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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl domingo pasado asistimos al triunfo de la fórmula nacionalista Lacalle Pou-Argimón, que, además de representar mayoritariamente al Partido Nacional, recibía el apoyo de otras cuatro colectividades opositoras al actual gobierno. La llamada “coalición multicolor” se impuso por un estrecho margen de 30.000 votos, voto más, voto menos, echando otra vez por tierra el trabajo de las encuestadoras que auguraban entre seis y nueve puntos de diferencia.
También podríamos haber dicho que el domingo pasado asistimos a la derrota de la fórmula Martínez-Villar, que representaba exclusivamente al Frente Amplio, por un margen muy menor al augurado por las empresas encuestadoras. Hoy jueves no sabemos formalmente quién ganó ni quién perdió.
¿Qué fue lo que pasó durante la veda electoral? Nadie lo sabe y tampoco se sabrá nunca, serán especulaciones de los analistas, politólogos, periodistas, dirigentes que darán vuelta las cifras para un lado y para otro sin llegar a una respuesta determinante. Dicen que quizá aún resulte más complicado entender el resultado si tomamos como trampolín el de las elecciones de octubre. Pensamos a la inversa de este razonamiento. En primera vuelta, seis de cada diez uruguayos votó por el cambio, en el balotaje se votó casi cinco a cinco, o sea, uno de cada diez uruguayos se bajó y cruzó el puente. Algo factible si tenemos en cuenta que la oposición la conforman todos los partidos menos uno. Sin embargo, se había hilado más fino y podríamos concluir que previo al domingo las diferencias en números iban en promedio a 6-7 puntos y terminamos en 1.5. La pregunta se vuelve a plantear: ¿qué pasó? Y no es una sola cosa sino varias a saber: muchos colorados jamás votarán a un blanco con o sin coalición (2%); votantes de Cabildo Abierto se asustaron, más que con el “video Manini”, con la carta publicada por la Cooperativa Militar de retirados (1%); pese a que se dice que viajaron los mismos desde el exterior, el voto vino desigual y sumó al Frente (1%); la menor cantidad histórica de votos en blanco también favoreció al FA (2,5%), ya que en lugar de un cinco a cinco y medio hubo algo menos de dos por ciento. Por lo tanto, si al 42%-43% anunciado a Martínez-Villar le sumamos los factores que detallamos más arriba, nos da aproximadamente el 48% que obtienen. Lo vemos así de sencillo porque además hay que tener en cuenta que en un mano a mano lo que suma uno lo resta el otro, aquí no hay reparto para varios. Es para una fórmula o la otra y no hay que llegar al 50%, de hecho nadie llegó aún, un voto da un triunfo o una derrota, depende de dónde se mire.
En la noche del domingo no hubo proclamación y formalmente puede que esté bien si consideramos que la diferencia entre una fórmula y la otra es menor a la cantidad de votos observados. Pero tan cierto como esto es que para evitar el triunfo de Lacalle Pou-Argimón, la fórmula Martinez-Villar debe obtener el 92% de los votos observados. El presidente Tabaré Vázquez y varios dirigentes frenteamplistas utilizaron la lógica y llamaron al presidente electo Luis Lacalle Pou para felicitarlo y, además, en el caso de Tabaré, explicarle por qué no podía recibirlo el lunes a las 15 h para comenzar la transición.
Daniel Martínez al final no tuvo más alternativa y salió a dar su discurso pero le erró feo, muy feo. Totalmente desaforado, fuera de sí mismo, a los saltos y golpeándose el pecho al estilo King Kong arengó a la multitud volviendo a hablar de acuerdos entre cuatro paredes, tratando de vender una derrota por victoria y dejar conformes a sus militantes que habían llegado asumiendo la realidad que les esperaba. Pero no, intentó convencer que lo que él había logrado, voto a voto, puerta a puerta, era una batalla épica e histórica y de ninguna manera permitirían que se perdieran los logros del FA en quince años. Y si me apuran, diría que fue más locuaz esta vez Martínez que hace cinco años Tabaré Vázquez. La gran diferencia es que Tabaré ganó y Martínez perdió.
Por el otro lado sobre, Bvar. Artigas, el electo presidente Luis Lacalle Pou junto a la vicepresidenta Beatriz Argimón, acompañados en el estrado por lo líderes de los demás partidos miembros de la coalición multicolor, no pidieron dar rienda suelta a festejar el triunfo por la arrogancia de su contrincante, que no los reconoció y tampoco los llamó para dar alguna explicación de su postura. En realidad no tenía ninguna para dar, se manejó de la misma manera que lo ha venido haciendo hasta ahora, muy personalista y ausente de humildad. Seguramente todo esto quede en lo anecdótico, empañe en algo nuestro republicanismo por culpa de algunos que no aceptan la derrota ni siquiera cuando se da.
Lo importante es que con Martínez o sin Martínez la transición ha comenzado y los compromisos asumidos entre los miembros de la coalición, con Lacalle Pou a la cabeza, se van produciendo. Se va delineando el gabinete con mayoría blanca producto del resultado de octubre y con plena participación de colorados, cabildantes y partido independiente. Aún no vimos figurar al Partido de la Gente. Se barajan muchos nombres, unos se harán realidad y otros no, pero parecen ir por buen camino al seleccionar gente capacitada, idónea, de respeto y con cintura política. Esto recién empieza.
Debemos destacar la actitud de la gente tanto de un partido como del otro. La jornada cívica transcurrió casi con normalidad y mucho más alentadora fue la noche y los días después. Ojalá entendamos todos que el nuevo gobierno dura cinco años y lo bien que se haga, se administre y se comparta será en beneficio de muchos y no de unos pocos. Que se cumpla lo anunciado antes y también ahora luego de los comicios. Antes, los programas plasmados en campaña, después el compromiso del FA de realizar una oposición responsable y no como las anteriores a su periodo de quince años en el poder.
La oportunidad está a la vista, la tenemos adelante nuestro; así seamos parte de la mitad ganadora o de la otra, lo que debemos formar es un todo, unirnos e intentar salir adelante. Nos lo merecemos, de eso no tengan ninguna duda.
Sergio Barrenechea Grimaldi