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    Las carencias en las viviendas son el principal problema en los hogares pobres con menores de edad, advierten Cepal y Unicef

    Se escucha en cada campaña electoral: uno de los principales objetivos de los candidatos al gobierno es bajar la pobreza. En Uruguay, los últimos años muestran que de forma paulatina se está avanzando hacia esa meta. La semana pasada, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) informó que en 2015 la pobreza en América Latina creció, mientras que en Uruguay se redujo. A esto se suma el descenso en la cantidad de niños y adolescentes uruguayos bajo la línea de pobreza, que en 2004 se ubicaba en el 60% y diez años después descendió a 18,4%.

    No obstante, dos organismos internacionales —Cepal y Unicef— advirtieron que si bien el índice de pobreza que se mide por los ingresos bajó, hay hogares que presentan otras carencias que afectan el bienestar­ de los menores de 18 años.

    La pobreza se puede medir por el ingreso de los hogares, pero también por una serie de dimensiones como el acceso a la educación, el hacinamiento o la calidad de la vivienda. Según una investigación sobre “Pobreza y privaciones múltiples en la infancia en Uruguay”, presentada por Cepal y Unicef el martes 29 y elaborada por Victoria Tenenbaum y Maira Colacce, “la consideración de estas dimensiones permite identificar a los grupos más vulnerables —que presentan carencias en varias dimensiones— y contribuye al diseño de políticas enfocadas específicamente en estos grupos”.

    “Esto no es un sustituto de la medición de la pobreza por ingreso, sino un complemento que es importante conocer y analizar”, explicó la directora de Cepal Verónica Amarante.

    Gustavo de Armas, representante de Unicef, dijo que si bien Uruguay logró bajar de forma considerable la pobreza entre los niños y adolescentes, aún quedan “dimensiones que no son captadas por la pobreza monetaria y son claves para el desarrollo y bienestar­” de las personas.

    Las dimensiones analizadas en el estudio para el período 2006-2014 fueron: hacinamiento, características estructurales de la vivienda, elementos de confort, educación, información y vida (referido al acceso a electricidad, teléfono, radio/televisión) y salud (que incluye saneamiento, origen y suministro del agua).

    A partir de esas dimensiones se elaboró un indicador sobre privaciones múltiples. Según el estudio, esas privaciones en niños y adolescentes pasaron del 47,8% en 2006 al 36,3% en 2014, una reducción mucho menor al descenso de la pobreza monetaria registrado en el mismo tramo de edad y en un periodo similar, que cayó de 51,9% a 18,4%. “Estas disímiles tendencias muestran que el crecimiento económico y la reducción de la pobreza monetaria no se traducen en similares mejoras en el acceso al bienestar”, señala el informe.

    Las condiciones de la vivienda y el confort o equipamiento del hogar son las dos dimensiones donde se concentran los mayores porcentajes de privación en el periodo analizado. En 2006 ambas rondaban el 25%. En 2014, casi el 20% de los menores de edad tenían privaciones con relación a la vivienda y el 14% respecto al confort. Otra dimensión importante es la de hacinamiento, que en 2014 se ubicó en 11,5% (en 2006 era el 20%).

    “El tema vivienda es bien importante y no solo se ha hecho menos, sino que es más difícil de hacer, porque hay exigencias que no solo pasan por el Ministerio de Desarrollo Social o políticas de transferencias, sino que pone énfasis en la vivienda y el entorno”, explicó Colacce­ a Búsqueda­­. Lo más urgente son “los pisos, paredes y techos”, agregó Tenenbaum.

    Durante la presentación del trabajo, la subsecretaria de Desarrollo Social, Ana Olivera, advirtió que si no se le resuelve “el piso y el baño” a una familia, esta seguirá “reproduciendo” la pobreza.

    Colacce dijo que las “carencias importantes” que tienen los hogares se enfrentan primero con las mejoras en los ingresos. “Los hogares traducen los logros en bienes que son más fáciles de comprar y después más lentamente van mejorando los aspectos más difíciles, como es el caso de la vivienda”, explicó. Pero aclaró que solucionar ese punto no es fácil para las familias.

    En el área que más se avanzó es en la mejora de los baños, afirmó Colacce. Hoy menos del 5% de los niños y adolescentes tienen carencias en ese tema. De esa manera se reducen los riesgos sanitarios, agregó.

    Si se analizan las privaciones múltiples por tramos de edad, se observa que quienes tienen entre 15 y 17 años son los más afectados. Esto se explica por la dimensión que mide el acceso a la educación: en esas edades es cuando se produce el mayor rezago o deserción del sistema educativo.

    Si los datos se observan por región, la situación más crítica se da al norte del río Negro, donde en promedio el 54% de los niños y adolescentes tienen al menos una privación. En el sur el promedio es de 41%.

    Transferencias monetarias.

    El trabajo también analiza la cobertura de las políticas de transferencias en los niños y adolescentes que tienen privaciones en el periodo entre 2007 y 2014. “Se observa una alta cobertura de los programas de transferencias en la población pobre multidimensional. Sin embargo, aún queda un porcentaje importante de la población que se encuentra en situación de privaciones múltiples y no recibe las transferencias (casi 20% en 2014)”, señala el informe.

    Según las autoras, hay varios factores que explican la situación. Por un lado “es posible que estas personas no sean elegibles para las prestaciones” que otorga el Ministerio de Desarrollo, ya que deben ser alcanzadas por un índice especialmente construido para recibir dinero a través de algunos de los programas.

    En segundo lugar, las prestaciones “más importantes en cobertura”, que son las asignaciones familiares, “exigen la asistencia a un centro educativo y la realización de controles periódicos de salud para mantener el beneficio”.

    “Esta es una restricción importante para los adolescentes, en especial los de 15 a 17 años, entre los cuales la inasistencia es un problema importante. De hecho, esto puede explicar gran parte de la falta de cobertura entre los pobres multidimensionales, dado que no asistir a un centro educativo genera al mismo tiempo la inclusión como pobre y la exclusión de la transferencia”.

    Las autoras señalan que también puede ocurrir que existan hogares que no soliciten la prestación aun cuando formen parte de la población objetivo.

    Información Nacional
    2016-03-31T00:00:00