Primero, lo bueno. Que en cine tuvo bastante. El drama familiar Manchester frente al mar, el oscuro thriller El otro hermano, el musical-policial Baby, el aprendiz del crimen, el horror y la comedia combinados en ¡Huye!, el deslumbrante neo noir Blade Runner 2049. También: Logan, La chica sin nombre y Frantz, el hombre que amé. Y también los documentales El Bosco: el jardín de los sueños, Los niños, La once, Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas y Jim & Andy: The Great Beyond. Nota personal: si hay que elegir una única película para ver en el año, me quedo con Blade Runner 2049, una experiencia cinematográfica tan estimulante que la presencia de Jared Leto casi que no me molesta.
Algunas series: The Deuce, David Simon, James Franco, Maggie Gyllenhaal y el germen del porno en 1970 en Nueva York. Big Little Lies, sexo, mentiras y malicia. GLOW, mujeres luchadoras de los 80. Better Things, las trincheras de la existencia adulta según Pamela Adlon. Dark, retorcida versión made in Germany de Stranger Things. Y encima de todo: BoJack Horseman: la respuesta afirmativa a la pregunta ¿puede una animación ser clave para entender el malestar de una época?
Lo malo. Tres películas representativas: La momia, Un bello sol interior y El círculo.
Lo feo. La versión live action del animé Death Note (Netflix no siempre acierta). La parodia uruguaya Misión no oficial, una broma diluida y demasiado dependiente de la complicidad del espectador.
Otra nota personal: no haber tenido la fuerza de voluntad ni la disponibilidad de tiempo ni la estructura neuronal suficiente para ver completa la nueva temporada de Twin Peaks.
J.A.F
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Lo bueno. El descubrimiento de la joven pianista Arta Arnicane (Letonia-Suiza) por su luminosa versión del Concierto Nº 17 de Mozart con la Filarmónica de Montevideo bajo la batuta de Ligia Amadio. Una respetable pianista mozartiana a tener en cuenta.
La lustrosa versión de las Variaciones Goldberg de Juan Sebastián Bach que hizo el pianista compatriota Homero Francesch en el ciclo Grandes Intérpretes en el Teatro Solís. Setenta y cinco minutos ininterrumpidos de un discurso de gran claridad musical en el que se sostuvo siempre la lógica armónica interna de la obra y en el que también se mantuvo a todo lo largo la concentración y el silencio del público asistente.
La visita del joven pianista británico Benjamin Grosvenor que trajo a estas latitudes el Centro Cultural de Música. Grosvenor tiene solo 24 años y se paseó con gran autoridad por Schumann, Granados, Scriabin y Liszt. Pero lo que asombró fue su interpretación de la sonata Claro de luna de Beethoven. Memorable de principio a fin.
La presencia magnética y carismática del veterano maestro Benjamin Zander al frente de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Boston, formada por más de cien jóvenes de entre 12 y 21 años. Un concierto inolvidable por todo lo que Zander dijo de cada obra, por la transparencia, el vigor y la musicalidad puestos en la Sinfonía Nº 5 de Prokofiev y por el emocionante cierre fuera de programa con la majestuosa variación Nimrod, de las Variaciones Enigma, de Edward Elgar.
Lo malo. Los viejos problemas que periódicamente golpean la gestión del Auditorio Adela Reta y en particular de la Ossodre. Renuncias, enroques de cargos, una dirección artística colegiada que no ha dado en la tecla, el alejamiento de su joven director estable Martín García mediante una carta-renuncia que descubre un rosario de falencias.
Y es una lástima que la bienvenida aparición del Ensemble Latinoamericano, un conjunto de 30 músicos uruguayos y extranjeros con alto nivel de profesionalismo convocados por el joven director compatriota Diego Naser, que tuvo una excelente presentación en la sala Nelly Goitiño, haya quedado en ese solo concierto y que Naser haya tenido que abandonar esa iniciativa para hacerse cargo de la Ossodre en sustitución de Martín García. Es de esperar que los tentáculos del pulpo burocrático no terminen devorando también a este otro joven valor de nuestro medio musical que ya tiene reconocimiento internacional.
R. P. de L.
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Lo bueno, más que bueno, buenísimo, fueron los dos conciertos de Walt Weiskopf en el Festival Internacional de Jazz de Punta del Este en enero de 2017, de por sí un evento sólido y de calidad sostenida por donde se lo mire. Weiskopf, uno de los exponentes del saxo tenor actual más removedores, con un sonido propio, distintivo en las primeras notas, es de los que te conducen a la música con la inmediatez de un chute de felicidad, para olvidarte de lo que ocurre a tu alrededor y vivir en un bosque frondoso de maravillosas combinaciones de sonidos. Además, Weiskopf tiene la postura, la impronta del héroe en el momento de empuñar el saxofón: con la pierna derecha levemente flexionada, la mirada hacia el cielo y todo el aire del mundo para soplar.
