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    La violencia inédita empleada en el Capitolio refleja que la “idea de lo que debe ser” Estados Unidos “ya no funciona”

    Coincidieron “fuerzas ultraconservadoras, con toques de fascismo autóctono y un presidente desesperado, cuya conducta raya con la psicosis”, opina el politólogo David Altman

    “Gran protesta en Washington D.C. el 6 de enero. ¡Vaya! ¡Será salvaje!” En medio de la habitual avalancha de tuits emitidos por el presidente saliente de los Estados Unidos Donald John Trump este mensaje pasó algo desapercibido, pero luego se convirtió en una pieza clave de la investigación oficial acerca del asalto al Capitolio.

    Si algo puede decirse con certeza de Trump es que no decepcionó. Aquello fue salvaje. Ahora los sabuesos del FBI, que debieron contar con inteligencia acerca de la preparación del asalto hecha a la luz —en Facebook y otras redes abiertas—, tratan de conseguir evidencias y determinar hasta qué punto la irrupción masiva en el Capitolio fue planificada, qué objetivos tenía y además si la violencia puede seguir en los próximos días, sobre todo el miércoles 20, cuando asuma el nuevo presidente, Joe Biden.

    El arriesgado trabajo de los fotógrafos y camarógrafos profesionales, pero también las imágenes subidas a las redes sociales por protagonistas que no resistieron a la novelería de verse y compartir la hazaña, sirvió para ordenar la maraña de datos y la identificación y detención de algunos de los asaltantes.

    Desde el ahora archifamoso chaman del grupo QAnon, Jacob Anthony Chansley, que se presentó con el torso desnudo, unos cuernos en la cabeza y un megáfono, hasta el más discreto que tenía un fusil de asalto, pistolas y varias bombas de tubo caseras en una camioneta estacionada a pocos metros del Capitolio, el espectro de los asaltantes es amplio y variado. Algunos de los cerca de 120 detenidos hasta ahora son militantes activos o donantes del Partido Republicano, otros policías o miembros de las Fuerzas Armadas, en actividad o reserva, y varios de ellos fueron fotografiados vestidos con equipos tácticos y portando esposas de plástico caseras, lo que aviva la hipótesis de que tenían la intención de secuestrar o incluso asesinar a algunos parlamentarios, entre ellos a la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi o el propio vicepresidente Mike Pence, al que calificaron de “traidor” por no seguir las directivas de Trump e impedir con argucias la nominación de Biden.

    La interpretación acerca de los graves acontecimientos instigados por el propio presidente, que habló en un acto un rato antes frente a la Casa Blanca, y que causaron cinco muertos, un daño a la proyección del país en el mundo y a la autoimagen de la población de la principal potencia militar, también es variopinta.

    Bastantes analistas creen que Trump erró feo y que con esta acción perdió de antemano una eventual carrera a la presidencia en 2024, un objetivo ya de por sí muy difícil para cualquiera en Estados Unidos después de dejar el poder. Otros, al contrario, hablan del comienzo de algo nuevo y recuerdan que buena parte de los 75 millones que votaron por su reelección están convencidos, más allá de los hechos, de que tenían derecho a la rebelión porque las elites políticas hicieron fraude.

    Un aspecto relevante a considerar es que Trump representó hasta ahora a una corriente histórica que, según fuentes diplomáticas, se refleja en dos hechos: por un lado un sentimiento de superioridad, resumido en la expresión “destino manifiesto”, que tiende al aislacionismo, y por otro lado la desconfianza hacia el Estado y la clase política.

    “Va a empeorar mucho más, es la esencia de Estados Unidos desde el siglo XIX; la violencia que no se exporta se consume en el mercado interno”, opinó el corresponsal de Radio Uruguay, Jorge Majfund.

    Quizás porque sabe que la tarea es pesada y no está claro que se obtengan los votos llevar adelante un segundo proceso de impeachment a Trump no está entre las prioridades de Biden, que se muestra más preocupado por marcar una agenda propia y achicar diferencias en un país dividido.

    Para el especialista en geopolítica Andrés Rivarola, un uruguayo que se desempeña en la Universidad de Estocolmo, Trump representa “una corriente nativista, una forma de ver el mundo con un componente religioso fuerte y una idea de lo que debe ser Estados Unidos que ya no funciona”.

    En diálogo con Búsqueda, este académico argumenta que en los últimos años en ese país se produjeron fuertes cambios demográficos y de composición social: “Es una sociedad bilingüe, con un 30% que habla castellano, y eso cambia las cosas, porque las ideas que se usaron antes para fomentar la unión nacional ya no tienen el mismo efecto”.

    Rivarola considera que un asunto central es determinar “cuál va a ser el rediseño de la cuestión nacional en Estados Unidos, algo que Biden tendrá que responder y que es mucho más profundo que lo que pasó en el Capitolio, aunque esto, para la autoimagen de la sociedad, es una catástrofe”.

