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Ambientada en 1890, esta adaptación de la novela de Guy de Maupassant fotografía la ciudad de Budapest como si fuera el París del novecientos (salvo lugares muy identificables) y logra una ambientación de época muy vistosa en sus tomas exteriores, en la que las técnicas digitales (que debe haberlas) no son tan obvias como en otras superproducciones de época contemporáneas. Es que antes el sistema de los grandes estudios permitía la construcción de enormes escenarios cuya realización hoy es impracticable. Y a esto se lo ha sustituido por creaciones digitales que simulan —tal vez más detalladamente— amplias escenografías donde es difícil para el ojo descubrir el truco. Pero al elegir Budapest, que es una ciudad europea que conserva intactas sus partes históricas, se ha optado por filmar a la antigua, en escenarios reales.
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Maupassant (1850-1893) tuvo una vida corta, a lo largo de la cual escribió apenas seis novelas pero más de 300 cuentos y relatos. Bajo la protección de Gustave Flaubert, trabajó como cronista de actualidad en periódicos de la época, paralelamente con su carrera literaria. El cine registra adaptaciones de cuentos y novelas del autor al menos desde 1909. Las más famosas son “Bola de sebo” (que inspiró “La diligencia” de John Ford, en 1939), “El placer” de Max Ophüls (1952), “La fiesta campestre” de Jean Renoir (1936), “Una vida” de Alexandre Astruc (1958) y varias adaptaciones de “Pierre et Jean”, incluyendo “Una mujer sin amor” de Luis Buñuel (1952). Su segunda novela, Bel Ami (1895, llevada al cine al menos una docena de veces), retrata el ascenso de un joven pobre y arribista en la sociedad parisina de fines del novecientos, en los albores de la Belle Époque.
Georges Duroy (Robert Pattinson) vuelve de la guerra de Argelia y pasa hambre en un cuartucho lleno de cucarachas, pero una noche en un burdel reencuentra a un antiguo compañero de armas, Charles Forestier (Philip Glenister) que le da una mano y le consigue trabajo. Claro, la tarea no es propia de un palurdo hijo de campesinos analfabetos, porque se trata nada menos que de escribir artículos en el periódico “La Vie Française”. ¿Quién lo ayuda? Pues la propia esposa de Forestier, la bella Madeleine (Uma Thurman), quien a su vez lo hace circular entre damas elegantes, una de las cuales, Clotilde (Christina Ricci), se convierte en su amante. Pero otra igualmente bella, aunque más madura, Virginie (Kristin Scott Thomas), es la esposa del dueño del diario, Rousset (Colm Meaney), y no tardará en sucumbir a los encantos del joven.
¿A cuáles encantos? El lánguido vampiro de la saga “Crepúsculo” no se distingue precisamente por su gallardía. No es Alain Delon y a lo sumo sería intercambiable con Ashton Kutcher, lo cual no es un elogio. El hueco principal de Bel Ami es su protagonista, que tiene que estar todo el tiempo frente a la cámara, pretender que es un consumado seductor y poner a sus pies a todas las mujeres influyentes de París, porque la tesis de la novela de Maupassant es que el poder es ejercido por los hombres pero quienes deciden todo son sus mujeres. La ironía hubiese dado para una jugosa sátira de costumbres, pero la dupla Declan Donnellan-Nick Ormerod, con libreto de Rachel Bennette, olvida que la acción se desarrolla en Francia (la promiscua Francia de aquella época) y le adosan una inconveniente flema británica, equivocando la intención. Craso error.
Con semejante actor (¿?) protagónico y ese cálculo erróneo, Bel Ami es una linda postal de época privada de perversidad y malicia, aunque invoca como al pasar algunas claves políticas que deja por el camino. Se salvan las mujeres, porque cada una de ellas tiene el empaque necesario como para ganar la partida, a pesar de que nadie cree en verdad que pierdan la cabeza por semejante figurita de revista del corazón para teenagers.
“Bel Ami”. Gran Bretaña-Italia, 2012. Directores: Declan Donnellan, Nick Ormerod. Con Robert Pattinson, Uma Thurman, Kristin Scott Thomas, Christina Ricci. Duración: 102 minutos.
