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    La “libertad responsable”: un difícil puzle entre la tradición uruguaya, el liberalismo, el herrerismo y la igualdad batllista

    “Si fracasa la libertad responsable, fracasa la humanidad”. La respuesta que dio el presidente Luis Lacalle Pou a una pregunta en rueda de prensa a fines de abril, con la advertencia de que se trata de un principio general que excede a la pandemia, provocó polémica.

    El mandatario, sin embargo, nunca explicó muy bien qué entiende por libertad responsable y para algunos simplemente se trata de un pleonasmo, porque no se puede hablar de una sin la otra.

    El expresidente Julio Sanguinetti declaró a Búsqueda que “en el Estado de derecho se ejerce la libertad con responsabilidad, pero a veces se confunde el liberalismo con políticas liberales y la prevalencia de una vertiente conservadora, que apuesta a que la espontaneidad decida, mientras el liberalismo progresista busca mitigar desigualdades y eso es lo que inspira al batllismo”.

    Para la mayoría de los filósofos e historiadores de las ideas, entre ellos Pablo Fucé y Fernanda Diab, la libertad responsable es heredera directa de John Locke, el pensador inglés del siglo XVII considerado padre del liberalismo.

    Diab recuerda que la idea de contrato social de Locke se contrapone a la formulada luego por Jean Jacques Rousseau, que apostó a la comunidad y a la búsqueda de la igualdad, en lugar del individualismo asociativo.

    Fucé, a su vez, destaca que la definición moderna de libertad responsable se corresponde con una “salida de la minoridad en el sentido de dependencia respecto al maestro, al sacerdote o al príncipe y a no depender de otro para formarse su propio juicio”.

    El filósofo y docente de la Universidad Católica (UCU) Miguel Pastorino, que en esto se inspira en Jean Paul Sartre y en Erich Fromm, explica la libertad responsable mediante un ejemplo simple: “Cuando íbamos al cine mis amigos me pedían que yo eligiera la película y si les gustaba no había problema, pero en caso contrario me hacían responsable y yo les recordaba, con Sartre, que ellos habían elegido que yo eligiera”.

    Para el también docente de la UCU y filósofo Javier Mazza, “tanto Locke como Isaiah Berlin parten de que libertad no es libertinaje y que uno es libre, pero vive en un contexto y por lo tanto la ejerce de un modo responsable”. Respecto a la crisis sanitaria, destaca que “tampoco es cierto que la única estrategia del gobierno sea la libertad responsable”, porque se adoptaron medidas y, además de las expectativas con la vacunación, está la decisión de “no ceder a un Estado policíaco”.

    El profesor de Argumentación de Universidad de la República Horacio Bernardo opina que “hay que tener presente que en el imaginario uruguayo la libertad pesa mucho, desde el artiguismo, el gaucho, pasando por el suicidio de Baltasar Brum y el río de libertad de 1983”, pero considera que las cosas se complican “cuando no se trata de los portugueses sino de un virus y por lo tanto el confiar en las personas, que funcionó muy bien al principio, no puede ser adoptado con dogmatismo, porque no hay una garantía de que eso vaya acorde a los tiempos sanitarios”. Por lo tanto, puede provocar “una confianza desmedida en la libertad”, señala, aunque advierte que “es necesario tener presente que ninguna de las opciones es perfecta”.

    Suecia en plena pandemia. Foto: AFP.

    Hacerse el sueco

    En 2020 los gobiernos de Uruguay y Suecia apostaron a la libertad responsable de los ciudadanos frente al Covid-19. No es que no hayan cerrado actividades, pero los dos fueron muy celosos de la libertad a la hora de adoptar medidas.

    En Suecia, por ejemplo, las escuelas siguieron abiertas y las visitas a los hogares de ancianos al comienzo fueron libres, aunque las reuniones de más de 50 personas y los espectáculos culturales y deportivos quedaron suspendidos.

