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    Legisladores católicos que voten por la eutanasia se autoexcluirán de la Iglesia; si se aprueba, se verá cuán “provida” es el gobierno

    Daniel Sturla está agotado. “He trabajado mucho, quizás demasiado, por eso ahora me siento medio cansado, sabiendo que todavía, si Dios me da vida, me quedan mucho años más, ¿no?”, dice. A los 62 años, es uno de los cardenales más jóvenes de la Iglesia católica y en teoría le quedan 13 años como arzobispo de Montevideo, cargo que ocupa desde febrero de 2014.

    Con las variantes del Covid-19 amenazando y una agenda legislativa que le preocupa, a Sturla el 2022 no le promete una pausa.

    La pandemia que comenzó en 2020 fue un “bombazo” para la Iglesia católica de la capital, explica Sturla, porque cortó un proceso de revitalización que impulsa desde que asumió el arzobispado. “Se había detenido la curva de descenso de la participación en la vida de la Iglesia”, dice en una entrevista con Búsqueda.

    Al cardenal le inquieta el avance en Uruguay de una agenda legislativa “fabricada” en el extranjero, que incluye el matrimonio entre personas del mismo sexo, la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo y de la eutanasia. Los dos últimos, en particular, instalan una “cultura de la muerte” y del “descarte”, advierte.

    La legalización de la eutanasia y el suicidio asistido es objeto de debate y hay legisladores del Frente Amplio, el Partido Colorado y el Partido Nacional que, todavía con matices, apoyan la medida. Si llega a ser ley, Sturla espera que el presidente Luis Lacalle Pou la vete. Además, dice, los parlamentarios católicos que la voten se autoexcluirán de la Iglesia.

    —Lleva ocho años de arzobispo y siete de cardenal. ¿Ha alcanzado los objetivos que se planteó?

    —He trabajado mucho, quizás demasiado, por eso ahora me siento medio cansado, sabiendo que todavía, si Dios me da vida, me quedan mucho años más, ¿no? Mi objetivo es evangelizar y que la Iglesia sea un actor más en la sociedad plural, y no que esté ahí arrinconada. Después, para mí es claro que tenemos que llegar a los barrios populares de Montevideo. Ahora, ¿se ha avanzado? Antes de la pandemia estaba contento porque se había detenido la curva de descenso de la participación en la vida de la Iglesia en Montevideo; veníamos en un bajón y la curva se había ido frenando. Y me parece que la Iglesia es un actor que es tenido en cuenta, ha tenido más resonancia y eso es positivo. También ha habido bombazos, por ejemplo, en el año 2016 cuando saltan una cantidad de escándalos por el abuso de menores. Y después, lo de la pandemia, que ha sido una cosa muy dura para todo el mundo, también para la Iglesia. Veníamos en un momento muy lindo, teníamos una propuesta de Iglesia nacional, un congreso eucarístico, que es toda una movida que llevaba un año de preparación, faltaba el año de concreción y tácate. Eso, quieras que no, te detiene una movida que venía interesante.

    —¿Previo a la pandemia se había revitalizado el espíritu de la institución?

    —Sí, sí, creo que sí.

    —En un documento publicado meses atrás, usted advierte sobre la existencia de una “nueva ola glacial secularizadora” que no afecta únicamente a los no creyentes, “sino que ha ido penetrando en la misma Iglesia”. ¿No es contradictoria su mirada optimista prepandemia con la que refleja ese documento?

    —Creo que eso otro es más profundo, viene desde la época posterior al Concilio. En la mentalidad de la gente católica penetró la idea de que lo religioso, lo sobrenatural, la dimensión de la vida eterna, la salvación del alma, todos esos elementos claves debían quedar medio entre paréntesis. Se fue más por el lado de la solidaridad, el servicio al otro, el trabajo con los pobres. Eso último está fantástico siempre y cuando no se corte la relación explícita con Jesucristo que te salva. Muchas veces se ha corrido el peligro de hacer un cristianismo sin Dios, un cristianismo sin fe. “Yo no tengo fe, pero tengo valores cristianos”, dicen. Esos valores cristianos son los mismos valores que tiene cualquier persona medianamente sensible, empática, pero no es la dimensión religiosa.

    —¿No logró revertir o combatir esa ola?

