Las más de 300 páginas en las que quedó registrado el interrogatorio a Burzaco y los otros testimonios recogidos en el juzgado son una ventana al mundo de la corrupción en el fútbol. Describen reuniones para complotar, mecanismos de pago de sobornos, acuerdos y traiciones que permitieron, en casos como el de Eugenio Figueredo, embolsar millones de dólares antes de sufrir “golpes de Estado” motivados por la ambición de sus competidores.
Vida de reyes.
El fútbol en esas esferas no es un deporte. Mucho menos un juego. El fútbol, detalló Burzaco, es un “negocio integral” con “tres patas”: política, economía y deporte. Y para ser bueno “hay que cultivar relaciones” en las tres.
Burzaco es un testigo fundamental del gobierno de Estados Unidos. Estuvo al frente de Torneos desde el 2006 hasta que estalló el FIFAgate en 2015 y decidió colaborar con la investigación a cambio de una reducción de la pena. Su declaración, a la que accedió Búsqueda, se enmarcó en el juicio que enfrentan los exdirigentes Juan Ángel Napout (Paraguay), José María Marín (Brasil) y Manuel Buga (Perú) por el presunto pago de sobornos.
El empresario frecuentaba las reuniones de la Conmebol y coincidía con los dirigentes en los eventos más importantes del fútbol mundial. Era testigo privilegiado de la vida que se daban ellos y sus familias; cruceros por el Danubio para esposas, hijos y nietos, choferes a disposición en cada país, hoteles cinco estrellas, entradas vip para diversos eventos. Parecían reyes.
A veces compartía su jet privado con Julio Grondona, presidente de la Asociación Argentina de Fútbol y vicepresidente de la FIFA durante más de 30 años. Era el hombre fuerte del fútbol y Burzaco necesitaba tenerlo como aliado.
Cuando Grondona viajaba a Asunción, donde está la sede de la Conmebol, lo recibía en la pista de aterrizaje una comitiva encabezada por Nicolás Leoz y Figueredo, dos exdirigentes acusados de corrupción. La caravana de Mercedes Benz negros salía rauda hacia las oficinas de la Conmebol, a cinco minutos de distancia. Allí lo esperaba el staff para saludarlo, en un escenario decorado con decenas y decenas de banderas argentinas.
El trato preferencial a los directivos de la Conmebol incluía el pago de coimas. Burzaco dijo que empezó a sobornar desde el momento en que se volvió accionista de la empresa en 2005. Era una práctica instaurada desde principios de los 90 por sus antecesores, entre ellos el fundador de Torneos, Luis Nofal.
A partir del año 2000 el esquema se hizo más complejo. Ese año las empresas Torneos y Traffic (que pagaba coimas desde los 90 por los derechos de la Copa América) unieron fuerzas para comprar la televisación de la Copa Libertadores de América, el campeonato de clubes más importante de la Conmebol, a través de T&T Sports Marketing. Dos años después, Traffic vendió su participación a Fox PanAmerican Sports.
¿Quiénes recibían coimas?, preguntó la Fiscalía norteamericana a Burzaco. Era más sencillo preguntar quiénes no.
Con unas pocas notables excepciones, todas las posiciones en el Comité Ejecutivo de la Conmebol; el secretario general, los vicepresidentes, el tesorero y siempre, también, el presidente.
En cuanto a los sobornos que entregaba Torneos, Grondona tenía la “última palabra” sobre quién debía recibir y cuánto. En la empresa lo habían apodado El Papa.
Grondona era quien recibía más sobornos. Cobraba por los partidos amistosos de la selección argentina, por las eliminatorias, por los torneos de Libertadores y Sudamericana, “y algunos otros sobornos que no recuerdo específicamente para qué eran”, declaró Eladio Rodríguez, directivo de Torneos encargado de controlar el pago de sobornos. Rodríguez, también colaborador de la Justicia a cambio de una reducción de la pena, fue interrogado el 30 de noviembre en el juzgado de Nueva York, informó el periodista de Buzzfeed Ken Bensinger.
En el caso de Grondona, todo se pagaba en efectivo.
En una segunda escala del esquema de T&T, al menos hasta la muerte de Grondona en 2014, estaban Leoz (durante décadas presidente de la Conmebol), Figueredo (vicepresidente y luego presidente) y Ricardo Teixeira (presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol).
