32 entidades y una directriz federal lograr “bajar a leyes estatales los planes” y “aplicarlo en los municipios, mucho más”. Para que se logre requiere un “cambio cultural” y “difusión de los cambios de hábito y patrones de consumo”, dijo. Y añadió: “La institucionalización de la eficiencia energética en México ha sido fundamental”, de todos modos, la forma de administración federal “es uno de los problemas importantes”.
Las acciones de eficiencia energética se reflejan en un menor ritmo del crecimiento del consumo de energía respecto al PBI en México.
Desacoplar.
Chile aspira a conseguir lo que México ha logrado, desacoplar la curva de producción respecto al consumo de energía. Pero cada país tiene sus particularidades. Chile trabaja para “desarrollar el mercado” de la eficiencia energética. En 2008 comenzó la tarea, en 2010 se creó el Ministerio de Energía y la Achee (Agencia Chilena de Eficiencia Energética) en 2011. Actualmente se encuentra en discusión el proyecto de Ley de Eficiencia Energética sobre la que discrepan el sector privado y el gobierno a la interna.
Unas 300 empresas representan un tercio del consumo energético de Chile y la mayoría son mineras, informó Álvaro Soto, de la Achee. Según el último Balance de Energía de ese país, el sector minero representó el 15,8% del consumo total. La mitad se explica por consumo de electricidad y la otra por el de combustibles. “Por ello, el sector minero tiene el potencial de incorporar permanentemente nuevas y mejores prácticas que redunden en optimizar sus consumos energéticos”, dijo a Búsqueda Felipe Celedón Mardones, gerente general de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami).
“El gran potencial de EE está en el sector minero”, pero hay “barreras en la implementación” en un sector reticente a compartir datos, indicó Soto a Búsqueda. Además, los precios internacionales de los metales como el cobre están en una baja y esto perjudica inversiones como las que necesitan proyectos de EE.
“Si bien las condiciones actuales del sector, con menores ingresos producto del ciclo de precios bajos de los commodities, dificultan disponer de fondos para nuevas inversiones, los proyectos rentables orientados a mejorar la eficiencia tendrán siempre espacio para ser realizados”, aseguró Celedón. De hecho, hay “muchas iniciativas adoptadas por empresas” para impulsar el recambio de motores o correas transportadoras más eficientes, mejoras en las operaciones y uso de molinos eólicos.
Uno de los principales problemas de El Salvador ha sido también la resistencia del sector privado por una “falta de conciencia” y “desconocimiento de los beneficios económicos” de la EE, comentó a Búsqueda Luis Roberto Reyes, secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Energía de El Salvador. Además, muchos empresarios evalúan únicamente la inversión de los proyectos “considerándolos en costos” y el análisis del ahorro a veces no es profundo. La obligatoriedad de cumplir con metas planteadas por el gobierno es asumida por el sector público, pero no es aceptada por la mayoría de los empresarios y hay resistencia a la legislación. A pesar de esto, y en diálogo con el sector privado, se creó el programa El Salvador Ahorra Energía, un trabajo conjunto con el gobierno para promover la EE en diferentes ámbitos. Además, tras instaurar el Premio Nacional de Eficiencia Energética creció el interés del sector privado por los proyectos de esa área. El impulso del sector público ha sido clave en El Salvador. Además, el país necesita una ley que está en etapa de elaboración y “bastante retrasada” por resistencias del sector privado.
Colombia también enfrenta dificultades con el sector privado. El de la eficiencia energética es aún un mercado “muy incipiente” tras cinco años de aplicación del Programa Racional de Energía. “Aunque en los últimos años la eficiencia energética ha tomado relevancia en la agenda de gobierno” con desarrollo de normativa, diseño y ejecución de programas de cooperación internacional y aplicación de incentivos tributarios, “no ha alcanzado las metas indicativas propuestas”, dijo a Búsqueda Jorge Alberto Valencia, director general de la Unidad de Planificación Minero Energética de Colombia. Aludió a problemas en el vínculo institucional entre sector público y privado, con la falta de información previa para determinar los potenciales y las medidas costo efectivas, entre otros motivos. Pese a que el sector industrial “tiene alta resistencia para tomar decisiones de inversiones significativas que optimicen la relación consumo energético versus productos y servicios ofrecidos, cuenta con un gremio representativo (Asociación de Industriales de Colombia) que viene apostándole al desarrollo de proyectos demostrativos”, indicó Valencia. Asimismo, destacó como “necesario el diseño y aplicación de incentivos económicos”, porque no todas las medidas resultan a primera vista atractivas para el sector privado.
Los chicos.
Los pequeños países e islas del Caribe comparten similitudes. Para Trinidad y Tobago aplicar medidas de EE es un “fenómeno nuevo” y las que se están llevando a cabo están “en un estado prematuro” como para evaluar su impacto, comentó Anita Hankey durante el seminario de Olade. “La política nacional de energía ha estado en formato de borrador por demasiado tiempo”, opinó, y reclamó apoyo de fondos internacionales para una “tarea dura”.
A Belice, ubicado entre México y Guatemala, le falta legislación y busca aliados en la región. También carece de financiamiento estable que le permita planificación a largo plazo e implementar medidas, dijo a Búsqueda Ryan Cobb, oficial de energía del Ministerio de Servicios Públicos de Energía de Belice. Para este país los fondos internacionales son “esenciales”.