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En medio de la zafra de venta de toros y a las puertas de un nuevo período de entore, los productores mayoritariamente siguen sin adoptar la práctica sistemática de revisación de los reproductores, comprometiendo el buen rendimiento en sus rodeos y poniendo en riesgo el resultado final en la producción de terneros.
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Aunque no existen estadísticas actuales con relación a cuántos son los establecimientos ganaderos donde la revisación de toros es una práctica habitual, la mayoría de los veterinarios coinciden en que es un porcentaje muy bajo, que puede llegar al 20 % o 25 %.
El médico veterinario (MSc) Rafael Carriquiri, consultado por Campo, aclaró que, en lo nacional, el único relevamiento que hay sobre enfermedades reproductivas y que ya tiene unos 10 años de realizado, ante la consulta específica, determinó que solo el 18 % de los productores practican la revisación de sus toros, mientras que el 82 % no efectuaba ningún tipo de control ni análisis. Si bien en una década esta ecuación pudo haber cambiado, para el doctor Carriquiri las variaciones no son significativas, pudiendo haber mejorado algo ese índice elevando a aproximadamente un 25 % el número de productores que revisan los toros, y sostuvo que “la enorme mayoría no lo hace”. En esto coincidieron los profesionales que vuelcan información sobre índices de gestación en el taller anual que sobre el particular realiza INIA 33 a instancias de la ingeniera de ese Instituto, Graciela Quintans.
Carriquiri dijo que incluso esa cifra se refiere solo a quienes realizan una observación básica, como pasar los toros por el tubo y revisar testículos y pene, ya que el número de productores que sacan muestras para enviar al laboratorio es “casi inexistente”.
Este profesional, que es funcionario del Instituto Plan Agropecuario y realiza su actividad central en el departamento de Rivera, señaló que en esa zona los veterinarios hacen revisación solamente de unos aproximadamente 200 toros, cuando en realidad son utilizados al menos unos 6.000 reproductores, por lo cual la incidencia es “bajísima”.
Evaluó que uno de los motivos centrales que explican estos niveles tan bajos es que los productores no valoran la importancia de los toros, y en segundo lugar, que todavía hay muchos establecimientos que no tienen instalaciones adecuadas para el trabajo con ganado, aspecto este que —según dijo— ha mejorado mucho en los últimos años pero todavía persisten limitantes en muchos casos.
Otro de los problemas señalado por Carriquiri es que en muchos establecimientos se trabaja con rodeos de cría chicos y por consiguiente con pocos reproductores, por lo cual para muchos puede significar un gasto importante debido a que el veterinario debe cobrar el viático del traslado, y muchas veces puede resultar más alto el costo del viaje que la propia revisación. Puso como ejemplo un traslado de 100 km para revisar dos animales, en que el costo no sería para nada eficiente, pero señaló que esto se solucionaría con un mínimo de organización entre los vecinos, agrupándose y coordinando para realizar la tarea.
El impacto de no revisar los toros no está medido en Uruguay, y para este médico veterinario sería un dato relevante para que los productores puedan tomar conciencia de su importancia. Ese impacto puede ser muy variable en función de cuál sea el problema de que se trate. Si se da el caso de una enfermedad venérea, el impacto puede ser muy grande cuando esta ingresa al establecimiento, donde los índices de preñez podrían llegar a bajar hasta la mitad, pero Carriquiri enfatizó que ya el año siguiente puede volver a incidir en 5, 6 o 7 puntos y el productor no lo detecta. Dijo que el problema del toro es que el animal puede perderse uno o dos celos por un dolor en el lomo, o una molestia en un ojo, o porque la fertilidad no le alcanza, y que si bien puede no ser una incidencia fuerte, “roba puntitos” de preñez que bajan los índices generales.
Este médico veterinario dijo no explicarse cómo un productor que realiza una inversión de U$S 3.000 o U$S 4.000 en un toro muchas veces haciendo un esfuerzo importante, no esté dispuesto a invertir “unos pocos pesos” en la revisación de ese reproductor. “Si compran una moto le hacen un mantenimiento, pero al toro no”, señaló.
Claves para la revisación
Carriquiri señaló que a los toros hay que revisarlos todos los años, independientemente del origen y del uso que hayan tenido y que la evaluación de la aptitud reproductiva tiene 4 grandes capítulos:
1. El estado sanitario y general del animal. El toro no puede estar ni muy gordo ni muy flaco. Las dos condiciones son malas para su fertilidad. Incluso evaluar la evolución del animal, ya que si ha perdido mucho peso en el invierno también es negativo para su fertilidad, aun cuando lleguen con buen peso al momento del entore.
2. Hay que inspeccionar todo el aparato reproductor masculino (prepucio, pene, testículos, epidídimo y toda glándula accesoria) y constatar que no presente ninguna anomalía.
3. Observar cómo se comporta el toro frente a una vaca en celo. Si tiene interés sexual, si identifica la vaca en celo, si la monta, si cumple un servicio completo y no manifiesta ningún tipo de problema, dolor o ninguna característica negativa.
4. Descarte de enfermedades venéreas. Hay que tomar muestras del prepucio de todos los toros todos los años para tener la seguridad de que no se introdujo ninguna enfermedad venérea que provoque problemas reproductivos muy serios y que después de que se instala en el establecimiento genera todos los años pérdidas que a veces no son tan evidentes en el inicio, pero que roban con certeza puntos de preñez.
Explicó que otro aspecto que puede tenerse en cuenta es la evaluación de la calidad seminal, que generalmente se hace cuando hay algún indicador clínico que genere sospecha.
En el caso de la circunferencia escrotal, que indica el volumen de los testículos y está vinculada con la fertilidad, debe tenerse en cuenta que testículos más grandes producen más espermatozoides y tienen capacidad de preñar más vacas. Señaló que ese dato, junto con la capacidad de servicio, puede indicar cuántas vacas pueden asignarse a cada toro.