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    La situación del país es “realmente difícil” y aunque la población está “cansada”, debe entender que aún no hay una respuesta al Covid

    Tras su reelección como presidente de la Academia de Ciencias, el coordinador del GACH asegura que las medidas de lockdown no son “una solución fácil” y que se deben implementar cuando “te das cuenta de que ninguna otra cosa va a funcionar”

    “Mirá, esas tejas que se ven ahí son de mi casa”, dice Rafael Radi. El científico está en el patio de la Academia Nacional de Ciencias, una casona del Prado que perteneció a Vaz Ferreira. El lugar es un sitio histórico, pero le produce un fuerte apego personal. “Está en mi barrio”, dice. Sentado en el patio de la sede, el científico, con la mirada puesta en el techo de su casa, habla sobre su reelección como presidente de la academia, que lo tendrá en una oficina remodelada del tercer piso hasta 2024. Pero también se detiene en resaltar el trabajo del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), que se ha redoblado en el último mes.

    Además de estar presente en la conferencia donde el presidente, Luis Lacalle Pou, anunció medidas para limitar el avance del Covid-19, el coordinador del GACH tiene reuniones permanentes con su equipo. La situación del país “es realmente difícil”, dice. “Es fundamental saber si las medidas tomadas fueron efectivas, pero para verlo hay que dejar pasar 10 o 12 días. Recién sobre el fin de semana veremos si hubo un efecto real o no”, señala a Búsqueda.

    “Las recomendaciones de carácter general y más suaves son las que están arriba de la mesa. Si el viernes 18 hay que ir a medidas más restrictivas, van a ser fuertemente decisiones de gobierno”, agrega. El científico también insiste en que es necesario contar con más espacios al aire libre en los barrios para evitar la movilidad por la ciudad.

    —¿Le parece que la población escuchó atenta la última conferencia del GACH? El martes la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, dijo que se seguían haciendo miles de inspecciones.

    —Lo que pasa es que fue una conferencia diferente y no fue el formato tradicional que traíamos. Ese funcionaba muy bien. El mensaje científico quedó un poco atenuado por la lógica que tiene una conferencia con el presidente. Pero se terminó clarificando de que estamos en una situación realmente difícil. Creo que hay que mantener los ámbitos separados; por un lado están las recomendaciones científicas y por otro lugar las medidas políticas.

    —¿En qué momento estamos? Hay expertos que dijeron que los casos nuevos se duplican a un ritmo inédito y que la tendencia puede ser alarmante.

    —Estamos en un momento de aumento exponencial donde la tasa de producción está por encima de 1. Eso no es bueno. Tiene que estar en 1 o, idealmente, por debajo de esa cifra. Ahora lo que hay que hacer es bajar el valor y estabilizar la situación. Para eso, y más allá del enorme esfuerzo que está haciendo la rama de testeo y seguimiento —que está bastante tensionada—, es fundamental saber si las medidas que se tomaron el 1º de diciembre fueron efectivas, pero para verlo hay que dejar pasar de 10 a 12 días. Recién sobre el fin de semana vamos a empezar a ver si hubo un efecto sobre estas medidas o no. Lo ideal es que el sistema se autorregule a través del comportamiento y no con medidas impuestas o obligatorias, que son superdisruptivas. No hay que pensar en las medidas de lockdown como una salida fácil. La academia dice que hay que hacerlo cuando realmente te das cuenta de que ninguna otra cosa va a funcionar. El nivel de disrupción es absoluto, además, en otras dimensiones de la propia salud. Puede haber efectos graves.

    —¿Como ocurrió con los niños cuando se cerraron las escuelas y con los ancianos al reducir las visitas?

    —Claro. Te digo que el tema de salud mental está pegando muy fuerte en niños, en adultos mayores y en adultos. Cuando vos comparás los países que tuvieron lockdown con los que no tuvieron, ves que el efecto en la salud mental es tremendo. Hay que compatibilizar un conjunto de variables que tienen que ver con el control de la epidemia, pero con el principio hipocrático, que dice que ante todo no hagas daño. Si yo te encierro y te dejo encerrado en un pozo, se va a afectar tu salud mental y física.

    —¿Están trabajando en alternativas? ¿Podría dar un ejemplo?

    —Nosotros hicimos un montón de recomendaciones en cuanto a las burbujas, las compras y alentar el teletrabajo. Las que son de carácter general y suaves son las que están arriba de la mesa. Si el 18 se decide que hay que ir a medidas más restrictivas, van a ser fuertemente decisiones de gobierno. Habrá que valorar la relación costo-beneficio si se van a cerrar áreas. Hay que ver a cuántas personas afecta y cuál es el aspecto económico. No es fácil y no hay una respuesta a la pandemia. Estamos trabajando en tiempo real y ya se tomó un primer paquete de medidas. Tenemos que ver qué ocurre. Por eso ahora se planteó ver qué pasa hasta el 18 de diciembre con estas medidas y evaluar.

