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    Lacalle Pou, la “figurita que no estaba en el álbum” y termina la carrera electoral con chances de ser presidente de la República

    ¿Qué tiene que ver Luis Lacalle Pou con el jugador de fútbol costarricense Joel Campbell? La pregunta se la hizo uno de los asesores directos en comunicación del candidato del Partido Nacional. Campbell, el moreno delantero de la selección de Costa Rica, estaba tan entusiasmado por jugar su primera Copa del Mundo que cuando salió a la venta el álbum oficial con las figuritas de los jugadores mundialistas corrió a comprarse sobres para ver si encontraba la que tenía su cara. Se compró cien. Abrió uno y no salió, abrió otro y tampoco. Abrió los cien y nada. Campbell era el que no aparecía en las figuritas. Y justo Campbell fue después el que más complicó a la selección de Uruguay en el debut del Mundial en Brasil. No aparecía en las figuritas pero fue la figura, el más destacado, de aquel partido que Costa Rica le terminó ganando a Uruguay por 3 a 1.

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    “Lacalle Pou tampoco estaba en las figuritas de nadie”, puntualiza el asesor para aterrizar el ejemplo. Así como Campbell, Lacalle Pou es el que no estaba en los planes y se transformó en la sorpresa de estas elecciones.

    Coinciden sus allegados en que el primer batacazo —el primer gol— se concretó pocos días antes de que comenzara el fervor futbolístico del Mundial, cuando contra todos los pronósticos ganó la interna de su partido. El segundo fue, casualmente, pocos minutos antes del partido de inauguración de la Copa en tierras brasileñas. Ese día selló la fórmula junto a Jorge Larrañaga, su rival derrotado, y abroqueló a las dos mitades del Partido Nacional tras su candidatura. Como Campbell, Lacalle Pou, el diputado de Canelones de 41 años, pasó a ser la figura de la cancha.

    El camino del ignoto.

    El presidenciable blanco comenzó a cimentar su candidatura hace por lo menos dos años. El 14 de diciembre de 2012 en un acto en Florida, el intendente Carlos Enciso hizo oficial y pública una decisión tomada: el diputado Lacalle Pou sería uno más de los precandidatos del Partido Nacional. Fue a partir de entonces que se empezó a construir, casi desde cero, a un candidato a presidente.

    En mayo de 2013, más de un año antes de las elecciones internas, Lacalle Pou fue proclamado por el Herrerismo como el precandidato del sector. Quedaban por el camino otros aspirantes como la diputada Ana Lía Piñeyrúa y el senador Luis Alberto Heber. Larrañaga estaba todavía muy despegado del resto en las intenciones de voto de los blancos. “El ‘ignoto’ Lacalle Pou tenía el 6% de las intenciones de voto en ese momento”, recuerda el asesor del candidato, que hizo un informe interno con todos estos datos para tratar de explicar el fenómeno. El 25 de junio, el entonces precandidato cambió la grifa de Unidad Nacional (UNA), creada por su padre, el ex presidente Luis Alberto Lacalle Herrera, para las elecciones del 2009. En un acto en el cine Metro presentó al nuevo sector bajo el cual se aglutinaría el Herrerismo y otros grupos: Todos Hacia Adelante.

    En ese evento dijo que quería llevar una “mochila vacía de pasado”. Todos comenzaban a advertir un discurso con aires de renovación. El 2 de octubre del 2013 presentó su equipo técnico bajo la batuta del filósofo Pablo da Silveira. Ahí puso énfasis en la idea de que “el futuro es ahora”. Buscaba con esto acallar las voces que sostenían que su momento para ser presidenciable no eran estas elecciones sino las de 2019.

    A Lacalle Pou, que empezaba a construir su camino como candidato, le molestaba que se especulara con que su jugada era “arrimar el bochín” ahora y preparar el terreno para después. A lo largo de la campaña insistiría hasta el cansancio con el “somos hoy, somos ahora” o con que estaba preparado para “gobernar ahora y gobernar bien”.

    El punto de quiebre.