    Inspirado en el español Pedro Laín Entralgo y en Alberto Methol Ferré, Rivarola prepara un libro que denominará Estados Unidos como problema. Para entender un poco a Trump, un analista de inteligencia recurre a la biografía de Fabrizio Calvi, editada el año pasado en Francia, cuyo sugerente título es: Un padrino en la Casa Blanca.

    Nancy Pelosi firma el artículo de juicio político. Foto: AFP

    Guerra fría civil.

    Luego del asalto al Capitolio, analistas de inteligencia recordaron dos acontecimientos de la historia reciente que guardan cierto vínculo con lo que pasó en Washington: el incendio del Reichstag, que facilitó la consolidación en el poder de Adolfo Hitler en 1933 en Alemania, y el intento de golpe de Estado protagonizado por el teniente coronel de la Guardia Civil española Antonio Tejero en febrero de 1981.

    El incendio provocado del Reichstag, un atentado de falsa bandera, fue un éxito para los nazis: permitió reprimir a la oposición, a la que hicieron responsable, al punto que las bancas comunistas en el Parlamento quedaron vacías porque los diputados fueron detenidos y nunca se aclaró la verdadera identidad de los autores.

    Tejero, igual que los asaltantes del Capitolio, tuvo menos suerte. Aunque la trama secreta del intento de golpe militar nunca se develó del todo, el oficial que asaltó el Congreso uniformado y a los tiros mientras los diputados votaban a Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo presidente del gobierno terminó preso y la democracia se fortaleció, con el respaldo del rey, los partidos y de la comunidad internacional.

    Para el politólogo de la Universidad Católica de Chile David Altman, doctorado en Estados Unidos, lo que ocurrió en Washington se explica por la conjunción de “fuerzas ultraconservadoras, con toques de fascismo autóctono, y un presidente desesperado, cuya conducta raya con la psicosis”. Altman dijo a Búsqueda que lo que pasó “es impactante para la historia de Estados Unidos y, si bien provoca profunda repulsión, este grupo de conspiradores, terraplanistas, racistas y antisemitas que conformaron la turba que protagonizó el asalto, dista mucho de las experiencias de golpes de estado en América Latina, porque ninguna institución los apoyó, aunque eso no quita que ese país hace años que no está ni cerca de ser un ‘patrón’ democrático del mundo occcidental”. La idea de “América como faro de la democracia”, explicó el politólogo, “si bien tiene algunos defensores, ninguno dentro de la academia, y eso se puede ver con claridad en la ubicación relativa del país en los índices de democracia más serios que existen en la actualidad”.

    Altman advierte que, a diferencia de América Latina o incluso del caso de España en 1981, este enero en Washington no intervino una coalición de militares, policías, empresarios u otras instituciones que harían viable un golpe. “No solo no hubo un golpe de Estado, sino que tampoco queda claro si es que realmente hubo un intento de golpe de Estado, aunque eso no significa que no amerite activar la enmienda 25 (que dispone el cese del presidente y su reemplazo por el vice en condiciones de incapacidad notoria) o abrir un proceso de impeachment a Trump”, opinó.

    “La gran diferencia entre este autogolpe y los autogolpes en América Latina es que Trump fue incapaz de obtener el apoyo de los militares”, afirmó Steven Levistsky, autor de Cómo mueren las democracias, en una entrevista con la BBC.

    Trump, que después del ataque al Capitolio se había llamado a silencio, reapareció el martes 12 e hizo declaraciones a la prensa antes de tomar un helicóptero para viajar a Texas, donde tenía previsto inspeccionar parte del muro con México, una de sus promesas de campaña. “Es ridículo”, dijo acerca de la posibilidad de enfrentar su segundo juicio político y reivindicó su discurso del miércoles 6. El miércoles 13 todos los representantes del Partido Demócrata y 10 republicanos aprobaron juzgar a Trump por “incitación a la insurrección”. Todavía no está claro que el impeachment prospere en el Senado, donde necesita 67 votos, lo que implicaría el apoyo de todos los demócratas y de 16 de los 50 republicanos.

    La idea de que un fenómeno como Trump fue posible por la crispación que existe en la sociedad es compartida por diferentes cientistas sociales. El académico alemán Torben Lütjen, por ejemplo, publicó el año pasado un libro que tituló Estados Unidos en guerra fría civil en el que analiza el nivel de polarización que existe en el país en el que ha aumentado el racismo y la xenofobia.

    Proud Boys... Den un paso atrás y estén preparados”, había dicho Trump durante el segundo debate televisado con Biden. La complicidad mostrada de forma descubierta por el presidente con el grupo neonazi Proud Boys (Chicos Orgullosos) creado en 2017 es, según Lütjen y otros analistas, un indicador claro de la tensión que existe en la sociedad estadounidense, pero que no escapa a otros países, entre ellos Alemania, donde el exconsejero de Trump Steve Bannon ha tejido fuertes alianzas.