    —El cierre de gimnasios provocó que las clases se trasladaran a espacios libres. La rambla y las plazas están llenas. ¿Lo ven como una alerta?

    —Si estás al aire libre y te cuidás, las redes de contacto son marginales. Ahí tenemos una oportunidad, porque la opción B es decir que no se usen los espacios públicos. Vos sabés cuándo hay gente cerca o lejos... Puede haber facilitadores en las plazas o las playas, como sé que han puesto y pondrán, pero también está lo que nosotros podemos hacer. Las aglomeraciones espontáneas como en el Parque Rodó se pueden ir resolviendo con aumento de los espacios públicos en otro lugar y alentar a que la gente trate de ir a los espacios de cercanía. Eso sería una buena medida.

    —¿Así se evitan los traslados?

    —Exactamente. Lo que embroma es la movilidad. Si yo vivo en Paso Molino y me abren un espacio gigante en el Prado, no voy a ir a la rambla; voy al Prado. Eso a su vez evita la aglomeración. Hay una discusión que a veces está mal planteada. El problema no es abrir los espacios públicos, sino que puntualmente se atienda a las aglomeraciones. Ahí es muy auspicioso que la Intendencia de Montevideo esté actuando así, sin la dificultad que puede traer el accionar policial. En otros departamentos, como en Maldonado, se ha planteado que en las playas haya brigadas juveniles colaborando. Y hasta ahí podés ir.

    —¿Se le ha perdido el miedo al Covid-19?

    —En el GACH no tenemos datos duros, pero sí sabemos que los contactos han aumentado tremendamente. Teníamos la situación controlada cuando teníamos entre 10 y 12 contactos; ahora tenemos 25. Entonces, no sé si la gente usa menos tapabocas, pero sí sé que se tienen más contactos. Antes, las medidas estaban estabilizadas, pero en algún momento falló y ahí empezó el cambio.

    —¿Cómo viven la fatiga dentro del grupo asesor? El trabajo ha sido más exhaustivo y largo de lo que esperaban.

    —Cuando pensamos que estábamos en un nivel de funcionamiento más estable de la pandemia, se inestabilizó. Otra vez empezó a erosionar. Pasamos por nuestros días, nos alternamos en el nivel de cansancio, pero mantenemos reuniones para analizar los temas. No veo un posible afloje en los próximos meses. Tuvimos la ilusión de que se podía bajar el ritmo. Yo creo que cansados estamos todos y eso es un problema. Por eso hay que darle opciones a la población. Tenemos que usar los espacios públicos de forma responsable porque pueden ser una olla a presión, y lo que termina pasando, si se cierran, es que aparecen fiestas clandestinas.

    —¿Evalúan revisar los niveles de riesgo de las actividades que propusieron?

    —Sí. Las actividades tienen un nivel de riesgo intrínseco, pero también hay variables a considerar como cuál es el nivel de circulación viral. Ante un escenario de cambio epidemiológico hay que revisarlo porque puede haber variaciones. No es lo mismo una reunión social en un lugar con altas chances de contagio que en una zona de baja circulación. Te doy un ejemplo: en el Día de Acción de Gracias de Estados Unidos se hizo un análisis de cuántas eran las posibilidades de infectarse. En algunas comunidades, las chances eran 100%, porque alguno de los 10 iba a estar infectado y, como iban a comerse el pavo, se iban a afectar.

    —En los últimos días se viralizó un audio del doctor en Física Ramón Méndez donde hablaba de un supuesto vínculo entre su trabajo en el GACH con la obtención de un “laboratorio”. ¿Cómo tomó las acusaciones de Méndez? ¿De qué se trata el programa?

    —El programa de alimentos y salud humana fue una solicitud del gobierno a la Universidad de la República en 2017. Eso avanzó y se trabajó en un convenio. Fue un proceso complejo y el gobierno decidió pedir un préstamo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ellos aprobaron la financiación en diciembre del 2019, y en febrero el Ministerio de Economía y Finanzas nos dijo que pasaba al gobierno entrante. El ministerio nos dijo que iba a ser apoyado por Uruguay XXI para que no naufragara a la espera de lo que iba a pasar. El gobierno entrante decidió mantener el programa a través de la Ley de Presupuesto, que es pública y todo el mundo puede ver. Si se vota, hay que trabajar en redefinir el convenio que habíamos firmado. Aún falta.

     

    • Recuadro de la tapa

    La ciencia y lo que viene