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    Logros en energía y telecomunicaciones y trancazo en educación y ferrocarril marcan vínculo entre programa y praxis de gobierno

    El Plan Ceibal y la liberalización de la marihuana, dos de las novedades más rutilantes y audaces de los gobiernos del Frente Amplio, no fueron previstas en los programas de gobierno.

    La distribución gratuita de computadoras a todos los escolares del sistema público fue una idea que le propuso el ingeniero Miguel Brechner al entonces presidente Tabaré Vázquez al final del 2006, el segundo año de su primer gobierno, mientras que legalizar la marihuana integró un paquete de medidas para mejorar la seguridad pública, a sugerencia del ex ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, a mediados de 2012, cuando el homicidio de un empleado de la cervecería La Pasiva puso en jaque al gobierno de José Mujica.

    El caso de choque más brutal entre teoría y práctica fue la ley del aborto, que Vázquez confiaba no tener que vetar. Lo hizo en 2008 después de que el Parlamento, con mayoría de su partido, la sancionó. Mujica actuó de manera opuesta cuando el oficialismo volvió a aprobar una ley sobre el tema.

    Esos ejemplos notorios y otros que se presentaron durante la era que comenzó en marzo de 2005 no invalidan, según sus dirigentes, la importancia que el Frente Amplio otorgó a los programas de gobierno.

    Pero no siempre hubo un plan. Según el historiador Carlos Demasi, hasta 1965 no hubo documentos escritos. Demasi explicó a Búsqueda que el Frente Izquierda de Liberación (Fidel) y el Movimiento por el Gobierno del Pueblo de Zelmar Michelini, aún dentro del Partido Colorado, fueron pioneros en la materia.

    En 1971, cuando el debutante FA lanzó las 30 medidas de gobierno, los partidos uruguayos no presentaban planes a la ciudadanía porque a pesar de la tradición democrática del país, se depositaba más confianza en los candidatos que en propuestas escritas.

    Ese mismo año, el principal presidenciable blanco, Wilson Ferreira Aldunate, presentó “Mi compromiso con Ud.”, con medidas nacidas de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) de la década anterior.

    Energía versus educación.

    En opinión del ex director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) Enrique Rubio, uno de los dirigentes frenteamplistas más reconocido por haber trabajado en los asuntos programáticos, el balance es muy positivo para rubros como energía y telecomunicaciones y mucho más sombrío en educación y transporte ferroviario, dos sectores clave para el desarrollo.

    Los politólogos Adolfo Garcé y Jaime Café ya habían advertido en 2004 que “al suturar tan cuidadosamente lo viejo y lo nuevo (el frenteamplismo y el progresismo) la izquierda ha perdido la oportunidad de hacer un ejercicio de sinceramiento histórico” (Búsqueda N° 1.273).

    Rubio prefirió no ser tan drástico y explicó que no existe un gran desfase entre lo escrito y la praxis porque ya en 1985, sin que mucha gente lo percibiera debido al jolgorio que significó la vuelta a la democracia, el Frente había desterrado de sus documentos algunas medidas revolucionarias en el agro, la banca y el comercio exterior. Así, cuando en 2003 hubo que ponerse a trabajar en torno al programa, los recortes no fueron tan dramáticos.

    Otro factor que jugó fue que antes de abandonar el FA, el sector liderado por el senador Hugo Batalla había logrado aggior­nar las propuestas más radicales, algo que se consolidó también debido a la caída del llamado socialismo real que había liderado la Unión Soviética.

    Durante la campaña electoral de 2004 que lo llevó a la presidencia en su tercer intento, Vázquez presentó en el salón Azul de la Intendencia de Montevideo cinco módulos bajo el título “La transición responsable” de “El gobierno del cambio”. Los módulos fueron: Uruguay social, Uruguay productivo, Uruguay innovador, Uruguay integrado y Uruguay democrático. Luego se agregó un sexto que formuló en el Teatro El Galpón: Uruguay cultural.

    Para Pablo Anzalone, un frenteamplista que participó en la Unidad Temática de Salud, una de las transformaciones clave del primer gobierno, si bien existió cierto “miedo” a demasiadas definiciones “que luego crearan problemas al que gobierna”, muchas de las medidas adoptadas nacieron de los aportes sumados de la sociedad organizada, los académicos, la estructura de los partidos y la militancia.

    Esta suma destacó en energía, en la que la práctica de gobierno superó al programa, en telecomunicaciones y salud, cuyos aportes fueron la base del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) e incluso en materia de impuestos.

