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Río de Janeiro. (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Cuando el papa Gregorio XII firmó su renuncia en 1415, la sorpresa que causó fue relativa ya que ese paso era en cierta forma previsible: él mismo había expresado su disposición a abandonar el cargo al asumirlo nueve años antes si contribuía a acabar con el Gran Cisma de Occidente, una agria lucha dentro de la Iglesia Católica por la autoridad pontificia. Ese fue el último antecedente que se conocía de la dimisión de un Papa hasta el lunes 11, cuando se anunció que Benedicto XVI decidió dejar el máximo cargo del Vaticano a las 20 horas del próximo 28 de febrero. Esta vez, la noticia tuvo un impacto bastante mayor, no solo porque es algo inédito en seis siglos y ocurre en plena era de Internet, sino sobre todo porque abrió repentinamente una nueva pugna en la Iglesia por su liderazgo y orientación en el futuro inmediato, donde América Latina y África pueden ser claves.
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Benedicto XVI fundamentó su renuncia en la debilidad que le provoca su edad de 85 años. “Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio cetrino”, dijo en latín durante un consistorio. “En el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí”, agregó. Al igual que lo hizo en ese consistorio, el Papa reiteró ayer miércoles 13 durante su primera aparición pública tras el anuncio de su renuncia que la misma fue decidida “de forma libre y para el bien de la Iglesia”.
El Vaticano ha hecho saber que una vez que se haga efectiva la dimisión, los objetos relacionados particularmente con la gestión de Benedicto XVI serán destruidos, al igual que ocurre cuando muere un Papa. El actual pontífice volverá a ser el cardenal alemán Joseph Ratzinger y se trasladará a un palacio de Castelgandolfo, donde permanecerá hasta que acabe la reforma del monasterio Mater Ecclesiar, el lugar dentro del Vaticano donde residirá definitivamente. Su sucesor será elegido por un cónclave de 117 cardenales, en su mayoría europeos.
Sin embargo, cuánta influencia seguirá teniendo Ratzinger y cómo hará la Iglesia para compatibilizar la presencia al mismo tiempo de un Papa en actividad con otro retirado, son preguntas aún sin respuesta. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, elogió la decisión del actual pontífice como un acto de “coraje” y descartó que tras su renuncia pueda tener alguna función en la administración de la Iglesia o influir en la elección de su sucesor.
Pero los especialistas creen que eso aún está por verse. “La renuncia del Papa es un hecho inesperado y lo que hay que saber es cómo va a ser la convivencia en el futuro: si habrá un poder doble en la Iglesia”, dijo María Luiza Marcílio, una profesora titular de historia en la Universidad de São Paulo que ha trabajado en cursos sobre la Iglesia. “El Papa dice que sale por motivos de edad y para hacer contemplación. En ese caso habría convivencia sin interferencias”, agregó en declaraciones a Búsqueda.
“Muchas dificultades”.
La sustitución del Papa en estos momentos es un asunto especialmente delicado para la Iglesia, en primer lugar porque está precedida de una renuncia atípica que en cierta forma desacraliza su figura: la tradición en la historia moderna indicaba que el pontífice, como representante de Dios en la Tierra, debía seguir hasta su último respiro en su misión, sin fijarse en su edad o en su salud. El propio Juan Pablo II, antecesor inmediato de Benedicto XVI, sostenía que “de la cruz no se desciende”, según recordó esta semana su ex secretario personal, cardenal Stanislaw Dziwisz. Pero la decisión del actual Papa y los elogios que la misma recibió de la jerarquía católica sugieren que en los tiempos actuales hay un nuevo límite a tener en cuenta, vinculado a la eficiencia con que se puede ejercer esa labor.
Elegir un nuevo pontífice también es algo delicado en función de la agenda que enfrenta el Vaticano tras una sucesión reciente de escándalos por abusos sexuales dentro de la Iglesia, incluidos varios de pederastia, sospechas de manejos irregulares de dinero en su banco y filtración de documentos reservados, así como una pérdida constante de fieles en Europa y un crecimiento del número de evangélicos y protestantes en América Latina. Marcílio consideró que Benedicto XVI fue en términos intelectuales “el mejor Papa que tuvo la Iglesia en el último siglo”, pero desde el punto de vista de la gestión “tuvo muchas dificultades”.
