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    Las tres edades

    Steve Jobs, de Boyle, Sorkin y Fassbender

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    Con demasiada frecuencia se da por sentado que Steve Jobs fue un genio. Y no se cuestiona demasiado que reciba el mismo epíteto que, por ejemplo, Isaac Newton, quien desarrolló el cálculo matemático, describió las leyes de la dinámica, la teoría del color y la Ley de gravitación universal antes de cumplir los 25 años. Jobs (1955-2011), un aplicado, inteligente y exitoso empresario de la industria informática y del entretenimiento, ideó gadgets elegantes, funcionales y otorgadores de status, y parecía estar conectado en un sentido amplio y elevado; su conexión era con la tecnología y con lo espiritual. Según la construcción mediática de su personalidad, fue un ser complejo, de carácter difícil, y la noción posmoderna del genio todavía viene asociada a la idea romántica del alma torturada, del ser incomprendido, lo que justifica rabietas, maltratos del cerebro adelantado a todos los que no están tan adelantados como él, porque, claro, el señor es un genio y hay que entenderlo. Quizás por eso cada vez que se habla de Jobs se da por sentado que se está frente a la presencia del “genio”. Esta película, en cambio, se integra a las filas de los retratos o acercamientos que no dan por sentado esa premisa.

    Dirigido por el maestro británico Danny Boyle —cineasta versátil, de una intensidad visual impactante—, Steve Jobs se aparta de las convenciones que suelen presentarse en las biopics, especialmente de aquellas con tendencia a la hagiografía, y en particular se aleja de Jobs (2013), en la que Ashton Kutcher está físicamente igualito, aunque la producción no pasa de ser una limitada dramatización documental de la vida de Jobs.

    Esto es otra cosa. La trama de Steve Jobs se crea a partir del libro biográfico del mismo título escrito por Walter Isaacson que el guionista Aaron Sorkin, ganador del Globo de Oro por este trabajo, y ganador del Oscar por el libreto de Red Social, construye a partir de los momentos previos a tres presentaciones de productos. Estos instantes son los lanzamientos de Macintosh, del cubo de Next y el de iMac, realizados en 1984, 1988 y 1998 respectivamente. A modo de backstage, el filme, de evidente carácter teatral, con escenas casi siempre en interiores, muestra a Jobs, interpretado por Michael Fassbender —nominado al Globo de Oro—, en una intimidad rara y urgente, porque en el primer acto, por ejemplo, Jobs está por salir a escena a presentar su producto y necesita que la computadora diga “Hola”, que apaguen la luz de los carteles que dicen “Exit” para que todo sea perfecto y, en medio de todo, se aparece una ex, Chrisann Brennan (Katherine Waterston) junto a Lisa, la hija que durante unos años se negó a reconocer y que tampoco ayudó económicamente, hasta que descubrió algo en ella. Los diálogos aceitados y cargados de información de Sorkin viajan con elegancia y velocidad en el ambiente tan exquisitamente encuadrado por Boyle (hay una escena en la que se ve salir a Jobs y compañía del “corazón” de Alan Turing), que decidió ilustrar cada época con una tecnología diferente: 16 mm (primer acto: 1984), 35 mm (segundo acto: 1988) y digital (tercer acto: 1998). En cada época hay un Jobs diferente: en el primer acto es más impulsivo, más reflexivo en el segundo y definitivamente más maduro, y dispuesto a escuchar, en el tercer acto.

    Fassbender ni siquiera es muy parecido físicamente a Jobs, y sin embargo a los 15 minutos, el actor desaparece, y lo que se queda en pantalla es su interpretación, que es fascinante, genuinamente intensa. El alemán muestra la personalidad de un hombre seductor, manipulador, ameno, ciertamente frágil, tierno y oscuro, un individuo observador, atento a los detalles, siempre activo y, sí, que se creía un capo. Razones tenía, es cierto. Pero no estaba solo tampoco.

    Jobs tuvo la fortuna de contar con grandes secundarios. Y esta película también. Aunque no parece mucho, Seth Rogen interpreta a Steve Wozniak, cofundador de Apple, que estuvo en las instancias en las que aparece en el filme, pero a los efectos dramáticos queda fenomenal, porque es un contrapeso importante, un complemento que muestra precisamente hasta dónde Jobs necesitó de otros para llegar adonde llegó. Jeff Daniels encarna a John Sculley, famoso por ser el tipo que echó a Jobs de Apple, la compañía que él mismo fundó. Es cierto que Daniels lo compone como una variación del personaje que hace en The Newsroom, y quizás sea la actuación menos trabajada. Michael Stuhlbarg da vida a Andy Hertzfeld, diseñador de software de Apple, con quien Jobs tuvo una relación tirante. Y Kate Winslet, que interpreta a Joanna Hoffman, jefa de marketing de Macintosh. Winslet se llevó el Globo de Oro por este papel. Puede que al comienzo cueste reconocerla detrás de esas gafas y ese cambiante acento como la mano derecha del cofundador de Apple, la que estuvo cuando las papas quemaban.

    Steve Jobs. EEUU, 2015. Director: Danny Boyle. Guion: Aaron Sorkin sobre el libro Steve Jobs, de Walter Isaacson. Con Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels, Katherine Waterston. Duración: 121 minutos.

    Vida Cultural
    2016-01-14T00:00:00