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    La guerra en Ucrania y su primera fase poco exitosa es el “test más importante” en la carrera política de Putin

    La invasión parecía inminente. Las tropas rusas se acumulaban en la frontera con Ucrania y el gobierno de Estados Unidos advertía que el Kremlin había resuelto iniciar una guerra para derrocar a Volodimir Zelenski. La invasión también parecía inverosímil. Tomar el control del país más grande de Europa implicaba una operación militar de una escala como la que no se veía desde hacía décadas en ese continente. Las autoridades rusas negaban en público cualquier tipo de objetivo militar de sus tropas apostadas en la frontera, supuestamente dedicada a desarrollar ejercicios de práctica.

    El viernes 24 se cumple un año desde que Rusia invadió Ucrania. El ejército ruso no aplastó al ucraniano en cuestión de días, para sorpresa de muchos analistas. Tampoco cayó el gobierno de Zelenski, un comediante de la televisión que llegó a la presidencia de su país en gran parte por el descrédito de la política local y ahora es un líder mundial.

    El apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea han sido claves para que Ucrania dejara expuestas las debilidades de la maquinaria militar rusa. Y también para poner a Putin en una situación inusual.

    “Este es el primer gran proyecto bajo Putin en el cual las acciones de Rusia pueden difícilmente calificarse como exitosas”, opina el fundador y presidente de la Fundación Política San Petersburgo, Mikhail Vinogradov. “Para sistemas cerrados, donde la toma de decisiones y las responsabilidades recaen sobre una persona, esto es importante. De hecho, este es el test más importante en toda la carrera de Putin”.

    Y no porque la carrera del líder ruso haya sido corta o sencilla. Exagente del servicio secreto, asumió la presidencia rusa en 1999 tras la caída de su antecesor, Boris Yeltsin. Desde entonces se ha mantenido como el actor político clave de su país.

    Entrevistado por Búsqueda Vinogradov dijo el año 2022-2023 “es un tiempo para un experimento, un test de estrés que mostrará si Putin es capaz de mantenerse convincente para el sistema administrativo y para la población o no”.

    El politólogo, que estuvo en Uruguay a comienzos de año, sostuvo que las autoridades rusas están en una suerte de “retro-utopía”, en la que intenta “encontrar un ideal en el pasado”.

    —¿Cómo se entiende que Vladimir Putin haya llevado a Rusia a esta guerra?

    —Supongo que Vladimir Putin, en estos últimos 10 años, procedió a partir del hecho de que el mundo está volviéndose más peligroso, la posibilidad de hostilidades está creciendo, y que las potencias mundiales pronto enfrentarán conflictos globales. Al mismo tiempo, procedió sobre el hecho de que no era demasiado importante quién empezaría la agresión primero, sino el hecho de que parecía inevitable. La consecuencia de esto fue el crecimiento del gasto militar y de la retórica militar, la creación de compañías militares privadas, la participación de las Fuerzas Armadas rusas en la guerra en Siria. ¿Cuán realista era esa imagen? Los expertos rusos no tienen una opinión en común. Para muchos comentaristas, incluso aquellos completamente leales, se trataba de tareas de propaganda (para movilizar a sus seguidores) y un intento de ocupar un lugar en la mesa de la política internacional, como una “Yalta Grande”, en referencia a la conferencia de Yalta, al final de la Segunda Guerra Munidial, en la cual la Unión soviética, Estados Unidos y el Reino Unido dividieron zonas de influencia en Europa. Todos se reían de la idea de que estaba preparándose un teatro de hostilidades real.

    Está claro que el primer año de hostilidades no ha sido el más exitoso para el lado ruso. La población de Rusia es 3,5 veces mayor a la de Ucrania, y su territorio es 28 veces mayor. La efectividad de las acciones del ejército ruso fue una sorpresa amarga para Moscú: hoy Rusia controla cerca del 14% de los territorios que estaban bajo control de Kiev al comienzo de las hostilidades. De las 18 ciudades con población superior a las 250.000 personas que controlaba Kiev, solo una quedó bajo control de tropas rusas. Pero, como el lado ruso no formuló objetivos territoriales claros (más allá de que la lectura más amplia de ellos sugiere la destrucción de Ucrania como tal), esto permite a las autoridades rusas decir que las hostilidades van de acuerdo a lo planeado, y parte de la población está convencida de que las tropas rusas continúen la ofensiva. En los últimos tres meses, la intensidad de los intercambios en el frente han bajado, se cree que las dos partes están preparando una gran ofensiva. Técnicamente, hay opciones para desescalar el conflicto, pero las dos partes rechazan esa posibilidad. También hay margen para un agravamiento, en su versión más crítica, que es el uso de armas nucleares tácticas. Sin embargo, las expectativas de que esa última opción se concrete tuvieron un pico en setiembre, pero han bajado desde entonces.

