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    La oposición “parte con ventaja”, pero la elección no está cerrada

    Lacalle Pou necesitará del trabajo de todos los aliados para asegurar su victoria porque el Frente Amplio tiene de donde “agarrarse para pelear” y darlo por derrotado sería “un error gravísimo”, opina Ignacio Zuasnabar

    El domingo 27 por la noche, cuando los resultados de la elección estaban a la vista, el economista Aldo Lema compartió en Twitter la tapa del ejemplar de Búsqueda publicado el 4 de julio. Y felicitó al director de Equipos Consultores, Ignacio Zuasnabar, quien en una entrevista había dicho que los datos electorales se parecían mucho a los comicios de 1999, cuando el Frente Amplio sacó 40% de los votos y después perdió el balotaje.

    La primera parte de esa premisa se cumplió. Pero Zuasnabar no tiene tiempo para celebrar el buen desempeño de las encuestas, la carrera sigue y por delante queda una disputa que promete ser “combatida”, dice. La oposición “parte con ventaja”, pero la elección no está cerrada y el Frente Amplio tiene con qué dar pelea.

    El politólogo opina que en la segunda vuelta habrá “microterritorios” en disputa, en los que el oficialismo intentará captar “votantes disidentes” del bloque opositor que no apoyaron a Luis Lacalle Pou en primera vuelta. Para el candidato del Partido Nacional y sus socios, el objetivo es mantener la “fidelización” al máximo para ganar “con un poquito más de luz”.

    A continuación, un resumen de la entrevista que Zuasnabar mantuvo con Búsqueda.

    —En una entrevista con Búsqueda publicada en julio usted decía que los datos de las encuestas se parecían “mucho” a los resultados de 1999, cuando el Frente Amplio obtuvo 40% de los votos en octubre y perdió el balotaje. ¿Los resultados de este domingo le dieron la razón?

    —Claramente el resultado de la primera vuelta fue muy parecido al del 99, casi igual: el Frente obtuvo 39% de los votos y la oposición sumada superó el 50%. La diferencia es que la oposición no es la misma, no son dos partidos, sino que está más fragmentada. Si bien hay un escenario muy parecido al 99 en primera vuelta, también está claro que el escenario de segunda vuelta tiene sus diferencias.

    —¿En qué aspectos deja de ser comparable?

    —En el 99 la oposición se comportó en segunda vuelta como un bloque bastante homogéneo y terminó votando en segunda vuelta casi lo mismo que la suma de los partidos en la primera. Ahora tenemos la incógnita de si eso va a ocurrir o no. Si eso ocurre, podemos tener un resultado mucho más parecido al de 1999; si eso no ocurre, podemos tener una elección mucho más competitiva.

    —¿El hecho de tener una oposición más fragmentada dificulta el comportamiento de bloque?

    —Sí, sin duda. El resultado de la primera vuelta lo que deja establecido son los territorios de base de cada uno de los competidores de cara a la segunda vuelta. La campaña de la segunda vuelta va a ser una campaña de microterritorios. O sea, dentro del bloque de la oposición puede haber —como ha habido en las tres experiencias anteriores de segunda vuelta— algunos votantes del partido opositor que queda afuera del balotaje que tengan dudas o que tengan un comportamiento desalineado con la mayoría de su partido. Es decir: puede que haya algunos colorados que en segunda vuelta no quieran votar a Lacalle Pou y voten a Martínez. Eso pasó en 2009 y 2014, y también pasó con algunos blancos en 1999 que no votaron a Batlle; la mayoría sí, pero no todos. Y no sabemos qué puede pasar con los votantes de Cabildo Abierto, porque no tenemos antecedentes de su comportamiento, por más que tenemos algunos datos de su perfil. No sabemos cómo van a actuar los cabildantes, si pueden tener predisposición a cruzar fronteras. Ahí hay dos microterritorios de disputa: potenciales votantes colorados disidentes, potenciales cabildantes disidentes. También hay votantes de otros partidos que puedan tener dudas, votantes que votaron en blanco o nulo en primera vuelta y que puedan tomar alguna decisión distinta en segunda vuelta. Esos son los territorios de campaña.