    Aunque en su anterior campaña Trump se mostró hostil a los “hispanos”, ya durante su gobierno fue virando, hizo acuerdos con México y basó su política proteccionista en enfrentar a China y Europa. Enrique Tarrio, el nuevo jefe de los Proud Boys, al que la Policía no dejó llegar al Capitolio porque era buscado por un delito previo, es un afrocubano.Y Trump ganó con aire en el Estado de Florida, donde la emigración de la isla es muy fuerte.

    La contracara de los agrupamientos paramilitares y sectarios de ultraderecha, donde no faltó la bandera de la confederación, asociada al esclavismo y racismo desde la guerra civil que terminó en 1865, y el rechazo a las campañas de prevención contra el Covid-19, son las organizaciones que existen del otro lado, entre ellas los grupos antifascistas que los conservadores identifican como Antifa y el movimiento Black Live Matters (Vidas Negras Importan), cuya presencia en Washington para protestar por la muerte a manos de la Policía de George Floyd en Mineápolis, en mayo pasado, provocó un fuerte despliegue de la Guardia Nacional.

    La ausencia de las tropas de hasta más de tres horas después de que comenzaron el ataque del 6 de enero, en contraste con lo que ocurrió con la protesta por la muerte del afroamericano, despertó fuertes suspicacias, ya que enseguida quedó en evidencia que la Policía del Capitolio había sido superada.

    Foto: AFP

    Miradas desde el sur

    En 1964, el gobierno estadounidense respaldó a tal punto el golpe militar en Brasil que desplegó un portaviones en la bahía de Guanabara, frente a Río de Janeiro, por si a último momento los generales flaqueaban. Brasil, incluso durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores, mantuvo una política a la vez cercana pero independiente de Estados Unidos. En 2021, el general Hamilton Mourau, vicepresidente y referente del Ejército en el gobierno de Jair Bolsonaro, tomó distancia del entusiasmo y la solidaridad de su socio con lo ocurrido en Washington.

    “Estos son asuntos internos de Estados Unidos que tendrán que ser resueltos por el nuevo gobierno y de acuerdo con la ley”, dijo Mourau marcando una vez más un matiz con la postura del presidente y de su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro. El hijo del presidente estuvo de visita en la Casa Blanca dos días antes del asalto al Capitolio, lo que podría indicar que la intervención del representante del principal aliado de Trump no fue solo en el plano de las declaraciones.

    En Brasilia, Bolsonaro reafirmó su respaldo a Trump y aprovechó el episodio del Capitolio para decir que, si se mantiene el mismo sistema electrónico de cómputo de votos, “cosas peores van a pasar en las próximas elecciones aquí”, en referencia a las presidenciales de 2022.

    “Hay un consenso ya de que lo que pasó en Washington es un entrenamiento para lo que va a pasar aquí, y la base de Bolsonaro es más grande que la de Trump, particularmente entre las fuerzas de seguridad”, dijo Pedro Silva Barros, exdirector brasileño de Unasur, en una entrevista telefónica desde San Pablo con el diario barcelonés La Vanguardia. “Es bastante probable que Eduardo se fuera a Washington para hablar de los acontecimientos en el Capitolio —agregó Silva Barros—. Es la principal figura del bolsonarismo en el ámbito internacional, el que se reúne con Vox en España y con los trumpistas en Estados Unidos”.

    En Uruguay, donde Cabildo Abierto luce como portavoz de ideas antiglobalización también defendidas por Trump y Bolsonaro, su líder, el senador Guido Manini Ríos, se ha mostrado tan cauto como el vicepresidente Mourau, con quien comparte no solo la carrera militar.

    Aunque no de forma tan directa como Eduardo Bolsonaro, el senador Raúl Lozano, vicepresidente de Cabildo, pareció criticar que Twitter haya cerrado la cuenta oficial de Trump. “La manipulación de la información de los medios de comunicación y de las redes sociales, limitando la libertad de expresión con un pensamiento único, es propia de los países totalitarios y es enemiga de la democracia”, escribió el coronel el lunes 11 y agregó una foto y una cita del intelectual estadounidense Noam Chomsky.

    Manini Ríos, quien otras veces marcó diferencias con Bolsonaro, por ejemplo, cuando se mostró reacio a una intervención militar en Venezuela como quería el presidente de Brasil, evitó opinar acerca del episodio del Capitolio. Puso sí una foto de Trump, citó al filósofo francés Voltaire (“Estoy en desacuerdo con lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”) y escribió: “Si esto le hacen hoy al presidente de EE.UU. es para reflexionar… ¿Quién decide lo que se puede expresar y lo que no?”.

    • Recuadro de la nota

    Los cinco ataques al Capitolio

    Información Nacional
    2021-01-13T22:48:00