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Esta película argentina de Victoria Galardi se ambienta en un barrio elegante de la costa bonaerense, entre gente de clase media acomodada que vive en una hermosa casa con piscina, buenos autos y nunca habla de trabajo. En esencia, se parece a aquellas películas de Michelangelo Antonioni, incluida la famosa alienación de la gente rica que deambula sin rumbo en medio del lento transcurrir de sus vidas. La referencia no es casual, porque la intención no es contar una historia sino describir una situación existencial estancada hasta que aparece un elemento removedor que la conmueve. Si ello es definitivo para lograr un cambio nunca se sabrá. El personaje tiene la oportunidad de avanzar hacia él, pero no es necesario mostrar el resultado. Basta con analizar ese período intermedio y dejar planteadas las claves del futuro: la etapa de decepción entre el fin de un amor y el comienzo de otro, la dificultosa toma de decisión ante el abandono de una relación sentimental agotada y el perturbador inicio de un ciclo de soledad sin amor, etc.
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Mucha gente odia estos planteos que consideran tan introspectivos como de lento transcurrir, definiéndolos con sentido peyorativo como “cine antonionesco”. Sin embargo, hay valiosos ejemplos en el cine de Krzysztof Kieslowski (“Bleu”), para citar solamente a un maestro, y lo que hace Galardi (autora de “Amorosa soledad” y “Cerro Bayo”) es muy estimable. Muestra simplemente lo que le ocurre a la actriz española Ana (Elena Anaya) cuando va a visitar a su amiga Lucía (Valeria Bertuccelli) y se ofrece a cuidarle la casa (y a su hija adolescente) mientras ella va a pasar unos días a Uruguay con su novio (Esteban Bigliardi). Y lo que le ocurre a Ana es que inicia una relación amorosa con el ex marido de Lucía (Fernán Mirás) y se siente culpable por ese hecho.
Lo que muestra el filme en escenas encadenadas con elegancia y sutileza, es a Ana recluida en esa cómoda casa donde se puede tomar sol junto a la piscina, sola pero tal vez en ese impasse “antonionesco” donde espera que algo importante ocurra en su vida. Los actores están muy bien, los diálogos son siempre puntuales y sobrios, y la fiesta del título es la de Año Nuevo, con invitados, cena, brindis, fuegos artificiales y cohetería, todo muy cotidiano y rioplatense en sus hábitos y costumbres. Pero debajo de esa superficie civilizada y de buenos modales corre un mar de intranquilidad y temor por la reacción de una mujer divorciada hace cuatro años que tal vez pueda sentirse traicionada, engañada y… celosa. Las fichas están sobre la mesa, los personajes deben mover las piezas, y la directora conduce el juego con dominio del tema y sin permitir que el interés decaiga hasta el último minuto. Es un filme sobre opciones y conductas humanas, contradictorias e imprevisibles como siempre suelen ser.
“Pensé que iba a haber fiesta”. Argentina- España, 2013. Dirigida y escrita por Victoria Galardi. Duración: 85 minutos.