    —Toda la generación nueva de sacerdotes, seminaristas y los jóvenes que están en la Iglesia la tienen clarísima. Hay una diferencia importante entre la generación joven de curas, que son pocos, que tienen un sentido mucho más espiritual, mucho más “religioso”, que, de repente, la generación que vivió la etapa posconciliar, que ya son mayores y que fueron los que tuvieron que sacudirse de un pasado demasiado rígido o que consideraron demasiado espiritualista. En el medio estuvo toda la gente que se educó en los colegios católicos, en las parroquias, con un sentido más de educación en valores que de educación religiosa.

    —El papa Benedicto XVI hablaba de que la Iglesia católica sería más pequeña pero más sólida. ¿Va en línea con lo que dice?

    —Yo creo que sí. El tema es que esa Iglesia pequeña tenga claro para qué está. Es decir, lo primero es que los fieles encuentren que pueden vivir en la Iglesia la dimensión religiosa y espiritual. ¿Qué es lo que pasa hoy en muchos barrios populares de Montevideo? La necesidad social la cubre la Iglesia católica, la gente va a formarse a la Iglesia católica, pero su dimensión espiritual y religiosa no la vive en la Iglesia católica, sino en otras iglesias. La obra social Tacurú cumple una tarea social impresionante, pero religiosamente no llega. Ahora, ¿esa gente no vive la dimensión religiosa o la vive en otro lado? ¿Y por qué entonces no somos capaces de llegar con la dimensión del anuncio religioso y de la vivencia religiosa a la gente, sobre todo en los barrios populares?

    —En los últimos tiempos bajaron directivas a los colegios católicos para que profundicen su trabajo religioso…

    —En estos tres años, que empezaron este año, mi prioridad es fortalecer la catequesis en las parroquias y los colegios. Ahora hicimos un acuerdo con la conferencia episcopal española para publicar en Uruguay, con modificaciones locales, el catecismo español para primera comunión. ¿Para qué? Porque hicimos una encuesta con la consultora Equipos y aun los católicos no tienen las nociones básicas de la fe. Cuando recorrés, encontrás gente en situación de calle que te recita un pasaje de la Biblia o te canta un salmo, y son todos de iglesias evangélicas. Entonces, ¿cómo puede ser que nosotros los católicos no logremos transmitir y que la gente nuestra sepa y aprenda?

    —¿Tiene la Iglesia católica mejor relación con este gobierno que con el anterior?

    —La Iglesia se relaciona bien con todos los gobiernos. Y yo con el gobierno anterior creo que tenía buena relación. Lo que pasa es que ahora hay mucha gente de Iglesia que está en distintos ministerios, etcétera. Hay una relación mía con el presidente de la República. Por ejemplo, en el Ministerio de Educación y Cultura hay mucha gente de la Universidad Católica, entonces, bueno, eso crea una natural relación fluida.

    —¿Eso les abre más espacios que antes?

    —No. Creo que tiene una parte positiva, que es la relación fluida. Y una parte que no es tan positiva que es: como estamos cercanos, no tenemos esa cuestión más institucional que a veces ayuda en la relación entre instituciones. ¿Me explico?

    —¿Puede dar algún ejemplo?

    —Hay veces que una relación más formal permite encuadrar mejor algunas cosas. De todos modos, no hemos tenido ningún problema con el gobierno.

    —Pareciera que la Iglesia católica es un actor con mayor validez ahora.

    —Sí, pero el Mides llamó al sacerdote Mateo Méndez, en su momento, para dirigir el Interj (Instituto de Rehabilitación Juvenil). Convenios INAU-Iglesia católica se han hecho con todos los gobiernos.

    —Parece que Cabildo Abierto es quien tiene una agenda legislativa y discursiva más afín a la de la Iglesia católica. ¿Comparte ese análisis?

    —No sigo todo lo que Cabildo Abierto dice o hace, pero en algunos elementos se ha dado que sí. Pero ahora, por ejemplo, el diputado del Partido Nacional Rodrigo Goñi ha liderado la oposición al proyecto de eutanasia e impulsó cambios a la ley de cuidados paliativos. O sea, sí ha habido una crítica fuerte a la ideología de género desde Cabildo Abierto, que la comparto, siempre y cuando, como en todas las cosas, hay que matizar mucho de qué hablamos, ¿verdad? Porque es un tema complejo, que no está del todo claro, pero en cuanto tal, a lo que llamamos ideología de género sí, comparto la crítica. Después hay que ver qué estamos diciendo unos y otros, porque yo creo que hay un tema de respeto a las personas como tales, en cuanto a su dignidad y sus opciones, que entiendo que es clave.

