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    La gestión de la Intendencia de Montevideo

    POR

    Sr. Director:

    , regenerado3

    “Aquellos que pretenden saberlo todo y resolverlo todo acaban siempre por matar”.

    Albert Camus, 1948

    La intendencia de Montevideo no es fácil, y no es de ahora.

    Cuando Mariano Arana ganó la Intendencia de Montevideo, aunque no lo voté, le abrí una cuota de esperanza al amigo Mariano. Lo conocía de tertulias con Dieste en la calle Carlos Roxlo, donde disfrutamos de oírlo al Viejo recordando anécdotas, desde cuando en Arquitectura del MOP mamó la arquitectura del discípulo de Le Corbusier, Justino Serralta, que fue el verdadero creador del Modulor.

    Modulor, el “ensayo sobre una medida armónica a la escala humana aplicable universalmente a la arquitectura y a la mecánica”. Dieste hizo del minimalismo una pasión para un país pobre, con gente que se merecía lo mejor y el mayor esfuerzo para cumplir la función, con dignidad, ambiental y socialmente responsable y al costo mínimo posible… Un compromiso con sus valores cristianos.

    Mariano me dijo un día: “Muchos piensan que Dieste es el mejor arquitecto uruguayo, ¡y yo también!”.

    Cuando Mariano nombró al ingeniero Alberto Ortega para Planificación y Desarrollo, Alberto me consultó, junto con otros amigos, por sus dudas para aceptar el puesto, no lo había votado a Arana, pero me dijo: “Tantas veces he dicho: habría que hacer esto en lugar de eso; que cuando me dan la oportunidad, ¿cómo me voy a negar? Hasta gratis debería hacerlo, es un honor que te lo pidan”. Cuando lo felicité por eso a Mariano, me contestó: “No lo conocía, pero si todos te dicen que el hombre para eso es Ortega, ¿a quién más iba a poner?”.

    El Palacio Municipal sigue siendo una cueva de Alibabá y los cuarenta ladrones. Si no sabés las palabras mágicas, entrás en un mundo impenetrable de burocracias enquistadas que ni Gasalla. Vaya al tercer piso, aquí no, vuelva al subsuelo, de aquí al primero, vuelva mañana o la semana que viene. Alberto Ortega tenía los pelos de punta; ni los profesionales asumían la responsabilidad de los costos y los repagos de las decisiones que tomaban, que en cada decisión mal hecha están derrochando dinero que no es de ellos, es del pueblo que los paga.

    Y cuando empezaron a mostrar la hilacha, dirigentes sindicales como el profesor Apesteguia en la Comisión Financiera de la Rambla Sur, o el otro en Casinos Municipales, pasaron a repetir las manganetas, comisiones y coimas de lo peor de administraciones como las del Glauco Segovia en el pasado. Lo distraían a Mariano con el patrimonio histórico o con lo ya olvidado hoy de colocar cañerías y cables con modernas perforadoras dirigidas para no romper veredas y molestar vecinos, y se hacían un mango en cada negociado de lo que fuera.

    Unas experiencias fueron buenas, como cuando con el “milico” Lasso en la intendencia coordinamos con AFE, Vialidad, ANP y Ancap para que Saman pagara mi proyecto para encauzar la cuenca de Bella Vista a un sistema de pulmones que cruzaba después en un sifón bajo la rambla y a la bahía, y se terminaron las inundaciones de la rambla frente a Saman.

    Otras espantosas, como cuando en el convenio con la Facultad de Ingeniería para reparar la rambla sur después del temporal de 1993, Apesteguia en la Comisión Financiera de la Rambla Sur vetó mi control de la ejecución del deflector marítimo que proyecté, como especialista en construcción marítima en el Instituto de Estructuras, para evitar que las olas de temporales muy fuertes rompieran en la rambla. Claro, una obra de 5 millones de dólares se hizo por 8 millones; no querían que nadie de afuera controlara. Y cuando en construcción, el deflector se rompió de nuevo frente a calle Paraguay por mal anclado, no me invitaron a la reunión en la intendencia, aunque era el autor. Era “una reunión entre compañeros”. En lugar de obligar a la empresa a hacer de nuevo lo mal hecho, ¡le pagaron la demolición de lo mal hecho, y el adicional para hacer de nuevo ese tramo, y otra vez mal y sin deflector!

    Cuando años después en ese tramo una tormenta rompió de nuevo las veredas, me ofrecí gratis a Daniel Martínez para asesorarlos y no volver a hacer macanas. Si no lo llamaron a usted, a mí tampoco.

    Peor aún fue la licitación de la Feria de Montevideo en el predio del Cilindro Municipal, cuando la Feria de Valencia eligió Montevideo sobre Santiago de Chile o Phoenix en Arizona para copiar su Feria en América. Es una de las Cinco Grandes Ferias Mundiales, una oportunidad dorada para Montevideo, para atraer 200.000 visitantes al año, y venía todo sobre ruedas.

    Con inversores españoles y uruguayos, incluyendo varias AFAP, con precompromisos firmados por la Feria de Valencia con las organizaciones internacionales ya cerrados para las primeras ferias de los primeros dos años, y hasta el Mundial de Deportes menores durante las Olimpíadas de Brasil, para atraer en excursiones a Montevideo desde Río de Janeiro a los turistas de las olimpíadas. La intendenta, el secretario general y todos los técnicos de la intendencia entusiasmados, seríamos historia con mi fantástico proyecto de restauración del Cilindro, apoyado por la mejor consultora en estructuras inglesa, Flint & Neill, por el premiado arquitecto español Tomas Llavador, y consultores uruguayos, dinamarqueses y americanos. Y el Departamento de Análisis Experimental de Estructuras de la Facultad de Ingeniería.

    La estructura revolucionaria de Leonel Viera merecía el esfuerzo.

    Incluía otros edificios más que eran otros hitos: el Palacio de Exposiciones y Centro de Convenciones como en Las Vegas Convention Center, torres de estacionamientos elevados para cumplir la normativa municipal, el primer centro deportivo de alto rendimiento de Sudamérica de Diego Forlán y un gran hotel de mil habitaciones en la entrada de Montevideo sobre Avenida Italia.

    Hicimos una exposición en el Subte de la plaza del Entrevero de todo el proyecto, con los fantásticos arquitectos uruguayos Matías Gatti y Daniel Venturini.

    Como es de estilo, como técnico responsable impuse controles sobre todo, y conociendo el paño, un estricto control de transparencia en todos los gastos y movimientos de dinero. En un momento, alguien en la organización de la Feria me pidió por favor que mirara para otro lado un ratito para que el proyecto saliera, para un pedido desde la presidencia de Mujica. Eso era imposible.

    Al fin, la licitación se declaró desierta sin indicar motivos; luego Cosse mandó pagar la demolición del Cilindro porque ahí estuvieron presos tantos sediciosos en gobiernos democráticos, y en lugar de los 40 millones de dólares que iban a invertir los privados, el Estado gastó 120 millones en ese mamarracho sin acústica, sin estacionamientos y sin un estudio de impacto ambiental como el que habíamos hecho nosotros.

    Un desperdicio. Como decía la abuela Dominga: “¡El desperdicio no tiene perdón! Uno puede perdonar hasta el robo, si un padre roba un pan porque no tiene nada y un hijo tiene hambre; pero el desperdicio no tiene perdón”.

    Ing. José Martín Zorrilla