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    La risa escrita. Homenaje a Mónica y Los Lobizones se exhibe en la Casa de Rivera

    Elina Berro, primera mujer humorista, y los hermanos Scheck son los protagonistas de esta muestra que atraviesa la historia de la risa uruguaya

    Hace cien años nacían dos personas que hicieron más felices a los uruguayos porque se dedicaron al humor, una de las artes más inteligentes y necesarias para la sociedad. Una de ellas se llamaba Elina Berro (Buenos Aires, 1923-Montevideo, 1971). Escritora y periodista, fue la primera mujer humorista uruguaya de la que se tenga registro. Firmaba sus notas en la prensa principalmente como Mónica, pero sus seudónimos también fueron Elinita Laitue, Carmencita Paque Vea, Cuca Linares y Talu-llah.

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    Él se llamaba Jorge Scheck (Montevideo, 1923-1988) y su gran talento siempre estuvo unido al de su hermano Daniel (Montevideo, 1929-2015). Los hermanos Scheck fundaron la revista Lunes y con el apodo Los Lobizones crearon Telecataplum, el programa de humor más emblemático de la televisión nacional.

    A propósito de este doble centenario, la muestra La risa escrita. Homenaje a Mónica y Los Lobizones, que se exhibe en la Casa Rivera del Museo Histórico (Rincón 437), les rinde homenaje a aquellos protagonistas del humor uruguayo, y también a grandes escritores, periodistas y guionistas que desde los años 40 a entrados los 60 hicieron reír con sus crónicas o relatos, verdaderas piezas literarias.

    Pero la muestra organizada por el Instituto Nacional de Letras (INLET) del MEC y el Museo Histórico Nacional, con el apoyo de la Biblioteca Nacional no se queda solo en la historia, llega también hasta el presente y exhibe algunos ejemplos de actuales vertientes del humor, con sus nuevos formatos, soportes y temas.

    En conversación con Búsqueda, elcoordinador del INLET, Nicolás Der Agopián, hizo hincapié en lo importante que fueron los aportes y apoyos de varias instituciones con sus archivos, como el Museo Blanes, el Museo Nacional de Artes Visuales, el Sodre, Canal 12 o El País, y de particulares, sobre todo de la familia de Elina Berro y de los hermanos Scheck.

    Desde 2015, Der Agopián venía manejando la idea de hacer una exposición sobre el humor uruguayo, y se lo había planteado a Christian Font, periodista, actor, docente, murguista y un conocedor en la materia. “En ese momento no prosperó, pero en 2022, cuando hicimos la muestra por el centenario de Carlos Maggi, volví a retomar aquella idea e invité nuevamente a Christian Font como asesor”.

    Maggi había publicado El libro del buen humor, y fue guionista para el programa radial Los Risatómicos de radio El Espectador, un trabajo que alternaba con Manuel Flores Mora y César Di Candia.

    Igual que Maggi, hubo una lista extensa de escritores, todos vinculados con los medios de prensa, o incluso fundadores de ellos, que publicaron sus piezas humorísticas en libros, algunos difíciles de conseguir. En 1961, Mario Benedetti publicó Mejor es meneallo (1961), un título de reminiscencias quijotescas que reúne las crónicas que había escrito para el semanario Marcha y que firmaba como Damocles. Con otros estilos y publicaciones están representados en La risa escrita, Peloduro (Julio E. Suárez), Wimpi (Arthur García), Carlos María Gutiérrez, El Hachero (Julio César Puppo), Jorge Cuque, Sclavo, Serafín J. García. Este último, con el apodo de Simplicio Bobadilla, publicó Los partes de don Menchaca (1957), que relata con gran ingenio y picardía los partes que un comisario rural de fin de siglo XIX le dictaba a un torpe escribiente.

    “¿Qué significa la risa? ¿Qué hay en el fondo de lo risible? ¿Qué puede haber de común entre la mueca de un payaso, el retruécano de un vodevil y la primorosa escena de una comedia? ¿Cómo destilaríamos esa esencia única que comunica a tan diversos productos su olor indiscreto unas veces y otras, su delicado perfume? Los más grandes pensadores, a partir de Aristóteles, han estudiado este sutil problema. Todos lo han visto sustraerse a su esfuerzo. Se desliza y escapa a la investigación filosófica, o se yergue y la desafía altaneramente”. Así comienza La risa, un ensayo publicado en 1901 por el filósofo francés Henri Bergson (París, 1859-1941), en el que analiza al humor como una función social.