    —¿Y cómo deben pararse los candidatos ante este escenario?

    —Desde el lado de Lacalle Pou, su estrategia de campaña debe ser fidalizar al máximo a esos sectores, porque si los fideliza a todos, va a consolidar la mayoría que vimos el domingo. En el caso del Frente Amplio, la estrategia predominante va a ser intervenir para generar dudas o intentar seducir en esos microterritorios. Su objetivo es, en el escenario ideal, lograr la disidencia; en el escenario subóptimo, el voto blanco o nulo que por lo menos no alimente al otro bloque.

    En términos de contenidos, hay algunos aspectos que uno puede imaginar que van a estar en el debate. Del lado de Lacalle Pou imagino que tendría que intentar comunicar que esa coalición, ese acuerdo es sólido, es estable, es coherente, es armónico. Y que es necesario el cambio, y que para que se consolide el cambio es necesario el voto unívoco. Para esto va a necesitar el apoyo activo de un elenco político bastante disperso, porque no necesariamente Lacalle Pou es quien puede convencer a un colorado potencialmente disidente de votarlo. Quizás ese trabajo lo tenga que hacer Sanguinetti, Talvi o Germán Coutinho o Tabaré Viera. Incluso, hay otro segmento potencial que son votantes blancos que puedan tener dudas. Es muy importante lo que puedan hacer los líderes de otros sectores blancos para fidelizar a sus votantes.

    Del lado del Frente Amplio, el argumento es el contrario: intentar sembrar dudas de que esa coalición va a funcionar de manera homogénea, armónica. Uno puede imaginar que la pulseada pueda ir por ahí. Dependiendo de como se desarrolla esta campaña, entendida como una pulseada político-comunicacional, veremos un escenario mucho más abierto para la oposición o un escenario mucho más cerrado en el final.

    —El Frente Amplio cayó más en el interior que en la capital. ¿A qué lo atribuye?

    —Las encuestas vienen mostrando hace tiempo una perspectiva más difícil para el Frente Amplio en el interior. Capaz que las razones no son muy distintas a las que provocaron la caída en Montevideo, que también la hubo, aunque en menor magnitud. Ahí hay algunos elementos estructurales, como por ejemplo las identidades partidarias, lo que se denomina como tradiciones familiares, pero que son más que tradiciones familiares, son contextos de socialización. Es decir, alguien que viene de una familia frenteamplista, con una o dos generaciones de frenteamplistas, encuentra más barreras para contener los desencantos. Quizás en el interior había muchos más votantes nuevos del Frente Amplio, que vienen de otras tradiciones políticas, que por más que habían votado al Frente Amplio en 2014 y 2009, cultural, social y familiarmente quizás no tenían tantas barreras de contención. Y, al revés, la potencia del Partido Nacional en el interior es muy fuerte y todo indica que logró recuperar su votación. Diría el bloque opositor entero, porque también el Partido Colorado votó mejor en el interior que en Montevideo y Cabildo Abierto votó muy bien en el interior. Entonces, una combinación de la recuperación de tradiciones propias y la aparición de ofertas nuevas, terminó de debilitar al Frente Amplio.

    Hay un hecho interesante ahí y es la aparición de Un Solo Uruguay, un movimiento social que surgió de la insatisfacción de una parte del interior y cuyos reclamos no fueron canalizados por los partidos tradicionales. Incluso había discursos críticos también a los partidos de oposición. Tengo la sensación, aunque no tengo todavía evidencia para demostrarlo, que hay una línea de conexión importante entre buena parte del grupo de apoyo a Un Solo Uruguay con Cabildo Abierto. Eso termina canalizándose dentro del sistema de partidos —una vez más la partidocracia uruguaya termina canalizando las insatisfacciones sociales dentro del sistema de partidos, aunque esta vez en un actor nuevo. Es una hipótesis que tengo.