Si hay que elegir un solo libro, El cielo de los animales (Edhasa), de David James Poissant, un escritor nacido en Syracuse, Nueva York, hace 36 años, que debuta con estos 15 relatos, algunos breves, otros más largos, casi todos muy ingeniosos, frescos, con un sentido netamente visual (los escritores jóvenes traen más cine que literatura en sus venas) y sobre todo emocionantes. El libro se abre y se cierra con los mismos personajes —un padre y un hijo— y cuando terminás la lectura, sencillamente te preguntás: ¿y ahora qué?
Lo bueno de Netflix (que subió su tarifa, pero sigue valiendo la pena): la serie Twin Peaks, del ingobernable David Lynch, una apuesta a lo imaginativo e inquietante sin importar las reglas de juego; el documental I Called Him Morgan, del sueco Kasper Collin, sobre la vida y la música del trompetista de jazz Lee Morgan, asesinado por su esposa una noche de 1972 en un boliche neoyorquino; Krisha, escrita y dirigida por Trey Edward Shults (29 años), un drama familiar con un empleo de la banda sonora como pocas veces se ve incluso en el buen cine independiente, y Jim & Andy: The Great Beyond, sobre la vida de Jim Carrey durante el rodaje de El mundo de Andy (temo por la vida de Carrey: está sentado sobre un polvorín de angustia).
Y en cine voy con la local Ojos de madera, de Roberto Suárez (parece Lynch, parece Polanski, parece Buñuel, pero es Suárez) y el policial Sin nada que perder (Hell or High Water), de David Mackenzie, con guion de Taylor Sheridan y un maravilloso Jeff Bridges como un policía que está a una de jubilarse cuando a un par de forajidos les da por atracar bancos de caja chica.
Lo malo, el descuido en las proyecciones de Moviecenter (que antes eran las mejores) y la crónica situación del Sodre, que iba bien con Bocca y Grieco y ha vuelto a estar atado con alambres.
Lo feo, la nula respuesta de María Julia Muñoz, la ministra de Educación y Cultura, cuando se pidió su opinión en temas relativos a cultura.
E.A.L.
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Lo bueno: las excelentes exposiciones en el Museo Nacional de Artes Visuales y los catálogos que las acompañan. Hubo muestras de José Cúneo, de Nelson Romero, de Horacio Añón, la impactante Bienal de Arte Textil Contemporáneo, y ahora la de Lacy Duarte: Antología. Pero si hay que nombrar una, elijo la muestra Guillermo Fernández: la travesía de un maestro, que se puede visitar hasta el domingo 28 de enero. Allí están sus exquisitos retratos, los bosquejos que fue dejando en cuadernos y libretas, sus trabajos abstractos, los de su etapa torresgarciana y sus piezas de madera. Además, un video proyecta algunas de las entrevistas que le hicieron y que lo muestran como un hombre tan talentoso como afable. Gran homenaje y rescate a 10 años de su muerte.
En televisión nacional también hubo algo bueno: Humor y política, un nuevo ciclo del programa El origen de Canal 12. Conducido por Facundo Ponce de León, con una gran producción de Mueca Films, el programa investigó cómo fue hacer humor en dictadura y cuando volvió la democracia. Hubo algunas sorpresas y la presencia de humoristas inolvidables.
Un libro: Obra reunida, de Juan Rulfo (Eterna Cadencia). En el centenario del escritor mexicano, se reeditaron en un solo tomo sus tres únicos libros: El llano en llamas (relatos), El gallo de oro (novela) y su primera obra maestra: Pedro Páramo. Toda su obra y su genialidad en poco más de 300 páginas.
Otro libro: Historietas reunidas de Jorge Varlotta (Criatura Editora). Es un rescate de los trabajos menos conocidos del escritor Mario Levrero, publicados a veces solo y otras junto con el dibujante Lizán. El humor gráfico de una época en la que florecían revistas, dibujantes y guionistas.
Una serie documental: Abstract. The Art of Design. En ocho capítulos la serie sigue el proceso creativo de ocho diseñadores en áreas tan variadas como la tipografía, la ilustración, la escenografía, los zapatos deportivos o los autos. Hoy esos diseñadores son los más famosos y millonarios, pero cuando empezaron tuvieron que pelearla con mucho trabajo y paciencia. Excelente producción de Netflix y una investigación rigurosa. La serie misma es ejemplo del buen diseño.
Lo feo: que en las salas de cine uruguayas ofrezcan cada vez más proyecciones de películas dobladas al español, en lugar de subtituladas. La razón que dan los encargados es más preocupante que escuchar a los personajes decir “me mola un montón” o “gilipollas”: el público no quiere leer los subtítulos. Da miedo.
S.T.