    Para muchos de los dirigentes blancos que impulsaron la candidatura de Lacalle Pou, el momento bisagra se dio en el cónclave herrerista en La Paloma. La carpa preparada para el evento quedó chica. Se esperaban 300 dirigentes y fueron 500 de todos los puntos del Uruguay. Había una estructura bien dispuesta y convencida detrás de un precandidato del que ya sospechaban que su juventud se podía volver un activo, un atributo, en lugar de ser un lastre. Se lo dijo el más veterano de los blancos, Carlos Julio Pereyra, un dirigente de más de 90 años. “Hay quienes dicen que es demasiado joven. Y se olvidan que las legiones revolucionarias de los blancos estaban integrada por jóvenes de entre 20 y 30 años. Qué nos vamos a asombrar”. La revolución se hizo con jóvenes, fue el mensaje. A partir de ahí se sintió el envión. “Se viene la ola”, comentó uno de sus asesores.

    El acto de lanzamiento de campaña en el Palacio Peñarol confirmó el viento a favor. Lacalle Pou mostraba, además de su juventud, su carácter “positivo”. Hablaba de “derribar muros”, de “caminar hacia el distinto” y se alejaba del perfil confrontativo de Larrañaga. Fue sumando apoyo en la recta final hacia las internas. Se bajaron dos precandidatos, los senadores Sergio Abreu y Jorge Saravia, para sumarse a sus filas. Antes había logrado la adhesión del wilsonista Javier García y de la frenteamplista Graciela Bianchi. Su imagen de presidenciable se construía a la par de su capacidad de generar acuerdos políticos y de mantenerse ajeno a polémicas y enfrentamientos. Por la positiva. Así ganó las elecciones internas.

    Bajo la lupa.

    La victoria de Lacalle Pou en las primarias sacudió el tablero. Desacomodó estrategias. Y mientras todos los partidos intentaban acostumbrarse al nuevo escenario y los politólogos ahora se deshacían en elogios a la campaña positiva, el candidato blanco se transformó en el protagonista casi absoluto de los primeras semanas posinternas. Todos los flashes estaban sobre él, la novedad, la revolución juvenil.

    El Partido Nacional subía en las encuestas y Lacalle Pou se permitía expresar su juventud hasta en lo físico. En una gira por el interior se agarró de una columna y quedó suspendido vertical al piso. “Díganle a Tabaré que lo espero en esta bandera”, desafió. Al otro día pidió “perdón por la alegría”. En las semanas que siguieron dio algún golpe de efecto, como presentar a su futura ministra de Economía, Azucena Arbeleche, una funcionaria del Ministerio de Economía del actual gobierno y con una gestión que recoge unanimidades. El oficialismo empezó a mirar el panorama con cierta preocupación. Parte de la ofensiva fue poner al candidato blanco bajo una lupa, encontrarle errores, hablar de la gestión de su padre en los años 90. “El susto despertó al mamado”, dijo la senadora frenteamplista Lucía Topolansky para graficar el momento.

    A la novedad de la campaña se la atacó con la idea de que era un producto publicitario, de marketing, vacío. “Pompitas de jabón que suben un poquito y explotan en el aire”, definió el candidato del Frente Amplio, Tabaré Vázquez. La embestida oficialista no logró correr a Lacalle Pou de su discurso positivo, pero sí lo expuso a errores de campaña. El candidato admitió que uno de ellos fue haber dicho que no había votado la ley del trabajador rural cuando en realidad sí lo había hecho. Fue uno de esos resbalones que le minaron la confianza, comentaron a Búsqueda allegados al candidato. “No quería bajo ningún concepto repetir el episodio de la motosierra de su padre. No se permitía errores”, comentó una fuente de su entorno.

    El tramo final de la campaña encontró a su candidato a vice, Jorge Larrañaga, en una actitud mucho más proactiva que al comienzo, cuando todavía le costaba acomodarse tras el inesperado revolcón en la interna. Los últimos días previo a las urnas encontró a la fórmula mucho más ensamblada, espalda con espalda, encarando la recta final con giras intensas por el interior del país.

    Ayer, miércoles 22, Lacalle Pou sintió el viento favorable de las últimas encuestas en la ciudad de San José.

    El mismo asesor que trazó el paralelismo con el costarricense Joel Campbell siguió tratando de explicar el fenómeno político, el cómo alguien que no aparecía en lo planes de nadie corre ahora con chances ciertas de ser presidente. Esta vez apeló al presidente José Mujica. “Con su Presidencia, los uruguayos mostraron que están dispuestos a aceptar y tolerar lo nuevo. Mujica pulverizó la imagen presidencial, le quitó la solemnidad, esa cosa institucional y de corbata. La figura de Mujica abrió la cancha y Lacalle Pou supo interpretar el nuevo tiempo. ¿Si un viejo chacarero llegó a presidente por qué no un surfista de 41 años?”.