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    La mosca en la pared

    La vez que U2 estuvo más cerca de tocar en Uruguay fue cuando Bono le hizo una promesa a Tabaré Vázquez a mediados de 2016. “Me dijo que posiblemente el año que viene encaren una gira por Sudamérica y piensan visitar Uruguay”, comentó en ese momento el expresidente sobre su charla con el cantante y líder de la banda de rock irlandesa. Ambos se encontraban en Nueva York para ser premiados por el exalcalde de esa ciudad, Michael Bloomberg, en reconocimiento a sus acciones sanitarias y sociales. Efectivamente, el grupo sí salió de gira en 2017, pero prefirió tocar dos veces en Argentina. La excusa fue homenajear su primera obra de arte que ese año cumplió 30 años: The Joshua Tree. Hoy, 18 de noviembre, su segunda y última obra maestra también celebra su trigésimo aniversario: Achtung Baby. Y si bien estos dos discos representan lo mejor en la rica discografía de esta agrupación, ambos son el día y la noche. Y el principio de esta historia comenzó un fin de año de madrugada.

    En el ocaso de los años 80, U2 pasaba por un momento crítico en su carrera. Tras una década de éxitos con clásicos que llenaban estadios como Sunday Bloody Sunday, Pride (In the Name of Love) o With or Without You, la banda llegó a un punto de estancamiento total tras el fallido Rattle & Hum de 1988. Aquel viaje sonoro experimental que pretendió ser un homenaje a la cultura pop estadounidense fue también el gran culpable de lo que se venía, ya que sin los feroces comentarios que recibió el disco y la poca recaudación que obtuvo de la película, U2 nunca hubiese entrado en receso para “soñarlo todo de nuevo”, como anunció Bono en la víspera del año nuevo de 1990 en un concierto que la banda ofreció en su natal Dublín.

    Con el cambio de década, los gustos musicales de los jóvenes viraron abruptamente. Del rock de estadios, la cultura juvenil había dado luz a la escena rave y sus grupos alternativos emergentes. Eran los inicios de la movida de Manchester en el Reino Unido. Sonaban los Stone Roses, The Charlatans y Happy Mondays, mientras bandas industriales de la vieja Europa, como KMFDM, Suicide Commando y The Young Gods, machacaban con sus sonidos ruidosos y chirriantes. El continente ardía.

    En medio de todo ese barullo musical se encontraba The Edge, que disfrutaba de su tiempo libre como guitarrista de U2 escuchando y grabando maquetas, mientras buscaba un reinicio grupal lo más alejado posible de lo que venían haciendo hasta ese momento. Durante los primeros meses de 1990, junto con Bono se dedicaron a probar efectos electrónicos en un secuenciador y una caja de ritmos, mechando voces, falsetes y riffs de guitarra. Todo muy experimental. De esos ensayos salió el gérmen de lo que serían Who’s Gonna Ride Your Wild Horses, Even Better Than The Real Thing y Mysterious Ways.

    Las creaciones funcionaban, pero faltaba un pequeño detalle. “Estábamos trabajando en algo que tenía sus raíces parcialmente en la cultura discotequera. Algo que era muy rítmico, así que empezamos usando una batería pregrabada, programando un tipo de cadencia compleja con múltiples ritmos y mucho swing. Es algo que normalmente U2 nunca hubiese hecho. Tratábamos de encontrar un nuevo camino en la música bailable, un tipo de música de baile que no estuviese estereotipada”, dice The Edge en la biografía oficial de la banda. ¿Batería electrónica? ¿Y Larry Mullen Jr., fundador de la banda, dónde encajaba en todo esto? ¿Y el bajista Adam Clayton? Problemas a la vista. A todo esto, la dupla Brian Eno y Daniel Lanois era invitada nuevamente (como en The Joshua Tree) a encargarse de la producción.

