Adrián Silva, de 35 años, es el único maestro y también director de la escuela Nº 80, ubicada en el kilómetro 75 y medio de la Ruta 8, a la que se accede tras recorrer una legua de un camino vecinal interior empedrado y encharcado de pozos, rodeado de pradera —verde rabioso, tras las últimas lluvias—, en la localidad de Sauce de Solís, departamento de Canelones, próxima a Lavalleja. A esa casi centenaria escuela típica rural asisten cinco alumnos —tres de ellos hermanos, una niña—, de tercero a sexto grado. Este martes faltaron dos a clase. Uno porque una cerda atacó a su hermano en una pierna cuando éste pasaba cerca de las crías. “Le salvaron la vida unos perros cuando la chancha ya lo mordía en el piso”, contó el docente, quien trabaja allí desde hace cuatro años y se traslada en ómnibus y moto a diario desde Minas. La otra ausencia se debió a la crecida de una cañada.
En el medio rural las dificultades son distintas a las de las escuelas urbanas. “La baja continua de la matrícula y el cierre de los locales por el despoblamiento de la zona rural —entre la migración del campo a las ciudades y el descenso de la natalidad—, son problemas que sufren las escuelas rurales desde hace décadas. Otro fenómeno es el de la zafralidad laboral, que motiva migraciones internas de las familias con sus hijos”, dijo a Búsqueda Limber Santos, director nacional del Departamento de Educación para el Medio Rural del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP).
Uruguay tiene unas 1.100 escuelas rurales, casi la mitad de las que hay en todo el país. Pero a ellas solo asisten unos 18.500 niños, menos del 18% del total de la matrícula de alumnos de Primaria. De esas 1.100 escuelas, unas 800 tienen un solo maestro, y a su vez unas 600 tienen 10 alumnos o menos. A unas 250 escuelas apenas acuden cinco niños o menos. Una veintena de escuelas rurales terminaron 2016 con un solo alumno.
Socialización.
Por año cierran de cuatro a seis escuelas rurales ante la falta de alumnos. “La escuela no se cierra si va un solo niño”, afirmó Santos. Si sucede, los maestros son reasignados a centros educativos cercanos. Algunas, las menos, reabren a los pocos años de su cierre.
“Un problema central es la socialización en el campo, porque a veces el único grupo de clase es de hermanos y entonces no se diferencia la vida en la escuela de la familiar”, indicó el funcionario experto en educación rural. Es el caso de Adriana, Sergio y Marcelo, los tres hermanos de la escuela Nº 80 de Canelones, donde trabaja el maestro Silva junto a Luz Guillén, auxiliar docente presupuestada por el CEIP.
Guillén, de 50 años y exalumna de la escuela, trabaja allí desde hace 21 años y cuenta que la zona ganadera se despobló tras el cierre de Rausa, en 1988. La fábrica producía azúcar a partir de la remolacha. Décadas atrás, la escuela llegó a tener un centenar de alumnos.
Para Santos, una solución al vaciamiento rural pasa por concentrar a los alumnos en escuelas más grandes o bajo la forma de “agrupamiento”. Pero eso tampoco resulta fácil, por razones de distancia geográfica e idiosincráticas. “No es fácil convencer a los padres para trasladar a su hijo a otra escuela”, aseguró.
Hay niños que se quedan a dormir en las escuelas y regresan a sus casas los fines de semana. Aunque la mayoría de los alumnos, igual que sus maestros, viajan todos los días decenas de kilómetros, algunos a caballo.
Otro inconveniente en el medio rural es la conexión para implementar el Plan Ceibal. Es “despareja”, según la zona, informó Santos.
Los niveles de deserción o abandono escolar en el medio rural suelen ser bajos, debido a la contención institucional y familiar. Entretanto, los niveles de repetición se parecen a los de las escuelas urbanas.
Multigrado.
“El campo uruguayo se ha ido despoblando aceleradamente en las últimas décadas y hoy tenemos muchas escuelas rurales que si bien cubren el 100% del territorio, son de baja escala: muy pequeñas y con pocos alumnos”, dijo Santos el miércoles 6 en la conferencia Nuevas tecnologías en educación rural: el caso uruguayo, durante el II Congreso Iberoamericano sobre Televisión y Educación: Multipantallas en el Aula, organizado por DirecTV en Buenos Aires.
Santos dijo a Búsqueda que desde los años noventa el descenso es de entre cinco y siete puntos porcentuales en la población rural, y el número de niños es menor año a año. “Es un problema estructural causal complejo que data de hace varias décadas”, por lo menos desde 1933, y se vincula a lógicas de modelos productivos y a la economía del país.
