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Esta es una película sobre la prensa en todas sus etapas, desde la noticia conseguida —o cómo conseguirla— hasta su publicación, con los dificultosos pasos que acarrea. Dar con la fuente y mantener su anonimato, chequear los datos, adelantarse a la competencia, discutir la importancia de la información, escribir la nota lo más rápido y mejor posible y prever las consecuencias cuando se publique en la primera página de un diario. Porque esta noticia en particular implicará al gobierno de Richard Nixon —y a otras administraciones anteriores como la de Johnson y Kennedy e incluso más atrás— y su intervención en la guerra de Vietnam. O mejor dicho: su intervención en Vietnam y el ocultamiento al público de esa misma intervención. La salpicadura también alcanzará a Robert McNamara, que en su momento fue secretario de Defensa de JFK.
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A principios de los 70, en plena guerra y con más y más manifestaciones populares en su contra, el diario The New York Times consigue un abultado y secreto informe en el que se evaluaba de manera negativa la prolongada y persistente intervención del gobierno de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. The New York Times publica parte de ese informe, conocido como The Pentagon Papers, y enciende la ira de Nixon, que amenaza con ir a los tribunales por aquello de que no se puede revelar un secreto de Estado. En ese entonces, el Washington Post era un diario menor con problemas financieros, dirigido por Katharine Graham (Meryl Streep), que lo había heredado de su familia y no tenía mucha idea de lo que era estar al frente de un medio de comunicación. Graham depositaba toda su confianza en el editor responsable Ben Bradlee (Tom Hanks). En cierto momento, The New York Times es intimado por el gobierno de Nixon, con todo el peso de la ley y mucho más, a suspender la publicación del informe, lo que abre las puertas para que el Post se la juegue y retome la antorcha de la información, asumiendo también el riesgo de que los responsables puedan ir a prisión al revelar secretos que comprometen la seguridad nacional. En definitiva, el dilema es, como muchas veces, publicar o no, porque siempre hay consecuencias, poderosos afectados, intereses en juego, dinero.
Ese dilema, encarnado por los periodistas, los dueños de los medios, los asesores legales y otras figuras del firmamento social y político, es el que le interesa retratar a Steven Spielberg, uno de los más exitosos y competentes cineastas de la actualidad.
The Post (dos nominaciones al Oscar: Mejor película y actriz para Streep) no pasa de la corrección cinematográfica y también política. Se filmó rápidamente y se completó en menos de un año, como una suerte de mensaje para la administración Trump. Pero también es necesaria. En períodos oscuros siempre es bueno resaltar la importancia de los medios y la libertad de prensa, porque la información no se debe a ninguna ideología particular, ni causa revolucionaria, ni poder político, sino a la población en general, un aspecto que mucha gente no parece tener claro.
Es un Spielberg pequeño, de esos que se intercalan entre sus proyectos más ambiciosos. Incluso no hay demasiados rastros de su sello, como sí lo había en Puente de espías, con excepción de la escena en que vemos el informe secreto desparramado en hojas por el piso y a los periodistas en la titánica tarea de reconstruir el orden de las páginas, como si fuesen las piezas de un rompecabezas.
No tiene la tensión de El informante ni la solvencia de Todos los hombres del presidente, pero sí momentos emotivos, en especial para quien esté en este asunto del periodismo y comparta la decisión de publicar las noticias a pesar de los inexorables contratiempos. Las rotativas a toda máquina, las cintas que transportan los diarios, los camiones que esperan la carga, el tiraje ya desplegado en la calle, siempre son imágenes agradables. La información, pese a todo.
El asunto pasa básicamente por los personajes de la redacción y la dueña del Post, alejada de los cierres y las tensiones de escritorio, en su casa, por lo general cumpliendo una función social, recibiendo invitados a cenar u organizando una fiesta. Vemos periodistas fumar y teclear las viejas máquinas de escribir, a los linotipistas en el engorroso trabajo de construir palabras en metal e incluso a un pasante al que le cae el trabajo de investigar en qué anda la estrella de la competencia. Es muy significativa la escena en que Hanks lo llama, le da 40 dólares de su bolsillo para gastos de traslado (“con factura”) y le encomienda la tarea.
Streep muestra su solvencia habitual en la piel de una mujer que toda su vida la había dedicado a criar a los hijos y al quedar viuda debe hacerse cargo del diario que dirigía su marido. Un papel que lo hace solo con respirar. En cambio, es extraño encontrar a Hanks algo desacomodado, y por momentos con cara de bobeta, en un personaje que más allá del idealismo que implica defender la información a ultranza, no da demasiado jugo.
The Post. Los oscuros secretos del Pentágono (The Post). EE.UU., 2017. Dirección: Steven Spielberg. Guion: Liz Hannah y Josh Singer. Con Meryl Streep, Tom Hanks, Sarah Paulson, Bob Odenkirk, Bruce Greenwood, Alison Brie. Duración: 116 minutos.