    —La línea del Partido Nacional quizás, al ser un partido más grande es distinta…

    —Más grande y amplio, y hay sectores que piensan distinto. Por ejemplo, hay gente del Partido Nacional hoy que está con la eutanasia. Una cosa insólita que se dio en este país es que cuando se votó la ley del aborto, el Partido Colorado votó en bloque que no porque lo declaró asunto político. En cambio, en el Partido Nacional hubo un voto a favor.

    —En ese momento estaba Pedro Bordaberry, quien hizo pesar su liderazgo en el Partido Colorado para que se tomara esa decisión. Usted no era arzobispo cuando se votó la despenalización del aborto ni el matrimonio entre personas del mismo sexo, dos leyes cuestionadas por la Iglesia católica. ¿Esperaba que el cambio de gobierno evitara la aparición de nuevos proyectos que le preocupan, como el de la eutanasia?

    —Es natural que aparezcan porque es algo que en todo el mundo occidental se está dando. Es como una agenda que se ha fabricado, que incluye una cantidad de leyes que en los distintos países se van tratando y se van aprobando, y que van creando una mentalidad que yo juzgo equivocada. Comienza con la despenalización del aborto, después el matrimonio igualitario y la eutanasia. Como explica el papa, aunque con distintos matices para cada una de estas leyes, llevan a una cultura de la muerte o una cultura del descarte, sobre todo lo que se refiere al aborto y la eutanasia. Pero es parte de una agenda mundial. No estoy hablando de conspiraciones mundiales, porque no sé y creo que nadie puede llegar a descubrir si existen o no, pero que hay sí una ideología atrás, que de algún modo procura que estas leyes se vayan aprobando, es cierto. Entonces, que estas leyes lleguen acá no me extraña.

    —Usted hablaba de fabricación. ¿Quién es el fabricante de estas leyes?

    —Por supuesto que están los complotistas, los que tienen teorías del complot. Yo no la tengo, porque no tengo cómo tener base real de que esto exista. Lo que sí, es que uno ve que aquí y allá van siendo aprobadas. Y ve que las consecuencias terminan siendo lo que está pasando ahora en Europa: la bajísima tasa de natalidad; el miedo en los países donde se aprobó la eutanasia a lo que significa llegar a la vejez; y todo lo que implica una cultura del descarte de los chicos que puedan nacer con alguna dificultad, que son descartados desde el vientre de la madre. O sea, hoy nos consideramos con la capacidad de poder decir quién puede existir y quién no. Eso sí, después levantamos los carteles contra la pena de muerte. Hay una contradicción que lleva después a esa realidad que se está viendo en países como Holanda, donde los que sí crecen son aquellos con una clarísima identidad, que en el caso de estos países son los musulmanes, que crecen con una clara identidad, que tienen muchos hijos y que poco a poco van aumentando en poder, en población, en influencia social y un día, en gobernar.

    —¿Pero hay alguna relación entre la baja de la natalidad y esas leyes?

    —No, no, yo creo que es una mentalidad, una mentalidad que se crea. Más allá del hecho en sí, de las leyes como tales, hay una mentalidad que hace desconfiar de la bondad de la vida. ¿Cuántas parejas hoy se están casando y no quieren tener hijos? Eso es algo impensable en la humanidad hasta hace bien poco. Ese no deseo de tener hijos tiene atrás una mentalidad, que es la de que la vida al final no es tan buena, no es tan bueno vivir. Entonces, creo que toda esa mentalidad común de que no es tan bueno vivir…

    —Puede ser “qué bueno que es vivir sin hijos”...

    —Bueno, entonces es la mentalidad egoísta total de que yo me realizo pero no quiero que otros se realicen.

    —¿Le pediría al presidente Lacalle Pou que vete la ley de eutanasia si se aprueba, como hizo Tabaré Vázquez con la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo?

    —Primero, confío en que no se apruebe. Si se llegara a aprobar, por supuesto que desearía que el presidente la vetara, pero no como un pedido mío o de la Iglesia católica. El presidente ha demostrado tener la capacidad de mirar un poquito más por encima de la vicisitud política del momento y tiene que descubrir que eso, en definitiva, va contra la libertad humana y el derecho primordial del hombre, que es el derecho a la vida.