“Desciende más rápido la cantidad de niños que van a las escuelas rurales —aproximadamente 18.500— que el número de escuelas, porque se trata de mantenerlas abiertas tanto como se pueda. Eso hace que el promedio de niño por escuela sea menor que antes”, explicó.
El experto en educación rural sostuvo que existe un “proceso recíproco” entre la comunidad y la escuela, en cuanto a “agente socializador para conglomerar una población rural”. “La escuela apoya a la comunidad, y viceversa. Y con frecuencia la escuela es la única presencia del Estado en ciertas zonas rurales”.
Las llamadas “escuelas unidocentes” son aquellas donde el maestro trabaja solo, y a veces también es director del centro educativo —cuando no auxiliar de servicio, cocinero, portero y telefonista—, y dicta sus clases bajo la modalidad didáctica del “multigrado”, con niños de edades diferentes y hasta ocho niveles distintos. Las escuelas con un maestro pueden tener desde uno hasta 20 alumnos.
Según Santos, también maestro, “existe un desconocimiento o sospechas desde la clase política acerca del potencial que tienen las aulas multigrado” en el medio rural, donde el docente “se las tiene que ingeniar con propuestas didácticas innovadoras” al tener que interactuar con niños de diferentes edades y grados educativos.
Desde 2008, los maestros que trabajan en escuelas rurales reciben igual formación que cualquier docente de Montevideo o de otro lugar del país. El Departamento de Educación para el Medio Rural ofrece un apoyo técnico docente a los maestros rurales para su capacitación didáctica, pedagógica y sociocomunitaria.
El director del área reclama mayor presupuesto para llevar al campo profesores de idiomas, de educación física y de arte a efectos de ofrecer una propuesta académica similar a la de las escuelas urbanas.
Matizar el folklore.
Para el consejero de Educación Inicial y Primaria, Héctor Florit, se trata de “un tema terriblemente complejo, estructural e insoluble si no hay capacidad de plantearlo y discutirlo. Y nos da muchísimo trabajo pasar de la mística de la escuela rural a estudiar cómo aseguramos una educación de calidad, porque mantenemos una estructura de servicios en Primaria propia de otra época”.
“La realidad es que la escuela rural tenía 57.000 alumnos en la década del setenta y hoy tiene 17.000, y con la misma cantidad de escuelas, unas mil y pocas. El promedio era de 50 alumnos por escuela y hoy tienen pocos alumnos. Antes había obligatoriedad de cursar de primero a sexto año, hoy va desde los cuatro años hasta la educación media; la cuarta parte de los alumnos están distribuidos desde el punto de vista legal en el doble de años”, dijo.
Florit planteó varias interrogantes: “¿Cómo aseguro una educación de calidad si la socialización institucional se hace con los mismos niños que conviven en su familia y el vecinito? ¿Cómo construyo la imagen del otro y la inserción progresiva a un mundo que va más allá de la socialización primaria? ¿Cómo garantizo continuidad educativa, por lo menos 12 años de educación obligatoria, en esas condiciones? ¿Cómo les llevo las ceibalitas y al profesor de Educación Física? ¿Cómo se hace para trasladar toda la educación integral si la unidad de nucleamiento tiene apenas unos pocos alumnos?”.
El consejero sostuvo que este tema comenzó a discutirse cuando Germán Rama dirigía el Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), durante el segundo gobierno del presidente Julio María Sanguinetti (1995-2000). “Rama tomó dos medidas polémicas —la consolidación y el proyecto de buses—, además de la inclusión de séptimo, octavo y noveno”.
“Luego intentamos la experiencia de los nucleamientos, con escasísimo impacto, y los agrupamientos, que es un intercambio de todas las escuelas con cierta periodicidad para evitar el aislamiento de niños y maestros. Pero nada de esto atiende el problema estructural del servicio. La socialización no se soluciona festejando los cumpleaños cada tanto”, agregó.
Convencido de que “hay que consolidar escuelas rurales”, Florit considera además que “el mejor sistema cuando la población está dispersa o aislada, es el de internado de niños y transporte con buses”. También sostiene que “hay que separar la escuela como centro social de la comunidad. Los niños no pueden ser rehenes de que los adultos precisen un centro de referencia social”.
Según el consejero, hoy “hace falta decisión política para alcanzar consensos y adoptar estrategias como las del internado”, aunque pueda generar resistencias en algunas familias y comunidades. “Hay que matizar el folklore sobre la educación rural y hablar del tema en serio si queremos cumplir con el precepto de la Ley de Educación de asegurar 14 años de educación general con mecanismos que empiezan en Primaria”, afirmó.