    Der Agopián se inspiró en algunas lecturas teóricas para esta muestra, entre ellas, en este ensayo de Bergson, y destaca, sobre todo, una de sus frases: “Hay muchas maneras de ser ingenioso; casi tantas como de no serlo”. La risa escrita ofrece un recorrido por esos distintos matices del ingenio de las que habla el filósofo, y produce, en quienes la visitan, desde la sonrisa nostálgica a la carcajada con ruido.

    Elina, la pionera

    Un destacado retrato al óleo de Elina Berro encabeza la muestra. Lo hizo el artista Glauco Capozzoli en 1965 y pertenece a la colección particular de Elina Carril, hija de la humorista. Un poco más adelante, otra pieza de la misma colección es una caricatura de Elina firmada por GUT, que no era otro que Carlos María Gutiérrez, quien además de notas periodísticas, escribía crónicas de humor punzante, y también ilustraba algunas revistas, Lunes y Peloduro, entre ellas. A Elina la caricaturizó muy estilizada y concentrada, con su cuerpo inclinado sobre una máquina de escribir.

    Elina perteneció a una familia de clase alta montevideana que, con el tiempo, fue perdiendo esa condición social. Comenzó a escribir desde muy joven, y sus artículos humorísticos tenían una mirada satírica hacia el sector más pudiente de la sociedad. Creó, por ejemplo, un personaje que es esposa de un estanciero sumida en el tedio o se reía de las conductas de la gente en Punta del Este.

    Además de escribir, participó en obras de teatro. En una vitrina donde se exhiben algunas de sus pertenencias, entre ellas, su pequeña máquina de escribir, hay un programa de La zapatera prodigiosa, obra en la que actuó siendo muy joven. A su lado, también una joven China Zorrilla compartía con ella escenario.

    En dos libros se recopilaron sus crónicas escritas en Marcha: Mónica por Mónica (1967) y Mónicas prontas de seguridad (1968), que inspiraron una obra representada en El Club del Teatro: Mónica pone el hombro, dirigida por César Campodónico. Se estrenó en 1971, pocos meses después de la muerte de Elina. En La risa escrita, se exhibe un disco con canciones de la obra que tiene música de Manolo Guardia y fue digitalizado por el Sodre. También, el afiche, una creación de Carlos Palleiro.

    En La Gaceta Sideral se inició como periodista, luego siguió en la revista Misiadura y varios años en Peloduro. Pasó después al semanario Marcha. No solo escribió artículos humorísticos, sino que fue una periodista versátil que hacía tanto crónicas de moda como investigaciones de largo aliento, una de ellas es sobre los cañeros de Bella Unión.

    Fue fundadora en 1971 del semanario Sur, del Frente Amplio, coalición en la que también estuvo en sus inicios. Pero la muerte le llegó muy pronto a Elina, a los 47 años, y no pudo ver crecer ni al semanario ni a al Frente Amplio. En 2014, su nieta Ana Fornaro, también escritora y periodista, recopiló sus crónicas en un solo tomo en la editorial Irrupciones. Hacía muchos años que nadie hablaba de Mónica.

    Un lunes para dos hermanos

    Las revistas Misiadura, Lunes y Peloduro, con sus portadas audaces y provocadoras, algunas con representaciones femeninas hoy impensadas, son protagonistas de La risa escrita, igual que los afiches.

    En especial, es importante la historia de Lunes, fundada por los hermanos Scheck. Primero fue una página, Lo que no dice la crónica, que El País les encargó cuando el periodista que la escribía se fue a cubrir el Mundial de Fútbol de Suiza. Era el año 1954. Ellos comenzaron a firmar como Suplente, pero cuando regresó de su viaje el titular crearon La página de los lunes. “Tenía ilustraciones, cuentos, chistes, ‘algunos bastante pesaditos para la moral de la época’, al decir de César Di Candia, también colaborador del medio”, dice uno de los textos que acompañan la muestra.

    Con la consigna “para suavizar el día más áspero de la semana” y junto a Raúl Martínez, el ilustrador Blankito, decidieron que aquellas páginas tenían que ser una revista. Así, en julio de 1957, se publicó el primer número de Lunes, que tuvo 136 números hasta 1962. El secretario de redacción fue Di Candia, quien muchos años después lo sería también de El Dedo y Guambia.