    —Algunos analistas hablan de la Rusia de Putin, o la guerra de Putin. ¿Puede entenderse el conflicto solo por una persona?

    —La situación tiene dos caras. En cuanto a la propaganda, Putin es enfáticamente una figura sagrada. Para el aparato del Estado, Putin es una persona con suerte y que ha ganado hasta en las situaciones más difíciles. En realidad, es claro que Putin no puede estar en los detalles de cada cosa, y algunos comentaristas tienen la sensación de que está reaccionando a información reciente con gran retraso. Hoy la situación es un experimento. Este es el primer gran proyecto bajo Putin en el cual las acciones de Rusia pueden difícilmente calificarse como exitosas. Para sistemas cerrados, donde la toma de decisiones y las responsabilidades recaen sobre una persona, esto es importante. De hecho, este es el test más importante en toda la carrera de Putin.

    La élite política permanece leal —aunque perciben que las acciones militares y sus resultados no son lo mismo —. Algunos en la élite tienen esperanzas de que Rusia triunfe otra vez. Parte de las élites no se inclinan a acciones colectivas, especialmente porque no hay una tradición de división en las élites en Rusia y menos golpes de Estado del estilo de los que se ven en América Latina o África, y el ejército no se considera un actor político. Algunas élites están esperando, y es natural para cualquier oficial priorizar la preservación de su posición en el sistema, especialmente no ha aparecido ningún centro alternativo de poder. Por lo tanto, 2022-2023 es un tiempo para un experimento, un test de estrés que mostrará si Putin es capaz de mantenerse convincente para el sistema administrativo y para la población o no. En general, se mantiene como la palabra clave, pero crecientemente se distancia de la adopción rápida de muchas decisiones.

    —¿Cómo debería tratar Occidente a Putin y Rusia?

    —El nivel de apoyo que Occidente dio a Kiev fue una sorpresa para muchos observadores. Esto se vio facilitado porque el ejército ucraniano mantuvo su capacidad de respuesta durante las primeras semanas de hostilidades, y también por la ausencia de aliados obvios de Moscú. China, Turquía e Irán no se unieron a las sanciones contra Rusia, pero están más orientados hacia la manipulación y obtención de beneficios comerciales, que a apoyar las acciones de Moscú.

    Es claro que un día la unidad de Occidente declinará y que las contradicciones entre Washington, Berlín, París y Londres volverán a la vida. Pero por ahora, quedémonos con que esto no sucede. Rusia es un 3% del PBI mundial, mientras que el G7 es el 30,5%. Occidente actúa con la expectativa de que el potencial de los países es incomparable y que las chances de éxito de Moscú son mínimas, mientras Rusia asume que Occidente, tarde o temprano, migrará a otros problemas y distraerá su atención del frente ucraniano.

    Vladimir Putin. Foto: AFP

    —En una charla que dio en la Universidad de Oxford, un exdirector del MI6, el servicio de inteligencia británico, dijo que mientras Rusia es el tiempo, China es el clima. ¿Es así?

    —Por supuesto que existe la tentación de leer el conflicto actual en un marco geopolítico. Algunos sugieren que el G7 está tratando de castigar no solo a Moscú, sino también a Beijing, mostrándole que es mejor no pelear con la Unión Europea y Estados Unidos. Algunos llaman a Rusia casi un satélite de China. En realidad, no hay signos de que China esté seriamente involucrada en el conflicto y realmente quiera lo que está pasando, especialmente cuando asoma el espectro de un conflicto nuclear. La hipótesis de que Moscú y Beijing acordaron previamente encender un “fuego global” y que en seguida, después de la operación rusa en Ucrania, China intentaría anexar Taiwán, no ha sido confirmada. Por lo tanto, China está intentando capitalizar esta crisis, muchos sospechan que lo hace de obtener ganancias de organizar una cadena de provisión de bienes de consumo y equipamiento hacia Rusia. Sin embargo, el volumen de comercio entre China y Rusia es estimado en US$ 146 mil millones en 2021 y US$ 190 mil millones en 2022, mientras que estas figuras para China y Estados Unidos en 2021 fueron US$ 755 mil millones, mientras que con la Unión Europea fueron más de US$ 400 mil millones.

