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Su nombre se asocia con el detective Mario Conde, protagonista de sus novelas policiales de “realismo sucio”, y todos quienes leyeron El hombre que amaba a los perros no han olvidado al escritor de narración potente que contaba la historia de Trotsky en México y de su asesino, Ramón Mercader. Y claro que el nombre de Leonardo Padura se asocia con La Habana, con sus paisajes bellos y calurosos, con su revolución detenida en el tiempo, con sus azoteas cargadas de alcohol, melancolía o sexo desenfrenado.
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Padura transmite en sus obras una visión crítica del régimen cubano, pero a diferencia de otros, lo hace viviendo en la isla y en su casa paterna en el barrio Mantilla. En otras palabras, escribe desde Cuba como si estuviera fuera de Cuba.
Ahora sus cuentos, que estaban desperdigados, se reunieron en un solo volumen que lleva por título Aquello estaba deseando ocurrir, una frase tomada de la novela Franny y Zooey, de J. D. Salinger. A pesar de lo enigmático, el título alude a la naturaleza de estos relatos, porque en la realidad que describen siempre hay algo que está al acecho, como esperando el momento apropiado para aparecer.
Escritos entre mediados de los 80 y fines de los 90, los trece cuentos tienen un explícito contenido autobiográfico y narran desde escenas cotidianas habaneras hasta las angustias de los cubanos en el exilio o en las milicias en el exterior. “Son miradas, momentos personales y de una Cuba que ha cambiado mucho; de los ochenta, cuando se vivía bien por el soporte soviético, se podía comprar unos zapatos extra, se podía ir a un pequeño restaurante a comer o ir a un hotelito en Varadero, hasta los noventa, que caímos de fondo por el hueco de la crisis”, explicó Padura en una entrevista.
El libro se abre con La puerta de Alcalá, cuento narrado por un periodista enviado a Angola, uno de los tantos destinos donde los cubanos intervenían con sus milicias. “Internacionalismo proletario”, le llamaba el régimen cubano al apoyo que le brindaba a gobiernos afines a la Unión Soviética con el envío de tropas. El propio Padura estuvo destinado en Angola, como el protagonista de su cuento, por un año, poco antes de cumplir los 30.
El personaje recoge mucho de la experiencia del autor, que en sus años jóvenes fue periodista: trabaja en un boletín de noticias cubano en Luanda, y solo piensa cuándo podrá irse de aquel lugar para visitar una exposición de Velázquez en el Museo del Prado. Así de extraño es el deseo del miliciano que vivía con un permanente sentimiento de muerte. “Era un miedo oscuro y tangible que nacía del estómago y debilitaba las piernas y le hacía rogar a lo que fuera que lo inminente esperara hasta después de febrero, cuando él ya estuviera bien lejos de todo aquello”, piensa el protagonista al leer sobre una posible invasión sudafricana en Angola.
La literatura de Padura está impregnada del ojo del periodista. Y sus imágenes son precisas, plásticas y a veces terribles, como la visión de Luanda que describe el personaje mientras piensa que “el mundo es una mierda (…) esquivando los basureros de cada esquina, volteando la cara al paso de los incontables mutilados de una guerra real e interminable, cuando solía preguntarse por qué carajos había gentes condenadas a vivir así, mientras él, precisamente él, deambulaba sin expectativas ni hambre, por aquella ciudad enferma y ajena que no se le entregaba ni se dejaba comprender y cuyo destino final tampoco lograba imaginar”.
Por las páginas de Aquello estaba deseando ocurrir pasa otro miliciano que se debate entre el regreso a Cuba con su mujer y el abandono de su amante en Angola. Escrito en segunda persona, como si el protagonista se hablara a sí mismo, Los límites del amor es uno de los cuentos más íntimos del volumen. También pasan jóvenes que viven en La Habana durante la peor crisis económica, los personajes transitan entre borracheras con alcohol de la peor calidad y una vida sexual triste y carente de todo afecto. El cuento se llama Mirando al sol, y es crudo y amargo como las peleas de perros que describe.
Hay además un muchacho que se enamora de una cantante de boleros y su historia es todo un homenaje a los compositores de esas canciones desgarradas y a sus intérpretes que le cantan al amor imposible, al amor traicionado, a la venganza de amor. En La muerte pendular de Raimundo Manzanero se cuenta el supuesto suicidio de un funcionario estatal con la visión de diferentes testimonios, como si fuera un Rashomon cubano o un “caso Nisman” isleño. Por supuesto que la verdad nunca llega a saberse. Y tampoco se sabe qué puede ocurrir con un poeta que dirige un fastidioso taller de escritura en el Ministerio de Cultura cuando una de sus integrantes escribe un largo y dramático cuento biográfico.
El norteamericano Raymond Carver escribió una vez que una buena historia “contiene la tensión, el sentimiento de que algo va a ocurrir, la certeza de que las cosas están como dormidas y prestas a despertar”. Parece haberlo escrito para este libro de Padura.
Aquello estaba deseando ocurrir, de Leonardo Padura. Tusquets 2015, 260 páginas, $ 460.