    Lo primero que sugirió Eno fue salir de Dublín. Grabar en Alemania, por ejemplo. En los estudios Hansa de Berlín, más precisamente. Ubicado cerca del recientemente derribado muro, aquel viejo salón de baile de las SS reconvertido en sala de grabación fue testigo de la famosa Trilogía de Berlín, de David Bowie, grabado en colaboración con Eno en la década de 1970, y de The Idiot, de Iggy Pop. Había historia en el lugar. Y ahí llegaron los cuatro músicos para grabar un álbum de rock… bailongo. Y ocurrieron los problemas. No surgían las ideas, crecían las diferencias entre ellos, Mullen Jr. no sabía qué hacer con su batería y Clayton estaba convencido de que sobraba. Incluso, durante una sesión, el bajista se quitó el instrumento y se lo tendió a Bono diciendo, “Me dices qué tocar y lo haré”, al mejor estilo de George Harrison con Paul McCartney en Let It Be.

    Y cuando las diferencias parecían insuperables, apareció One, una de las canciones de U2 más versionadas, de Johnny Cash a Mary J. Blige. Surgió en el medio de las peleas. Ellos mismos han contado que si no hubiese sido por esta melodía, seguramente se habrían separado. Fue durante las sesiones de grabación cuando una sucesión de acordes aparecieron como caídos del cielo, devolviendo el alma al grupo. Sin perder tiempo, volvieron a Dublín y acabaron el disco de un tirón, alejándose del estancamiento alemán.

    Doce canciones que todavía hoy suenan contemporáneas, modernas. El arranque y las distorsiones de Zoo Station, el piano entrañable de So Cruel, el suave swing de Tryin’ To Throw Your Arms Around The World, los riffs pegadizos de Mysterious Ways y Even Better..., o los falsetes de Bono en Ultra Violet y The Fly, son una muestra de la experimentación musical y la sofisticación de las nuevas composiciones. Achtung Baby fue el disco más exitoso de U2. El séptimo trabajo de la banda vendió 18 millones de placas en todo el mundo, ganó un premio Grammy y cambió para siempre la industria de los espectáculos en vivo.

    No se puede entender el concepto de este disco sin la gira que lo acompañó. Después de ZOO TV, el rock de estadios ya no fue lo mismo. Un cambio musical tan radical también tenía que notarse en vivo. Nada de banderas blancas y sombreros de cowboys. La caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 significó el fin de una era y el comienzo de otra, junto con el inicio de la nueva década. “Políticamente, era un momento muy agitado. En el transcurso de la unificación de Europa, todo había empezado a desmoronarse con la guerra de Bosnia-Herzegovina. Había muchos conflictos y tuvimos la idea de que con ZOO TV podíamos intentar recogerlo todo”, recuerda Clayton.

    Diseñaron el mayor escenario posible, con pantallas gigantes nunca antes vistas y una original y larga plataforma con un B Stage en el centro de los estadios, le pusieron cámaras de televisión y una radio, contrataron un satélite y difundieron en directo sus conciertos. Es así que, por ejemplo, Canal 10 transmitió el show (se puede ver en YouTube) que dieron en Sydney el 27 de noviembre de 1993. Así de fácil y así de innovador. La gira duro casi dos años. Tocaron en todos lados a estadios llenos, menos por esta zona (en esa época la banda no aceptaba sponsors para sus recitales) y se transformaron en súper mega estrellas. Y se sentaron en la mesa de los Rolling Stones.

    Treinta años después lo siguen haciendo, pero gracias a creaciones como Achtung Baby o Zooropa, que editarían dos años después. Luego llegarían los limones gigantes, las giras monstruosas, los discos mediocres, el activismo cansino de Bono y los premios junto a mandatarios de todo el mundo. Hace unos días la banda publicó una nueva canción: una banda de sonido para una película de dibujos. Ya son una caricatura de sí mismos.

    Vida Cultural
    2021-11-17T20:17:00