“Vivimos en un mundo de rápidas transformaciones y hay una presión de varios sectores dentro y fuera de la Iglesia para que la Iglesia se modernice, como prometía en la apertura del Concilio Vaticano II el papa Juan XXIII”, añadió. “Este Papa fue muy autoritario en términos de no permitir cambios. Por ejemplo, los católicos que se casaron, separaron y volvieron a casar tienen dificultades en la Iglesia”.
Por eso, al mismo tiempo que los cardenales seleccionen a un nuevo pontífice, estarán dando un mensaje sobre la actitud que tendrá la Iglesia en el futuro inmediato ante temas que la dividen internamente. “La tensión hoy es entre ‘progresistas’ y ‘conservadores’”, explicó André Chevitarese, un profesor del Instituto de Historia de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) especializado en catolicismo.
A su juicio, “no hay espacio” para que el próximo Papa pueda impulsar temas como la inclusión de mujeres en el sacerdocio o la aceptación de homosexuales. Una razón señalada para ese impedimento es que se espera que el nuevo pontífice comparta en estos temas las mismas posiciones que tuvieron Benedicto XVI o Juan Pablo II, ya que ambos han designado a la gran mayoría de los cardenales que decidirán el sucesor. Pero Chevitarese evaluó que sí podría incitarse próximamente una revisión del rechazo del Vaticano al uso de preservativos (el actual Papa levantó una ola de críticas al decir en África que ese uso aumenta el riesgo de contagio del sida). “Hay una presión de la comunidad científica cada vez mayor, que ya contagia organismos internacionales que encuentran escandalosa la posición de la Iglesia, y cardenales y obispos que son conscientes de que para una porción muy grande de la población católica es inútil mantener el mismo discurso sobre el uso de preservativos, porque las personas los están usando”, dijo a Búsqueda.
¿Un papa latino?
Como suele ocurrir en los últimos tiempos cuando llega la hora de elegir a un nuevo Papa, en América Latina volvió a plantearse la pregunta de si finalmente el cargo podría recaer en alguien de la región. Un argumento a favor de eso es que cerca de 40% de los 1.200 millones de católicos que se estima hay en el mundo son latinoamericanos. Y si bien las prioridades de Benedicto XVI desde que asumió el pontificado en 2005 pasaron por detener la pérdida de fieles en Europa y enfrentar el avance del Islam, su último gran viaje lo hizo a México y Cuba con el objetivo de dar un nuevo impulso a la Iglesia Católica en la región. En julio de este año está previsto que se celebre en Río de Janeiro la Jornada Mundial de la Juventud Católica, que atraerá a unos dos millones de fieles de todo el planeta y puede ser la primera visita del próximo pontífice a estas tierras.
De hecho, ya se han manejado nombres de posibles candidatos latinoamericanos para sustituir a Benedicto XVI. Entre ellos figuran el cardenal argentino Leonardo Sandri, ex secretario de Estado del Vaticano para Juan Pablo II, cuya muerte fue encargado de anunciar, y el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, un amante del jazz que hace unos años cuestionó al cantante Ricky Martin por haber alquilado un vientre para ser padre. Brasil, el país con mayor número de católicos en el mundo, también tiene cardenales papables como el arzobispo de São Paulo, Odilo Pedro Scherer, y João Braz de Aviz, próximo a la “teología de la liberación”.
Pero quien tras el anuncio de renuncia de Benedicto XVI encabezaba las preferencias en las casas de apuestas de Londres como candidato para sucederlo es el ghanés Peter Turkson, jefe de la oficina vaticana para la Justicia y la Paz, alguien con posiciones más flexibles sobre el uso de condones al menos por parejas casadas cuando uno de los miembros es portador del sida. En caso de que fuera efectivamente electo, sería el primer Papa negro y proveniente de un continente que hoy suma cerca de 15% de los católicos del mundo.
Sin embargo, la duda es hasta qué punto los cardenales tendrán en cuenta el origen de los candidatos para escoger al nuevo Papa. Después de todo, aunque Europa tiene hoy 25% de los católicos del mundo, una mayoría de 62 cardenales en 117 son del Viejo Continente y solamente Italia suma casi un cuarto de los votos. Entre los papables italianos se menciona al arzobispo de Milán, cardenal Angelo Scola, definido como un conservador desde el punto de vista teológico pero carismático a la vez. Marcílio consideró improbable que el próximo Papa sea latinoamericano, advirtiendo que “hay fortísimos candidatos italianos y de otras partes de Europa”.