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    Los intentos de suicidio recurrentes entre niños y adolescentes desde los ocho años cada vez son más severos, reveló un estudio

    “Antes se veía en la adolescencia tardía, ahora es en la temprana y en la niñez. Cada vez son menores”, dijo Loreley García, profesora agregada de la Clínica Pediátrica B de Facultad de Medicina, tras la presentación de un trabajo sobre intentos de autoeliminación el jueves 4 durante el XXX Congreso Uruguayo de Pediatría. La investigación aportó los últimos números disponibles sobre reintentos de autoeliminación en niños y adolescentes disponibles en el país y dejó preocupados a los médicos.

    Son “alarmantes estas cifras”, opinó Soledad Pandolfo, profesora adjunta de la Clínica Pediátrica C, tras la presentación del trabajo.

    El estudio presentado analizó los casos de niños y adolescentes que ingresaron al Centro Hospitalario Pereira Rossell por al menos un segundo intento de autoeliminación, es decir, que han intentado suicidarse una vez antes por lo menos. Revisaron historias clínicas de 2012 y analizaron su información. “La mayor prevalencia fue en mujeres de 14 años”, dijo al presentar los datos la médica Belén Villafuerte, estudiante de posgrado de Pediatría en la Clínica Pediátrica B.

    Repiten.

    Ese año 24 niños y adolescentes ingresaron al hospital por, al menos, un segundo intento de suicidio. Catorce reingresaron con su segundo intento, ocho en un tercer intento y dos realizaban su cuarto intento. El promedio de tiempo entre el primer intento y el segundo fue de 11 meses, entre el segundo y el tercero transcurrieron cuatro meses y entre el tercer intento y el cuarto fueron aún menos, tres meses.

    “Coincide con lo descrito en la bibliografía: durante el primer año la tasa de reincidencia es mayor, y luego del segundo intento el tiempo entre ellos disminuye”, explicó Villafuerte. El trabajo apunta a “entender la conducta suicida como un continuo”, indicó.

    Peor.

    Una evaluación detallada del último intento de autoeliminación permitió concluir que la severidad fue en el 62% de los casos mayor que en el anterior, en el 21% se mantuvo y en ninguno disminuyó.

    Un trabajo realizado por Pandolfo junto a Osvaldo Bello y su equipo en 2008 obtuvo resultados similares. El primer intento era “por impulsividad”, pero los siguientes ya eran más planificados, dijo Pandolfo.

    Más del 50% fue con ingestión de fármacos, según el nuevo estudio. Son los que están al alcance en la casa como Perifar, antihipertensivos, paracetamol y también psicofármacos —ya que algunos los toman de antes— informó a Búsqueda una de las autoras, la médica Angélica Maya, estudiante de posgrado de Pediatría en la Clínica Pediátrica B.

    Ocho.

    De los casos analizados, el niño más chico tenía ocho años y el registro fue tomado hasta los 15 años, según el estudio.

    “Hemos tenido casos de hasta siete años, ese fue el mínimo” en el Pereira Rossell, dijo a Búsqueda Adriana Martínez, profesora agregada de la Clínica de Psiquiatría Pediátrica y responsable de la Policlínica de Intento de Autoeliminación en ese hospital. La policlínica comenzó a funcionar en febrero de 2013 para atender a quienes reinciden, captarlos, tratarlos e intentar prevenir nuevos intentos. La deserción ronda el 30%, igual que a nivel internacional. Entre enero y julio de 2015 recibieron 100 pacientes por intento de autoeliminación, agresión autoinfligida y gesto suicida.

    El niño “está en mayor riesgo de consumar el suicidio” que el adulto porque elige métodos más cruentos: “considera que para morir hay que destruir el cuerpo”, informó Martínez. El concepto de muerte no está bien desarrollado hasta los seis o siete años del niño aproximadamente. Se considera intento de autoeliminación cuando manifiesta, por ejemplo, que su intención es de­saparecer a veces por un tiempo.

    Problemas.

    El equipo de médicos analizó los “antecedentes patológicos” de estos niños y adolescentes. En 15 registraron abuso de sustancias, 20 tenían trastornos psiquiátricos, 14 trastornos del humor, 13 trastornos de conducta y 12 trastornos de la personalidad “B”.

    Siete padecían enfermedades crónicas y algunos más de una. Hubo cuatro casos con obesidad e hipotiroidismo. Cuando el hipotiroidismo no está tratado, uno de sus síntomas es la depresión, explicó Maya. En varios casos el diagnóstico se hizo durante la internación luego del intento de autoeliminación. Martínez informó que la diabetes o la epilepsia también incrementan el riesgo.

    Fueron nueve los niños y adolescentes víctimas o que presenciaron violencia familiar. “Había concomitancias de muchas en un mismo paciente y tenían hasta cinco de estos factores de riesgo”, informó Maya.

    Hay casos en los que el suicidio “se puede evitar, prevenir, pero si los factores de riesgo siguen presentes”, el peligro de que lo intente de nuevo persiste, dijo Martínez.

    Escuela.

    Son chicos que presentan “un riesgo suicida severo y no tienen redes ni factores protectores a su alrededor”, afirmó Villafuerte. Pertenecen a niveles socioeconómicos bajos, familias disfuncionales con baja contención y otros factores de riesgo. Detectaron que el 71% estaba escolarizado pero el 24% presentaba retraso escolar y perdió un año como mínimo. El 24% tenía buen rendimiento.

    “La inserción escolar dice mucho de cómo está el niño. Si juega, aprende, rinde”, comentó Martínez.

    Los niños con intentos “no deben perderse” del sistema de salud y por eso es necesario, además del aspecto médico, abordar el problema “en familia y en la comunidad”, opinó García. Pandolfo destacó la importancia de que los pediatras estén atentos a los factores de riesgo del suicidio, ya que la consulta pediátrica es una oportunidad para captarlos y prevenir los intentos.

    Uruguay está en segundo lugar con los números más altos de suicidio en menores de 35 años, seguido de Cuba.