    Jorge Scheck fue el creador de El Flaco Cleanto, un personaje de humor absurdo y popular que llegó también a la televisión. Der Agopián recuerda que Jorge también escribió guiones de teatro para que los actores de televisión tuvieran trabajo cuando los programas tenían el impasse del verano.

    Porque los hermanos Scheck pasaron de la prensa a la televisión cuando nació el Canal 12. Con el apodo de Los Lobizones crearon Telecataplum, “un hito del humor televisivo”, lo califica el texto de la muestra. “Se trataba de un proyecto que reunía cómicos de distintos perfiles y procedencias y que era generado por gente vinculada a la prensa. Posiblemente por eso, tuvo una fuerte conexión con la realidad de la época”.

    Este programa se diferenció del argentino, que tenía como figuras centrales a capocómicos y vedettes. Por el contrario, el nivel de sus actores era parejo y destacado. En el inicio estuvieron, entre otros, Eduardo D´Angelo, Ricardo Espalter, Raimundo Soto y luego se sumaron Enrique Almada, Henny Trayles, Andrés Redondo, Jorge Guita Vidal, Jorge Cazet, Berugo Carámbula y Gabriela Acher.

    En una vitrina se exhiben los reconocimientos que obtuvo el programa: en 1964, el Premio Ariel, por sus libretos, otorgado por la Asociación de Cronistas de Televisión del Uruguay. Un año más tarde, fue reconocido en Argentina con el Martín Fierro, el único programa uruguayo que lo obtuvo.

    Telecataplum se emitió hasta 1988, cuando murió Jorge Scheck, pero continuó en su programa heredero, Plop!, que también tuvo como director a Jorge Denevi. Entre los testimonios que se recopilaron para esta muestra, está justamente el de Denevi, que recuerda el popular y genial espacio Las noticias cantadas: “Una cosa prodigiosa que tenía Jorge Scheck era su habilidad y rapidez para escribir letras, como nunca vi, y la habilidad de enfocar un tema sabiendo dónde podíamos pegar y dónde no, en medio de la dictadura” [...] Porque con el humor y la canción podíamos sugerir cosas que no se podían hacer en un programa político o en un noticiero”.

    Otro testimonio es el de Andrés Tulipano, ¡guionista de Plop!: “Los Lobizones tuvieron la virtud de escribir en todas las variantes del humor sin renunciar jamás a su estilo personal, una manera ecléctica que va desde lo costumbrista al surrealismo”.

    Posiblemente. la mirada de quienes visiten La risa escrita se dirija hacia una foto gigante de Ricardo Espalter y Henny Trayles. Están sentados a la mesa en uno de sus sketches, y se ven risueños y jóvenes. En el medio, los organizadores de la muestra se las ingeniaron para recortar la imagen que niños y adultos pongan allí su rostro y sean parte de la escena.

    Una cámara antigua de Canal 12 apunta hacia la foto gigante. Es pesada, inamovible, pertenece a una época en que todo se hacía en el estudio. Imposible que alguien saliera a la calle con tamaño aparato.

    Las fotografías de los programas son otra presencia importante en la muestra. Sobre todo, llama la atención una de ellas por lo que significa históricamente. Aparecen allí varios actores de Telecataplum mirando hacia arriba. Se están viendo a ellos mismos actuando, y fue la primera vez que se veían en una pantalla. En su etapa inicial, el programa se hacía en vivo, pero no se grababa. Por lo tanto, no hay registro de esa primera época, salvo las fotos.

    Desde otra vitrina, una escultura de Peloduro hecha en yeso por Eduardo Yepes, que pertenece al Museo Blanes, muestra su mejor sonrisa. Parece satisfecho de su legado.

    Un ritual en torno a la radio

    Eran aparatos de gran porte que ocupaban un lugar especial en las casas. Por allí se emitían noticias, pero también radioteatros y programas de humor. Las familias se reunían a escuchar aquellos programas en una forma de ritual doméstico que hoy parece extraño. Un ritual que tuvo sus inicios en la década del 30 y decayó con la llegada de la televisión en los 60. Entonces, la ceremonia continuó de otra manera.

    La risa escrita les rinde homenaje a aquellos libretistas radiales, como Wimpi, Maggi o Roberto Barry, y exhibe algunos aparatos de radio y de televisión que tienen un origen curioso. Pertenecieron a Antonio Tormo, director y fundador del Primer Museo Viviente de la Radio y las Comunicaciones del Uruguay, junto con su esposa, Ligia Ferreira Bica.