    —El desempeño de Cabildo Abierto es histórico para ser un partido nuevo.

    —Sí, es inédito en nuestra historia. Además, si uno mira el resultado del domingo, todos los partidos con representación parlamentaria perdieron votos: el Frente Amplio, el Partido Nacional, el Partido Colorado, el Partido Independiente y la Unidad Popular. Acá hay una señal que hay que entender bien y es que hay un mensaje de insatisfacción con el sistema de partidos establecidos, y hay un crecimiento de las nuevas alternativas. Si se suma a Cabildo Abierto, el PERI, el Partido Verde Animalista, el porcentaje no es nada menor.

    Ahora, si uno compara esto con lo que ha ocurrido en buena parte del mundo, la gran foto del domingo muestra la estabilidad de la democracia uruguaya. El Frente Amplio ha tenido en los últimos 20 años, con contextos y candidatos distintos, entre 39 y 50 puntos, siempre como primer partido del sistema; el Partido Nacional se mueve entre 29 y 34, siempre como segundo partido del sistema; el Partido Colorado entre 12 y 17, siempre como tercer partido del sistema. Entonces, cuando uno mira el gráfico, es muy ilustrativo que uno ve mucha más continuidad que cambio. Anoche leía un artículo de Luis Eduardo González, publicado pos elecciones de 2014, que decía que las elecciones terminaban de convalidar una vez más esta existencia de un país dividido en dos mitades y agregaba que esto iba a continuar por lo menos por cinco o diez años. Todo parece que vamos a la confirmación de la hipótesis de Luis Eduardo González formulada en 2014, aunque resta por ver cuál será la mitad mayor, que en primera vuelta fue claramente la oposición. Y en segunda vuelta parte con ventaja la oposición, pero lo veremos.

    —¿Es un final abierto?

    —Depende de qué te refieras con final abierto o cerrado.

    —Que puede ganar cualquiera de los dos.

    —Hay dos escenarios posibles. Uno, que la oposición fidelice la mayor cantidad de sus votantes y entonces haya un poquito más de luz entre Lacalle Pou y Martínez. Y hay un final donde esto no se dé, el Frente Amplio logre incidir en territorios potencialmente disidentes y entonces la elección se equilibre. Está claro que el Frente Amplio va a dar la pelea. Es el principal partido del sistema, votó el 40% en una elección complicada, con un contexto de disconformidad y renovación de los liderazgos. Y por lo que vimos en estos días, está dispuesto a dar la pelea y no es un adversario a subestimar por la oposición.

    —La pérdida de nueve puntos es un golpe fuerte.

    —Sí, por supuesto.

    —Algunos dirigentes del Frente Amplio consideran que la inseguridad influyó más que en otras elecciones. ¿Qué análisis hace de la caída?

    —No lo sé, el problema de la seguridad lleva tiempo. En Uruguay, gobernar cuesta votos en la elección siguiente. El Frente Amplio con un contexto económico favorable, con logros reconocidos por el público y candidatos sólidos, perdió votos en 2009 y 2014. Era bastante evidente que ahora el Frente iba a perder votos en comparación con la elección pasada, pero faltaba conocer la magnitud. Está claro que si el Frente Amplio votaba 41, 42, 43 el escenario de segunda vuelta le resultaba más sencillo de cara al balotaje.

    —¿Cree que el liderazgo de Martínez sale golpeado después de la elección del domingo?

    —Creo que hay dos formas de mirar eso. Una de las formas es decir que el candidato del Frente Amplio salió golpeado porque quizás no alcanzó sus objetivos políticos el domingo, pero creo que también el liderazgo de Martínez en la recta final de la campaña salió muy fortalecido. Martínez tuvo que construir, más allá de una candidatura, un liderazgo. Él no era líder del Frente Amplio cuando fue elegido candidato. No estoy diciendo que ahora lo sea, pero el Martínez que vimos al final de la campaña, sobre fines de setiembre u octubre, era un Martínez cada vez mejor plantado en la cancha. Está claro, después los resultados mandan.

