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    Las fábricas en zonas francas y la refinería generan 27% de toda la producción industrial; el “núcleo duro” pierde peso

    “Lo que estamos cambiando es el paradigma. Te podés instalar en el interior, a 400 kilómetros, en el Uruguay más profundo y vas a tener las condiciones de conectividad, infraestructura y logística para ser competitivo”, afirmó el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, el jueves 9 cuando el gobierno participó del anuncio de la inversión —de US$ 136 millones— por parte de la empresa Lumin que construirá una planta de producción de tableros contrachapados en Cerro Largo.

    La forestación ganó peso en la producción industrial en los últimos tiempos. Sin embargo, hace 15 años que el principal cambio en la estructura productiva del sector industrial es la incorporación de la pasta de celulosa que se produce en las zonas francas. Y ese fenómeno de expansión industrial por fuera del “núcleo duro” manufacturero se profundizará a fines de marzo con la puesta en marcha de UPM 2, en Paso de los Toros.

    Actualmente, más de un cuarto (27%) del valor de producción industrial se genera en las zonas francas (celulosa y alimentos concentrados) y la refinería de petróleo de Ancap.

    “Cada día que pasa, la importancia que tienen las zonas francas dentro de la industria es mayor”, dijo a Búsqueda el asesor económico de la Cámara de Industrias (CIU), Sebastián Pérez.

    Mientras las plantas estuvieron en construcción, esas megainversiones incidieron en el nivel de actividad de algunas ramas industriales, como la cementera, siderúrgica, metalúrgica y sustancias químicas. Pero luego de que comenzaron a operar la producción manufacturera retomó su inercia, explicó.

    Por eso, si se hace una especie de radiografía del tejido industrial de los últimos 15 años no se observa un cambio “sustancial” en las ramas que la conforman ni en su participación. A trazo grueso, la producción fabril mantiene el nivel de actividad que tenía en 2006, antes de la puesta en marcha de la primera planta de celulosa (la exBotnia).

    Ese estancamiento relativo se registró al tiempo que ocurrió un proceso de extranjerización de las unidades productivas, un aumento de la inversión en máquinas y equipos —que estuvo acompañado de una disminución de los puestos de trabajo en el sector—, una reconversión de negocios a la importación y el cierre de varias fábricas emblemáticas.

    Fue con la puesta en marcha en 2007 de la planta de Botnia (ahora UPM) que comenzó a distinguirse estadística y conceptualmente entre el “núcleo duro” industrial y la producción fabril realizada en zonas francas. Ahí se incluyó la fabricación de alimentos y concentrados de Pepsico y más adelante se sumó la producción de Montes del Plata. A fines de marzo, cuando comience a producir UPM 2, el “núcleo duro” volverá a perder peso relativo en el total de la industria y ganará participación la actividad industrial de los enclaves libres de impuestos

    Según datos del Instituto Nacional de Estadística analizados por la CIU, el “núcleo duro” perdió participación: pasó de 74,8% en 2006 a 73,3% en 2018.

    En tanto, el peso de la fabricación de pulpa de celulosa creció de 0,8% en 2006 (que entonces realizaba Fanapel, en Juan Lacaze) a representar el 9,7% en 2018. La fabricación de la rama “Otros productos alimenticios” (que principalmente recoge la actividad de Pepsico) aumentó de 8,2% a 10,6% en ese período.

    Si además se considera, la actividad de refinación de petróleo que realiza Ancap en La Teja —que en 2018 representaba 6,5%—, llega a 27% la participación de lo que está por fuera del “núcleo duro” industrial.

    El corazón de la actividad manufacturera estaba conformado por 17.355 empresas y empleaba a 157.246 trabajadores (formales e informales), según datos al 2021 procesados por la CIU. En zonas francas, las plantas de celulosa y la producción de concentrado de bebidas y alimentos ocupaban a 4.500 personas.

    Pérez distinguió las realidades competitivas que separan a las empresas del “núcleo duro” de la producción en zonas francas. Estas últimas “son industrias que por más que usan bienes agropecuarios tienen otro nivel de tecnología, de productividad y pagan otros salarios. Pero a costa de que no les cobramos un peso de impuesto a la renta, de que le hacemos un marco legal como si no estuvieran en Uruguay, y todavía que no le cobramos nada además nos cuesta plata poner la infraestructura al servicio de ellos. Es paradigmático lo que nos cuesta traer empresas de primer nivel. (…) Estas empresas tienen la materia prima al lado, cursos de agua al lado para sacar su producción y si no lo tienen le hacemos el ferrocarril. Tienen leyes donde no rigen los monopolios, importaciones y exportaciones exoneradas… ¡Qué dejamos para el que está en territorio nacional!”, cuestionó. (*)

    El asesor económico de la CIU destacó la inversión de Lumin en Cerro Largo como una experiencia distinta que tendrá otro esquema de funcionamiento al no estar en territorio franco.