    —En varias oportunidades, incluso antes de la guerra, Putin dio una mirada histórica según la cual Ucrania no existe como tal. Con esa idea en mente, pareciera que la invasión a Ucrania no tiene vuelta atrás y que el único desenlace posible para Rusia es la victoria y desaparición del Estado vecino. ¿Es así?

    —Si uno mira a la propaganda oficial, la señal que se emite es que no hay retorno y que Rusia debe ganar. No obstante, una meta clara, cuál debería ser el resultado de las acciones militares —la destrucción del Estado de Ucrania, la transferencia de ciertos territorios a control ruso o alcanzar algún compromiso de Estados Unidos y la OTAN— no es formulada. Esto le da a las autoridades rusas cierta libertad de maniobra. Pero hoy la idea de alcanzar un compromiso con Ucrania está bajo una prohibición no oficial de la agenda pública rusa. Ucrania tampoco da razones para discutir un compromiso, está inspirada por el resultado de operaciones militares e insiste públicamente en recuperar el control de todos los territorios controlados por tropas rusas. Es técnicamente posible imaginar la posibilidad de un compromiso y de mantener la estabilidad del actual régimen político ante la eventualidad de ese compromiso. La opinión pública rusa puede ser distraída con otros asuntos, por ejemplo, el resultado de la guerra que Rusia está desarrollando en Siria no ha sido planteado y esto no parece preocupar particularmente a la sociedad rusa. Es posible reemplazar el tema del conflicto en Ucrania de la agenda por otros asuntos, incluso no militares. La misma ola anti-ucraniana en la agenda estuvo antecedida por campañas contra Georgia y las hostilidades de 2008, y la opinión pública rusa se olvidó fácilmente de ese caso. Más aún, el radicalismo de la sociedad rusa suele ser exagerado: los mismos encuestados le dicen a los sociólogos que es necesario pelear hasta el final y que es importante terminar la guerra lo antes posible para volver a la vida normal.

    No hay certeza firme de que un compromiso sea alcanzable. Primero, debido a la posición muy dura de la comunidad occidental, que es muy dura con Putin. Segundo, debido al hecho de que un compromiso sería una manifestación de las debilidades de las autoridades rusas, quienes han demostrado su habilidad de ganar en cualquier situación por más de 20 años. Por lo tanto, nadie garantiza que un debilitamiento del centro de poder del país no causará turbulencias entre las élites. Debe ser tenido en cuenta que la sociedad tampoco tiene la oportunidad de liberar sus energías desde hace años, primero por las restricciones producto del Covid y luego por las hostilidades. Por lo tanto, es posible que esta energía contenida sea difícil de contener si la posición rusa se debilita. Por lo tanto, un posible compromiso sería otro experimento cuyo resultado nadie puede predecir. Por lo tanto, nadie se anima a salir con la idea de alcanzar ese compromiso con Ucrania. Algunas autoridades rusas están habilitadas a no quedar involucradas públicamente en el conflicto, lo que sugiere que una posición más suave de Rusia es al menos teóricamente manejada. Pero no creo que esa atenuación sea posible ahora; para que suceda debería haber un gran triunfo militar, o un gran fracaso.

    —¿Hay un intento de Putin de reflotar una suerte de “imperialismo” ruso?

    —Rusia (o al menos sus autoridades) están experimentando un período de interés en una suerte de “retro-utopía”, un intento de encontrar un ideal en el pasado. Ese pasado parece ser la Unión Soviética y a veces el Imperio Ruso. Y para las autoridades, es importante demostrar su propia continuidad con las autoridades soviéticas y las autoridades rusas de los siglos X al XX (pese al hecho de que las autoridades soviéticas derrocaron a las rusas en el siglo XX y nunca sintieron una continuidad histórica con ellas). Hoy la idea imperial de Rusia contiene varios componentes.