    La política de ese país escandinavo, igual que la de Gran Bretaña, sin embargo, cambió cuando quedó a la vista que esa política “liberal” estaba llevando más gente a la muerte que en los vecinos Noruega y Dinamarca, con alrededor de la mitad de fallecidos por millón de habitantes. Entonces comenzaron restricciones fuertes a la movilidad.

    ¿Si Uruguay hubiera hecho lo mismo que Suecia, ahora tendría mucho menos muertos? Aún nadie puede responder a esa pregunta con certeza, pero la oposición considera que las “muertes evitables” son muchas, bastantes más del 50%, y que eso es “muy grave”.

    En el último informe que uno de los referentes en salud pública del Frente Amplio Miguel Fernández Galeano presentó a la Mesa Política de su partido las define como muertes que “podían no haber sucedido con la intervención médica oportuna y apropiada” o “con medidas de salud pública”.

    El Frente y buena parte de la comunidad científica insisten en que, además de la campaña de vacunación, se necesita bajar drásticamente la movilidad por 21 días. El costo de esta medida, que según el senador Mario Bergara es del 0,3% del PBI, es decir, la décima parte de lo que Uruguay colocó en los mercados hace pocas semanas, fue fundamentado el miércoles 9 por el expresidente de ASSE Marcos Carámbula en Subrayado.

    Para este lockdown acotado que refuerce la campaña de vacunación se necesitarían unos 174 millones de dólares, incluyendo seguros de paro, complemento para llegar al 100% del salario, ayuda a empresas y renta básica por un mes para las familias más necesitadas.

    El gobierno, basado en su lectura de la experiencia internacional y en los principios liberales, tiene programado invertir, en total, alrededor de 120 millones de dólares en vacunas (Búsqueda N° 2.123), porque considera que las otras medidas no servirían demasiado y que, en cambio, traerían más problemas al país porque, además del costo económico, hay que contar con la necesidad de emplear la fuerza.

    “¿Le vamos a decir a la gente que no se reúna en la rambla de Pocitos, en las plazas? ¿Qué estamos buscando? Hablo de una cuarentena obligatoria rígida. ¿Para qué, para salir a dar palo y que después se salga a decir que se están violando los derechos humanos?”, dijo el dirigente de Cabildo Abierto Eduardo Radaelli en una entrevista con el semanario Voces publicada el jueves 3.

    Rambla de Montevideo, abril de 2021. Foto: Ricardo Antúnez / adhocFOTOS

    Herrerismo versus batllismo

    El director de la revista Extramuros, Aldo Mazzucchelli, opina que “lo que está en juego en la discusión política son dos cosas y no solo una (‘la vida’) como erróneamente se ha planteado”.

    Este ensayista sostiene que se dirime “la libertad individual y la eficacia o ineficacia de los supuestos cierres completos para preservar la vida” y se planta en que “la libertad más absoluta es un derecho constitucional y humano fundamental que no puede hacerse depender de un juicio técnico, sea este de los médicos o de cualquier corporación científica o no”, porque la opinión técnica “debe ser un insumo más, pero la libertad, y en especial el derecho de un ciudadano a elegir, incluso entre su vida y su muerte, es hasta el fin resorte de este ciudadano, no de ‘la ciencia’, como se dice vagamente ahora”.

    El pedagogo Juan Pedro Mir mira la crisis sanitaria desde una posición diferente. “Hay que educar en ciudadanía, porque si bien toda libertad implica responsabilidad en el caso del discurso del gobierno el problema es que transfiere la responsabilidad pública a la esfera privada”. Según Mir, se trata de “un mensaje antibatllista, radicalmente privatizador y esencialmente herrerista, que ha prendido en gran parte de la ciudadanía” y que “rompe con el vínculo del sujeto con el Estado batllista desde 1904”.