    Sin embargo, en educación, un área en que había muchas expectativas porque la izquierda tenía una consolidada masa crítica, no hubo acuerdo, de modo que Vázquez llegó por primera vez a Suárez y Reyes sin un rumbo claro.

    En 2010, en cambio, el Frente logró un texto común, pero según Anzalone no fue usado durante el gobierno encabezado por Mujica.

    En general, los frenteamplistas asumen sin rodeos las carencias en educación y la salida del actual gobierno de los técnicos reformistas como Juan Pedro Mir y Fernando Filgueira lo ponen en claro.

    Otro ámbito en el cual el gobierno naufragó y la letra del programa y la praxis se distanciaron de forma notoria fue la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE), un ente considerado clave para sacar la producción, en especial de madera y cereales, con costos razonables.

    Aunque ya en el primer período Vázquez proclamó que en su escritorio tenía “dos Biblias”, la Constitución y el Programa, la experiencia de gobierno fue marcando el ritmo respecto al segundo. Además de que muchos aspectos estaban colocados apenas como objetivos estratégicos y no instrumentales, entre otras cosas porque se requería consenso y además para generar pocos problemas electorales.

    ¡Bienvenida.inno­­­va­ción!

    Rubio considera que uno de los aspectos programáticos más destacados y con valor estratégico es el de la innovación. Con el apoyo de la fundación alemana Fesur, que posibilitó el programa Cientis, se lograron avances para buscar salir de la dependencia de los commodities apostando al complejo biológico y a la ingeniería.

    El manejo de las empresas públicas, la inserción internacional, la reforma del Estado o la descentralización, son otros casos en los que el programa se fijó metas luego difíciles de aterrizar.

    “La Cancillería aplica una política diferente a la que dispone el programa”, apuntó Anzalone, quien sostiene que en general “la praxis se comió la discusión ideológica programática, debatiendo más táctica que asuntos globales”. La política impositiva, opinó, es otro caso evidente en que “el programa es más de izquierda que la práctica de gobierno”.

    Anzalone pone énfasis en que la dificultades se deben sobre todo a que la uruguaya es “una sociedad partidocrática y estadocrática que lleva a un debilitamiento de los procesos de cambio”.

    Tanto para el Partido Comunista (PCU) como para el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), uno de los problemas para aplicar el programa es “el enorme poder del Ministerio de Economía” por encima de los demás Ministerios.

    Carlos Coitiño, dirigente del PVP, que cuenta con un solo diputado, dijo a Búsqueda que uno de los problemas más serios es el débil vínculo entre el Frente, la sociedad y el Poder Ejecutivo.

    Coitiño recordó que en abril de 2004 se aprobó un documento para crear la agrupación nacional de gobierno con sectores sociales, parlamentarios y representantes del Poder Ejecutivo, pero que no se puso en práctica. Eso se ve de forma clara en la educación, donde “no hemos tenido capacidad de defender lo que hemos hecho” o en defensa, en el que se llegó a “exorbitar el poder de las Fuerzas Armadas”, dijo.

    La praxis de gobierno también demostró que algunas propuestas eran sencillamente inviables. Unas se llevaron adelante con polémica interna, como el complejo sucroalcoholero en Bella Unión, y otras quedaron solo en el papel. Entre estas últimas, el caso más paradigmático es el frigorífico estatal multimodal reivindicado por el PCU pero que no contó con apoyo.

    Para el abogado Hoenir Sarthou, que militó en el Frente Amplio por más de 40 años, algunas medidas adoptadas por la coalición de izquierda en el ejercicio del poder son difíciles de tragar. “¿Quién iba a pensar que en un gobierno frenteamplista se iba a bancarizar el país?”, se preguntó en una entrevista con Búsqueda, cuando “la consigna histórica era nacionalizar la banca”.

    “Nadie esperaba tampoco que se produjeran fenómenos de extranjerización y concentración de la tierra en un gobierno de izquierda, nadie esperaba que vinieran empresas multinacionales, básicamente del sector de la soja y de la madera, la celulosa”, criticó.

    Esas cosas, añadió, “no era lo que siempre se había anunciado, y sin embargo fue lo que se hizo”.

    Un punto clave para medir cómo se aplicó el programa es la distribución de la riqueza. Cuando el Frente Amplio ganó las elecciones por primera vez, el 10% más rico de la población ganaba 18 veces más que el 10% más pobre. Nueve años después, esa brecha había bajado a 12, pero con un crecimiento sostenido que expresa las dificultades para avanzar en el objetivo.