    Primero, sentir que el tamaño territorial es un valor en sí mismo. Y de Rusia como la “perla” de la Unión Soviética o del Imperio Ruso. En realidad, las cosas eran diferentes. Por ejemplo, en la Copa del Mundo de México, 15 de los 22 jugadores de la selección de la Unión Soviética eran de equipos de Ucrania. Pero aquí domina más lo emocional, la actitud hacia los ex-territorios de la Unión Soviética, que son vistos como una exmujer, a la cual se le atribuyen todos los problemas al mismo tiempo y a quien siguen deseando que regrese. No estoy convencido de que sea un deseo masivo de la población, especialmente de los jóvenes, pero esa expansión territorial es promovida activamente como un ideal político.

    Segundo, ideal de izquierda. La Unión Soviética es percibida como un Estado de izquierda justo, donde no había clases ni grandes diferencias sociales, donde había seguridad social. No puede decirse que esta sea una tesis completamente confiable, después de todo, la economía estatal colapsó a comienzos de los 80 y 90 del siglo XX, y el reverso de la igualdad fue la pobreza, escasez de bienes y retraso tecnológico. Sin embargo, hay un elemento de nostalgia por esas ideas de izquierda en el ideal de la Unión Soviética. Es algo que toda Rusia rechaza hoy. En la Rusia moderna, pocos políticos creen en la idea de izquierda, la consideran una fuente de degradación, pobreza y corrupción. No obstante, la población siente esto y apela a esa era, que les parece más justa. Pese a lo cual escucho que en Sudamérica, Rusia todavía es percibida por inercia como un país de izquierda. Esto me parece un poco extraño y paradójico, la influencia de una inercia histórica es obvia aquí.

    Tercero, la falta de valor de la era post soviética en la historia de Rusia. En Rusia no es normal estar orgullosos del hoy, por lo cual hay un deseo de mirar ideales en el pasado o en otros países.

    —¿Esta situación va a llevar a que Rusia y sus vecinos queden definitivamente distanciados?

    —La situación actual es consecuencia de dos tendencias. La política de autoaislamiento de Rusia y la proclamación de que sus intereses habían sido infringidos (a pesar de que esos intereses nunca fueron formulados). Y también por las sanciones aplicadas por la Unión Europea y Estados Unidos, algunas efectivas y exitosas, pero usualmente caóticas y emocionales. Un ejemplo vívido es la dualidad de la política hacia aquellos que abandonaron Rusia después de febrero de 2022. Parecía que había dos posibles escenarios: alentar la emigración y encontrar caminos de socialización, legalización y empleabilidad de aquellos que se iban, alentando su autoorganización; o, por el contrario, cerrar las fronteras, ofreciendo a los ciudadanos rusos disidentes que se queden en el país y pongan presión a las autoridades. Ninguno de estos escenarios fue elegido. Como resultado, algunos países, incluidos aquellos que comparten frontera con Rusia, han cerrado su frontera y la legalización en la Unión Europea también está limitada, pero esto no quiere decir que una campaña sistemática ha sido organizada para presionar al gobierno ruso desde dentro. De hecho, el resultado de esta incertidumbre fue el interés creciente de migrantes rusos en América Latina, especialmente en Argentina.

    —¿Cuáles son los argumentos a favor de que las relaciones de Rusia con el mundo exterior y la Unión Europea sean restituidos?

    —El modelo de comercio de los recursos energéticos rusos fue creado en 1960-1970 y es familiar para todas las partes. Tanto que es difícil imaginar la economía de Rusia y de la Unión Europea sin estos vínculos económicos, pese a lo cual ambos bandos se mantuvieron en pie tras el primer estrés. Otro motivo es la ausencia de un punto de atracción evidente para Rusia en el mapa mundial. China, Irán y Turquía son negociadores duros que están inclinados a manipular la posición de Rusia, y no hay una afinidad histórica con ninguno de ellos. Tampoco hay interés mutuo entre sus poblaciones, en Rusia no miran películas de esos países ni aprenden chino o turco. Occidente es todavía percibido como una fuente de tecnología y productos culturales. En tercer lugar, la movilización negativa hacia Rusia de Occidente algún día terminará y habrá matices sobre las acciones rusas. Aunque las expectativas de Moscú de que esto ocurra rápido y a pesar de cuál sea el resultado de las operaciones militares en Ucrania todavía no se ha materializado.

    • Recuadro de la entrevista

    La sociedad rusa hoy no ve a la política como una “herramienta” para el cambio