    —En la oposición dicen que ahora Martínez tuvo que apelar a Mujica. ¿Eso no es una vuelta atrás en el sentido de afianzar el liderazgo?

    —Pero eso es normal, me parece que está bien, es el reconocimiento de que en el Frente Amplio hay un proceso de recambio de liderazgo, pero eso no significa que los viejos liderazgos no pesen. No hay duda de que Mujica es un protagonista y nadie tiene dudas de que seguirá siendo un protagonista fuerte de la política en los próximos años, hasta que decida dar un paso al costado. No le fue electoralmente bien a Danilo Astori, pero tampoco se puede decir que hoy no ocupa un rol relevante dentro del Frente Amplio. Y hay otros líderes como Mario Bergara y Óscar Andrade que salieron muy fortalecidos. Entonces, no estoy seguro de que la aparición de otras figuras en este tramo de la campaña sea un menosprecio o que transmita debilidad de la imagen de Martínez, sino que también intentan transmitir la fortaleza que puede tener el Frente Amplio en su conjunto.

    —Lacalle Pou ha tenido un alto nivel de rechazo en la opinión pública, según las encuestas. ¿Eso puede cambiar ahora?

    —Bueno, los resultados electorales premian y castigan a la popularidad de los líderes. El candidato que gana una elección, inmediatamente tiene como un plus de popularidad, y el candidato que pierde una elección tiene como un castigo. La opinión pública en estos aspectos es mala, no tiene piedad. Es una discusión quién ganó el domingo. Martínez tuvo más votos, pero Lacalle Pou festejó más. ¿Va a haber un premio a la imagen de Lacalle Pou o no? ¿Los dos van a ganar? Esas son cosas que las vamos a ver con las próximas encuestas.

    —Las encuestas indican que existe mayor volatilidad del electorado. ¿Eso favorece al Frente Amplio?

    —Sin duda, ese es un elemento que puede llevar a una elección con mayor incertidumbre. Hay razones para pensar que podamos ver en las próximas semanas algunas fluctuaciones mayores a las que hemos visto en otro momento: hay más volatilidad del voto; la identidad partidaria, por más que permanece, es más débil; la imagen de los candidatos es menos potente que en la elección anterior.

    Se puede decir que hace 20 años tenemos balotaje, que tenemos cierta experiencia, pero fueron solo tres. La verdad es que con solo tres no podemos establecer reglas muy generales. Pero en las tres segundas vueltas el Frente Amplio creció entre cinco y seis puntos respecto a la primera, por lo que hoy necesitaría un poco más que eso. No es para nada imposible que crezca respecto a la primera vuelta por más de que no tenga socios con los que coaligar.

    —Algunos análisis indican que Cabildo Abierto, con Guido Manini Ríos, le robó votos al Movimiento de Participación Popular. ¿Hay chance de que José Mujica recupere parte de esos votos?

    —Por eso decía que esta segunda vuelta no es solo entre candidatos sino entre elencos. Hay territorios donde quizás veamos compitiendo a Mujica y a Manini Ríos para convencer al electorado. Y tendremos dos líderes de peso que estarán pidiendo el voto. Por eso dije que Lacalle Pou necesita una participación activa de los elencos. Subestimar el contexto electoral sería un error gravísimo. Está claro que el resultado de la primera vuelta marca ciertos tonos y ciertos énfasis, pero también es cierto que la actitud del Frente Amplio no es derrotista. El Frente va a salir a pelear y tiene mucho de donde agarrarse para pelear, entonces, evidentemente, va a ser una elección combatida.

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    2019-10-31T00:00:00