    La filósofa Diab cree que “la concepción de libertad en términos políticos debe ser considerar hasta dónde somos libres y qué le debemos a los otros”, pero que, por el contrario, “se ha impuesto un modelo de contrato social que no necesita del ciudadano para funcionar y alienta un retiro a la vida privada dejando al ciudadano el papel de consumidor”.

    Diab advierte que esa transformación “no se produjo de un día para otro” y que “es necesario tener en cuenta que para ser libres se necesita tener cubiertas las necesidades básicas, porque casi nadie es capaz de defender ser libre entre comer y quedarse en casa”. Por lo tanto, opina, la libertad responsable que defiende Lacalle Pou es “una concepción muy estrecha con base en supuestos falsos”. Es un “atajo conceptual” que por un lado tiene un “optimismo antropológico, al pensar que la gente se va a quedar en casa de forma responsable, y por el otro sostiene que no va a pagar subsidios porque de todas formas no se van a quedar”.

    Lacalle Pou junto a Daniel Salinas y el equipo del GACH, durante una conferencia de prensa en la Torre Ejecutiva; . Foto: Pablo Vignali / adhocFOTOS

    “Lastimar al presidente”

    El filósofo Mazza destaca que el gobierno está enfrentado a “un balance dificilísimo entre la libertad y la seguridad en el que debe decidir hasta dónde coartar el ejercicio de la libertad de los ciudadanos”.

    Mazzucchelli considera que “la libertad sería responsable si se hiciera, de parte del gobierno y especialmente del Ministerio de Salud Pública, un esfuerzo real para informar a las personas sobre, por ejemplo, lo que se sabe y lo que no se sabe de las vacunas experimentales que se instiga a la población a adoptar”, teniendo en cuenta que “desde que se comenzó a dar la vacuna fallecieron veinte veces más personas que en todo el año 2020”.

    En su opinión, “la discusión política en Uruguay sigue girando (bastante de espaldas al debate internacional, que ha superado esa dicotomía) entre una oposición que insiste en politizar el virus, y lastimar al presidente con ello, y un gobierno que oscila y que no tiene la menor capacidad de comunicar con claridad algo distinto a lo que le dicta el GACH, que parece jugar —en el plano político— para el bando contrario al presidente”.

    Más allá de las fuertes discrepancias respecto al papel asignado a la movilidad, la mayoría de la comunidad científica y los partidos políticos consideran que la verdadera solución vendrá por el lado de la vacunación. La discrepancia aparece en relación con el costo en vidas que representa, en estas semanas, la política de libertad responsable.

    Para el politólogo Daniel Buquet el gobierno está equivocado. En un artículo publicado en abril en el portal Latinoamerica21 explicó, con respecto a la pandemia, la conocida teoría del economista y politólogo estadounidense Mancur Olson y puso el ejemplo de los bienes públicos: “Aunque todos estaríamos mejor con una ciudad limpia, no tenemos incentivos individuales para no ensuciar. El razonamiento es bien simple: si yo intento colaborar con la limpieza poniendo la basura siempre en el lugar establecido y a la hora adecuada, no voy a lograr que la ciudad esté limpia si los demás no hacen lo mismo. Por otra parte, si todos los demás lo hacen, la ciudad estará limpia, aunque yo no lo haga. La conclusión es evidente: si colaborar con la limpieza tiene un costo y si la limpieza no depende de lo que yo haga, no me conviene colaborar”. El artículo tuvo mucha difusión, pero solo entre los ya convencidos, en su mayoría militantes de izquierda.

    Sanguinetti subraya que “el Estado ha adoptado normas de control que en otras circunstancias hubieran desatado rebeliones”, aunque la apuesta fuerte sigue siendo la vacunación, porque la coalición parte de la base de que el lockdown tiene costos demasiado altos para los resultados magros e inciertos que ofrece. “Jamás se le ocurrió a nadie querer resolver una pandemia con libertad”, resume el problema Fernández Galeano y convoca a “un esfuerzo nacional”.

    Información Nacional
    2021-06-10T00:10:00