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    La otra criada

    Alias Grace, miniserie y novela de Margareth Atwood

    La historia fue real. En 1843, una adolescente de 16 años llamada Grace Marks fue condenada a cadena perpetua en una cárcel canadiense por los asesinatos de Thomas Kinnear, el dueño de la casa en la que servía como criada, y de Nancy Montgomery, el ama de llaves. Por el mismo asesinato, fue ejecutado en la horca James McDermott, un muchacho que se encargaba de cuidar los caballos en la misma casa.

    Grace había llegado a Canadá desde Irlanda con sus padres y una cantidad de hermanos pequeños. En el barco vio morir a su madre de alguna peste y después debió ocupar su lugar y sufrir el maltrato de su padre alcohólico. Hasta que se fue a trabajar como criada, primero a una casa de familia adinerada, que tenía otras criadas, y después a una zona rural, en Richmond Hill, donde ocurrieron los asesinatos.

    La historia tuvo repercusiones en la prensa de la época y fue registrada por la escritora anglo­-canadiense­ Susanna Moodie en su libro de memorias Life in the Clearings, de 1853. Ella visitó a Grace en la cárcel y así lo contó: “El principal objetivo de mi visita al departamento era ver a la célebre asesina Grace Marks, de la que no solo había oído hablar en los periódicos, sino también por boca del caballero que la defendió en su juicio y cuyo hábil alegato la salvó de la horca en la que su desventurado cómplice terminó su carrera delictiva”. Finalmente, Grace obtuvo la libertad por buena conducta cuando tenía 40 años.

    Hasta allí los hechos históricos. Después llegó la reconstrucción literaria con la pluma de otra escritora: Margareth Atwood. A sus 78 años, Atwood es hoy la novelista canadiense de más renombre internacional —junto con Alice Munro—, con varios reconocimientos por su obra, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2008. Feminista y militante ecologista, ha desarrollado en varias de sus obras la “ficción especulativa” o la ciencia ficción. Así lo hizo en El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale), una distopía escrita en 1985 en la que imaginó a la sociedad norteamericana del futuro dominada por una religión retrógrada y autoritaria, donde las mujeres pierden todos sus derechos y son usadas para servir y procrear. La novela se reeditó este año, cuando la historia se convirtió en guion de una exitosa y premiada serie (ver Búsqueda nº 1926).

    En 1996, Atwood publicó Alias Grace, a partir de la historia ya conocida. Y, otra vez, se sintió atraída por la figura de una criada que relata su historia. Pero en este caso, Grace no es una heroína, sino una personalidad compleja y llena de ambigüedades: es una niña inocente que termina involucrada en un crimen por su vida miserable o una joven manipuladora que convence a otro de cometer un asesinato o una joven que enloquece por sus fantasmas y por los juegos de su mente.

    Es difícil saber si la Grace verdadera tuvo estas características, pero la Grace literaria es muy atractiva y su pensamiento más profundo se escucha en la novela: “En mi próximo aniversario cumpliré veinticuatro años. Llevo encerrada aquí desde los dieciséis. Soy una reclusa modélica y no causo problemas. Eso es lo que dice la esposa del alcalde, yo misma lo he oído. Escuchar sin que lo adviertan se me da muy bien. Si me comporto y no rechisto puede que al final me dejen salir, pero no es fácil portarse bien y no rechistar, es como quedarse agarrada al borde de un puente después de caer al vacío; parece que no te mueves, que simplemente estás allí colgada, pero tienes que emplear toda tu fuerza”.

    Después del éxito de The Handmaid’s Tale, la televisión pública canadiense y la empresa Netflix miraron nuevamente hacia Atwood y hacia su novela Alias Grace y dijeron: hay que hacer otra serie. En su lugar hicieron una miniserie de seis capítulos, que están disponibles en Netflix, con el liderazgo de mujeres talentosas: Sarah Polley (Mi vida sin mí, El dulce porvenir, Lejos de ella) en el guión, y Mary Harron (Psicópata americano) en la dirección.

    Ellas logran un producto sutil y que llega a los claroscuros de su protagonista. Y también sutil es la actuación de Sarah Gadon como Grace, un rostro angelical bajo la cofia blanca en el centro de una historia que tiene lo sórdido del encierro y de los laberintos mentales. La acompaña Anna Paquin (Oscar secundario por La lección de piano cuando era una niña), quien interpreta a Nancy, la desafortunada ama de llaves asesinada, un personaje por momentos odioso, por momentos digno de lástima.

    El contrapunto masculino es de Edward Holcroft, en el papel del doctor Simon Jordan, un psiquiatra que intenta llegar a los recuerdos más profundos de Grace, sobre todo al momento del asesinato que ella ha olvidado, para saber cuál fue su participación. Pero a medida que avanzan las sesiones y aparece en imágenes la historia de la muchacha, el psiquiatra se va hundiendo en las dudas y en una telaraña de emociones. “Lo que usted desea de mí, doctor, es conocimiento. Conocimiento con un toque morboso. Quiere ir hacia donde yo no puedo ir nunca”, le dice Grace, y de a poco es ella quien se apodera de la sesión.

    Otra figura destacada es la del reverendo Verringer, interpretado por el cineasta David Cronenberg (Crash, La mosca), un sacerdote que quiere la liberación de Grace y que oscila entre la creencia, la compasión y el deber. En todo caso, es un religioso que no confía mucho en el psicoanálisis. Una buena actuación de Cronenberg, a quien resulta muy extraño verlo de sotana.

    En Alias Grace aparecen los tratamientos psiquiátricos más crueles y las humillaciones a que son sometidas las mujeres por sus patrones, por sus amantes o por sus padres. Aparecen los abortos clandestinos y la situación de los inmigrantes, la de los manicomios y la de las cárceles, donde “hablar y reír” se castigaba mediante azotes con un látigo de nueve colas.

    Muchas críticas apuntan al carácter “feminista” en la obra de Atwood, y no hay dudas de que lo tiene. Pero por encima de cualquier reivindicación está su calidad literaria, su pulso narrativo y la profundidad de sus personajes. Una esencia que el guion de Polley y la dirección de Harron captaron a la perfección.