La mano hábil, el ojo atento y una mente tenaz

escribe Pablo Staricco 
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El recuerdo de Homero Alsina Thevenet está, hoy, hecho de los pilares que él erigió. Para empezar, en concordancia con el apego que el periodista, escritor, crítico y editor tuvo hacia los datos brindados con rigor enciclopédico, está su trayectoria profesional, que fue vasta. Trabajó en redacciones donde ejerció su oficio y, de acuerdo a más de una generación bajo su mandato, enseñó al respecto.

En Uruguay, trabajó en Cine Radio Actualidad, Marcha, Film y el diario El País, donde fundó y dirigió, desde 1989 y hasta su muerte en 2005, el suplemento El País Cultural. También escribió en Argentina, donde vivió durante dos períodos, entre 1965 y 1976 primero y entre 1984 y 1989 después. Publicó en Panorama, Siete Días, La Razón y Página12. En Barcelona vivió entre 1976 y 1984.

El sábado 6, en el centenario de su nacimiento, Cinemateca le dedicó un homenaje. La coordinadora general de la institución, María José Santacreu, reunió en una conversación al escritor Elvio Gandolfo y al historiador Fernando Martín Peña, dos de sus amigos y colaboradores. A la derecha de los interlocutores, una pila de libros compilaba parte de lo escrito, y publicado, por el homenajeado. Era una torre alta, compuesta por una veintena de publicaciones y apoyada sobre cuatro intimidantes libros gordos de lomo blanco. Sus Obras incompletas.

Ese montón de libros representa, como ninguno, al mayor pilar en la vida y profesión de Alsina Thevenet: el cine.

Hijo de una madre uruguaya y maestra, y un padre catalán y crítico de cine, el séptimo arte se le impregnó no solo por genética, sino también por un accidente de joven que lo dejó con una clavícula quebrada y un regalo, acaso legendario, de su padre: un pase gratis al cine. Miró una película tras otra y su obsesión no se quedó dentro de una sala. Ver las tiras de celuloide también le fascinaba. Se enamoró perdidamente.

Su manera de ejercer la crítica cinematográfica trascendió fronteras y hasta décadas. Sus funciones como periodista y crítico se volvían una en el momento que se convertía en “el nexo entre una obra, presuntamente artística, y un espectador presuntamente ignorante”, según sus palabras, recogidas por la autora Ana Solari en el libro Autorretrato de Homero Alsina Thevenet. Interpretar una obra y contarle al espectador y lector de qué trataba, y en qué medida era “cierta, falsa, hermosa o fea”, fue una obligación autoimpuesta.

Comparó a El País Cultural, el más trascendental de sus hogares, como una casa repleta de habitaciones. Quería que el lector “entrara por la puerta principal que encontrara de mayor interés y que luego recorriera otras habitaciones” que le llamaran la atención, según lo sentenció en el libro El periodismo cultural (1995) de Jorge Rivera.

La casa, en tanto, estuvo repleta de reglas. La exactitud de la información; la cita correcta y oportuna de nombres, fechas y datos de referencia; el uso estricto de palabras para expresar una idea clara y fundamentada, así como la evasión de adjetivos superfluos, fueron algunas de las pautas que caracterizan su escritura y estilo editorial, elogiado, y resistido, por su dualidad de riguroso y lúdico. Fue un jefe temido por su carácter intimidante, impaciente y terco, pero también celebrado por su humor, tolerancia y hasta ternura.

El recuerdo del centenario de Alsina Thevenet, en tanto, continúa. La prensa escrita nacional ya ha dedicado páginas que otorgan otras facciones de una figura que, en el correr de agosto, no solo será retratada en caracteres.

En Montevideo, la Biblioteca Nacional organizará, el martes 30 de agosto, una mesa redonda alrededor de Alsina Thevenet con la participación de las periodistas Ángeles Blanco y Rosario Peyrou entre sus expositores. La conferencia, según adelantó Valentín Trujillo, director de la Biblioteca Nacional, a Búsqueda, también contará con el lanzamiento de una exposición virtual dedicada al periodista y escritor.

La iniciativa, que sigue a otras exposiciones de otros integrantes de la generación del 45 como Julio César Da Rosa y José Pedro Díaz, cuenta con el trabajo de investigación de Blanco y Néstor Sanguinetti, investigador de la Biblioteca Nacional. Integrado al sitio de la institución, el compendio reunirá documentos referidos a Alsina Thevenet, desde imágenes, portadas de libros y textos de su autoría así como otros documentos de amigos y allegados que lo involucran.

En Argentina, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) llevará adelante, durante agosto, el ciclo Cien años de HAT, título que refiere a la célebre sigla con la que el autor firmaba sus textos. Dedicado al “crítico de cine más importante de habla hispana”, según lo describe la Fundación Malba, la muestra incluirá títulos de películas destacadas por Alsina Thevenet de directores como Frank Capra, Jules Dassin, Leonardo Favio, John Ford, Frédéric Rossif, Erich von Stroheim, Gerardo Vallejo, Orson Welles y Fred Zinnemann.

Tal vez el rincón más inesperado, y moderno, donde las palabras de Alsina Thevenet resuenan en la actualidad, es dentro del sitio Letterboxd, una nueva cuna de la cinefilia internacional, originada en Nueva Zelanda, que poco a poco se ve poblada de mayores usuarios de habla hispana. Allí, un usuario anónimo decidió tomar la escritura del autor uruguayo para revivirlo como un usuario activo que sigue escribiendo sobre películas. Pauline Kael, célebre crítica estadounidense de la revista New Yorker tiene su perfil póstumo y también lo tiene Alsina Thevenet, bajo el paradójico nombre “No soy Alsina Thevenet”.

Sus viejas críticas son publicadas de forma esporádica y aunque todo parece indicar que el experimento ha cesado, su visión del cine cobró una nueva vida dentro del sitio. En Letterboxd se pueden volver a leer sus reflexiones, por entonces contemporáneas, sobre el trabajo de Stanley Kubrick en Nacido para matar (“La película disgustará a Richard M. Nixon y a los militares del mundo entero, lo cual constituye una excelente recomendación”), la maestría de Francis Ford Coppola en El padrino (“Hay que reconocer a la realización su estilo sobrio, su prescindencia de artificios, su tranquila eficacia”) y el arribo de Jean-Luc Godard con Sin aliento (“Hace un film antojadizo, personal, superficialmente atractivo, vindica la libertad de creación y de improvisación”).

Bajo una nueva parafernalia, pero con la misma devoción al arte al que le dedicó su vida y pensamiento, la improbable llegada de Alsina Thevenet a un sitio como Letterboxd solo permite una nueva lectura: aún hay montón de lecciones por aprender de aquel que, hasta el día de hoy, es llamado un maestro.

Vida Cultural
2022-08-10T23:02:00