    —Algunos promotores del proyecto dicen que otorgar ese derecho es dar más libertad a las personas.

    —Exacto. Ese es el revestimiento “humanista” que se le da a estas leyes. Concretamente en el caso de la eutanasia: el tema no es solamente lo que se legisla, sino la mentalidad que crea. La mentalidad que crea a una persona que llega a una determinada edad es: “Soy un peso, una carga para los demás y, por lo tanto, es preferible que me muera a que viva”. Eso es una mentalidad tremenda y creo que va en contra del ser mismo de la persona. Decía Aristóteles que el ser tiende a la conservación y esto va contra el deseo mismo de vivir. La mentalidad que se crea es: “Yo soy una carga”. Ahora, ¿en qué momento soy una carga? ¿Porque tengo una edad demasiado alta? ¿Porque estoy enfermo? ¿Porque estoy deprimido, bajoneado? En una sociedad que se plantea el tema del suicidio como algo superpesado por las cifras que tenemos, se promueve la eutanasia y el suicidio asistido. ¿Dónde se ponen los límites? Después se ponen límites artificiales, como son los tres meses para el aborto.

    —El contrato social está basado en cuestiones artificiales, arbitrarias. ¿Cuántos años de condena se le asigna a alguien por un delito u otro?

    —Ahí está el gran tema cuando el derecho natural pierde su fuente, ¿no? De algún modo el gran drama, pienso, es cuando se pierde la fuente. Obviamente para mí la fuente es Dios, pero si querés sacarle la palabra Dios y poner la gran fuente como el humanismo judeocristiano; bueno, en ese humanismo judeocristiano hay una clave que es el amor a la vida humana y el respeto a la dignidad de toda persona humana. Y en ese sentido, nadie tiene el derecho con respecto a la vida de los otros, pero tampoco a ser el dueño de su propia vida. Hay un concepto cristiano básico de que uno es administrador y no dueño. Y eso no me quita mi libertad, sino que me hace consciente de que algún día rendiré cuentas. Y eso, obviamente, crea una mentalidad distinta que la mentalidad del que se erige en fuente de derecho.

    —Algunos obispos de Estados Unidos sostienen que Joe Biden no debería comulgar por su apoyo a la despenalización del aborto y la eutanasia. Cuando se aprobó la despenalización del aborto, hubo planteos de que los legisladores que la votaran debían ser excomulgados. ¿Los parlamentarios uruguayos que profesan la fe cristiana pueden sufrir algún tipo de castigo o reprimenda por votar el proyecto de ley de eutanasia?

    —Creo que eso está totalmente fuera de nuestro horizonte uruguayo. Entonces, allá que se arreglen.

    —Pero el planteo no es nada que no se haya discutido o se pueda discutir aquí.

    —En Uruguay eso no se da, porque queda fuera de nuestra mentalidad. Pero es obvio que en cualquier grupo humano, aquel que va contra una ley elemental de ese grupo queda excluido. Eso pasa en un partido político, en un club de fútbol, en una asociación de lo que sea. Obviamente, el que siendo católico va contra un principio fundamental de la Iglesia católica se autoexcluye, no es que va a salir un decreto de excomunión. Biden, para mí, está autoexcluido, pero él después le busca la vuelta.

    —¿Pero puede ir a comulgar?

    —Ese problema que lo arregle el arzobispo de Washington.

    —Si mañana un legislador uruguayo católico vota a favor del proyecto de eutanasia y después va a tomar la comunión, ¿se la da?

    —(Ríe y se toma unos segundos) Hablaría con él.

    —Lacalle Pou declaró que la agenda de su gobierno es “provida”. ¿Le parece que eso se ve reflejado en la política pública?

    —Habría que ver bien a qué se refirió el presidente. Pero me parece que un gobierno que ha logrado bajar a la mitad la pobreza en los últimos meses, merece al menos que se diga que está trabajando a favor de la vida. En el buen manejo a favor de la pandemia, también es a favor de la vida. No estoy de acuerdo con la ley de interrupción voluntaria del embarazo, pero que se cumpla lo que está establecido en la ley y que no se siga incentivando, creo que es positivo. Creo que si se alinea a favor de la vida en esto de la ley de la eutanasia, también es una prueba de si es un gobierno a favor de la vida.

    • Recuadro de la entrevista

    “Es posible” que el papado de Francisco haya perdido impulso