    Estructura “sin reconversión”. 

    Si se mira a la industria en su conjunto, a pesar de la incorporación de la pasta de celulosa el sector redujo su participación en la economía. En 2006 la industria representaba el 14,5% del Producto Bruto Interno del país y en 2021 era el 10,7%. Ello sucedió porque el promedio de la economía creció a mayor tasa de la industria, analizó Pérez. Y, por otro lado, porque como sucedió en el mundo, se dio un proceso de deslocalización de las actividades que antes se desarrollaban dentro de las fábricas y que hoy pertenecen a otros sectores de actividad (transporte y logística, mantenimiento, servicios profesionales, etc.).

    “Cada vez más, la industria se queda con el core del negocio y terceriza todo el resto”, apuntó.

    “En términos gruesos, la industria mantiene su nivel de actividad. Está relativamente estancada, porque la situación en la que hoy estamos parados no deja de ser muy parecida en nivel de producción que hace 10 o 15 años para atrás. Y en el medio hubo cambios de estructura, pero tampoco fueron sustanciales en este período. Se dejan de hacer algunas actividades que tenían más cuestionada su capacidad competitiva, como son textiles, vestimenta, calzado, cueros y crecen otras actividades más intensivas en capital, como la química y la farmacéutica”, analizó Pérez.

    Entre 2006 y 2018, mientras se fabricaron y exportaron millones de toneladas y dólares de celulosa y de concentrados alimenticios, la estructura del “núcleo duro” industrial procesó pocos cambios.

    Las ramas que tienen mayor peso en el total son “Elaboración de productos alimenticios y bebidas” con el 38% y los frigoríficos con 11%. Ambas mantienen su participación si se las compara entre 2006 y 2018.

    En base al análisis de los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares procesados por la CIU al 2021 la elaboración de productos alimenticios del “núcleo duro” empleaba a 59.455 trabajadores.

    A su vez, algunas ramas ganaron participación: la fabricación de sustancias y productos químicos representaba 11% y en 2018 pasó a 17% (sumando fabricación de productos farmacéuticos).

    También aumentó el peso en el total la elaboración de productos lácteos (de 6% a 7%), de panadería (de 3% a 5%), de aceites y grasas de origen vegetal y animal (de 0% a 1%), entre otras, como la fabricación de vehículos automotores (de 1% a 2%).

    Entre las que perdieron peso hay varias manufacturas tradicionales, como el caso del cuero y productos conexos (que pasó de 7% a 3%), textiles y prendas de vestir que cayeron en igual proporción y alcanzaron el mismo nivel de 3%.

    A su vez, con el crecimiento de la publicidad en línea, los portales web, las redes sociales y la facturación electrónica, las actividades de “Impresión y reproducción de grabaciones” pasaron de 5% a 2%, mientras que la elaboración de bebidas malteadas cayó de 6% a 4%, entre otras divisiones con menor peso que disminuyeron un punto porcentual como la fabricación de productos de caucho y plástico, de productos minerales no metálicos (cemento), por ejemplo.

    Entre los cambios “incipientes”, el asesor económico de la CIU destacó que en los últimos años algunas industrias alimenticias innovaron en el modelo de negocio.

    “Tradicionalmente Uruguay produce y exporta alimentos basados en su propia materia prima, como carne, lácteos, etc. Ahora, además de eso, hay industrias alimenticias que importan la materia prima, la procesan acá y la venden al exterior”, señaló.

    Como ejemplo, mencionó la operación de AAK, de origen sueco-danesa, que produce en su planta de Paso de la Arena aceites y grasas vegetales que exporta a la región y cuyo destino es la elaboración de chocolates, golosinas, productos lácteos, de panadería y pastelería. Otro ejemplo es el de la firma del actual presidente de la CIU, Fernando Pache, que elabora cacao en polvo y otras materias primas para las industrias chocolateras, fábricas de dulces, galletitas, golosinas y demás.

    Pérez también aludió a la manufactura de café que realiza Nestlé en Uruguay de la línea Starbucks que exporta al mundo, entre otros productos.

    Pero esa transformación en el modelo de negocios del sector responde a cuestiones de mercado, no a un proceso de reconversión.

    “Hay pocos fenómenos de reconversión. Al revés, diría que la típica reconversión industrial fue cerrar la fábrica y pasar a ser importador. Ahora lo sigue siendo, pero menos. El grueso de esa transformación ya se dio. También hay casos, pero no es algo tan fuerte como se dio unos años atrás, de cierre de empresas o la venta del negocio a trasnacionales”, agregó.

      (*) La versión original de ese párrafo fue ajustada.
    • Recuadro de la nota

    El 2023 “no va a ser fácil”