    Tormo fue uno de esos coleccionistas compulsivos de aparatos que, tal vez sin saberlo, iba registrando con ellos la variante de soportes de los medios de comunicación. En 2019, Tormo, que falleció en 2022, fue declarado Ciudadano Ilustre de Montevideo. Toda su colección está alojada en el Museo Nacional de Antropología, aunque sigue siendo propiedad de Ligia Ferreira, quien prestó algunas piezas para esta muestra.

    Nuevas formas del humor

    “Estos trabajos recogen formas del habla, comportamientos sociales y cómo han ido cambiando los parámetros del humor. Era inevitable traerlo hasta el hoy”, explica Der Agopián, en el sector destinado a los nuevos humoristas.

    El coordinador también recuerda que el programa El Origen, conducido por Facundo Ponce de León, fue un antecedente importante para esta muestra por su capítulo destinado a la historia del humor uruguayo. Allí aparecían grabaciones originales de los programas, pero para La risa escrita obtuvieron un aporte invalorable. El hijo de Jorge Scheck, también llamado Jorge, que fue técnico en Canal 12, ¡les dio 24 horas de grabación de los programas Telecataplum y Plop!

    Con esas grabaciones, Agustín Ferrando, creador de Tiranos Temblad, maravillosas piezas de humor con momentos sacados de YouTube, elaboró un audiovisual para la muestra que es un deleite. Además de ver sketches desopilantes de los programas, Ferrando aporta su especial forma de relatar y va relacionando el humor de aquellos maestros con el suyo. Sin dudas, el espacio Parece mentira las cosas que veo, que él veía cuando era un niño, le quedó en la retina. Este trabajo de Ferrando puede verse en la exposición y también se encuentra en el canal de YouTube de Tiranos Temblad como Homenaje a Telecataplum. El ingenio en su máximo esplendor.

    En otra televisión se transmite otra joyita: un enfrentamiento entre indígenas y soldados, representados por los actores uruguayos de Telecataplum, con el relato de Alberto Kesman y comentario de Toto Da Silveira. Hay que ponerse los auriculares, seguir este “partido” y matarse de risa.

    El rincón de los humoristas más nuevos incluye una caricatura de Junior (actual caricaturista de Búsqueda), que realizó con motivo de los 50 años del golpe de Estado. Un espectacular dibujo de Pilar González, con unos personajes de gran tamaño subidos uno encima del otro. También hay una historieta más autorreferencial de la joven ilustradora Maco; algunos ejemplos de poesía visual y humorística de Gustavo Wojciechowski (Maca), dibujos de Leslie y una particular reproducción en 3D de Fernando Foglino, que representa el cierre de la revista El Dedo, que solo duró pocos números, de julio de 1982 a febrero de 1983. En plena dictadura, la revista fue clausurada por pornografía, porque en su sección La uña habían aparecido unas zanahorias ilustradas, que a los censores de la época le habían parecido lujuriosas. Foglino ahora amplió aquellas zanahorias impúdicas.

    En una de las paredes, dos textos recuerdan que también el humor continúa por escrito y, aunque en menor medida, aparece en la prensa. Los textos, elaborados especialmente para esta muestra, pertenecen a Marcos Morón, que hace humor político en la diaria, y a Kid Gragea (Ramiro Rodríguez Villamil), que lo hace en Búsqueda. Ambos con enfoques políticos muy diferentes, escribieron en contrapunto, uno le contesta al otro, con mucha inteligencia y apertura. Como debe ser el humor.

    Apologista censurado

    Fuera de La risa escrita, se publicó un libro que es el complemento ideal para esta exposición. El título es Cuatro páginas arrancadas. La historia del humor escrito en Uruguay, una completísima investigación de Andrés Olivera, bibliotecólogo y escritor. Quienes quieran ampliar sobre el tema tienen que conseguir este ejemplar.

    Su título hace referencia a un acto de censura al humor de nada menos el creador del himno nacional uruguayo: Francisco Acuña de Figueroa. Con una faceta humorística, escribió Nomenclatura y apología del carajo, un texto en el que se ingenió para nombrar de 73 formas distintas al pene. Ese texto, nunca publicado en vida del escritor, fue sistemáticamente censurado. En la Biblioteca Nacional figuran sus obras completas, pero alguien arrancó las páginas de su apología del carajo. Quién sabe, a lo mejor fue la misma persona molesta por las zanahorias lujuriosas.

    Vida Cultural
    2024-01-17T21:54:00