Figueredo y otros dirigentes recibían su “cuota” anual, según Burzaco.En el caso del expresidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), al menos desde el 2006 fueron US$ 600.000 cada año como consecuencia del contrato que le aseguraba a T&T los derechos de la Copa Libertadores de América.
En 2013, cuando Leoz dio un paso al costado y Figueredo asumió al frente de la Conmebol, el uruguayo obtuvo “tratamiento presidencial”: US$ 1.000.000 al año.En su caso, los pagos se realizaban en el primer semestre del año a través de sociedades anónimas, cuentas bancarias en Suiza y contratos ficticios que justificaban las transacciones.
A las coimas anuales se sumaban, en ocasiones, desembolsos para que los dirigentes firmaran contratos específicos. Para la extensión de un acuerdo en 2008, por ejemplo, T&T tuvo que entregar US$ 1.000.000 a Grondona y a Leoz, y US$ 500.000 para Figueredo y para dos ejecutivos más.
Una de las excepciones a la regla, según Burzaco, fue Sebastián Bauzá, quien presidió la AUF entre 2009 y 2014. El empresario argentino primero dijo que no había recibido sobornos, aunque después aclaró que no podía estar seguro.
“Me fue solicitada una coima para Sebastián Bauzá”, dijo Burzaco en el interrogatorio. “Pero no puedo confirmar que se la hayamos pagado”.
—¿Quién solicitó dinero para él?
—En 2013, cuando Eugenio Figueredo se convirtió en presidente de la Conmebol, vino a mí y me dijo que quería incluir a Sebastián Bauzá en los pagos de sobornos anuales por la Copa Libertadores y Sudamericana, ya que estaba recibiendo quejas de Bauzá por estar afuera.
Torneos, a través de una de sus sociedades anónimas, transfirió US$ 400.000 a Figueredo para que le pagara a Bauzá. Burzaco no preguntó qué había sucedido con el dinero.
El ex vicepresidente de la FIFA denunció en la Justicia uruguaya que Bauzá había recibido US$ 400.000 de coimas y que él mismo se los había entregado. Sin embargo, las autoridades no encontraron pruebas que sustentaran la acusación y archivaron el caso.
El rival más temido.
En el relato de Burzaco y de otros testigos quedaron en evidencia las disputas internas en la Conmebol. Era una puja por el dinero.
Una tarde, en 2010, Burzaco esperaba en un pasillo de la sede de la Conmebol. Del otro lado de la puerta, el Comité Ejecutivo discutía qué hacer con los contratos de televisión. Los presidentes de las federaciones de Paraguay, Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela y Bolivia habían formado una nueva mayoría y querían hacerla valer. Ahora tenían poder. Grondona salió de la sala, encaró al empresario y le preguntó si había chance de aumentar los pagos. Eso evitaría que los rebeldes rompieran el acuerdo con T&T.
Los insurrectos exigían varias condiciones: aumentar el precio del contrato, participar en las decisiones sobre el torneo y, sobre todo, recibir su parte. Querían entre US$ 400.000 y US$ 500.000 para cada uno, relató Burzaco.
El empresario dijo que consiguió el aval de sus socios en T&T para ampliar el contrato y las coimas. Además, comenzó a trabajar en acuerdo con los hermanos Hugo y Mariano Jinkis, dueños de la empresa Full Play, otra de las que pagaban coimas para asegurarse derechos de televisación en varios países. Los hermanos tenían buenos vínculos con los seis rebeldes.
El “grupo de los seis” sumó un séptimo integrante en 2012, según Burzaco. Ese año asumió la presidencia de la federación chilena Sergio Jadue y consiguió que le pagaran sus US$ 400.000 anuales.
Pero algo más complejo sucedió en 2012 a los ojos de Burzaco. Los derechos de televisión eran un negocio floreciente y, como consecuencia, un competidor de peso entró al ruedo con más fuerza. Francisco Casal “quería desarrollar una cadena deportiva en América Latina” y eso era malo para los negocios.
Era un competidor duro porque tenía una larga experiencia y expertise en coimear a todos los dirigentes del fútbol de la región. Y eso era una gran amenaza para T&T.
Burzaco decidió aumentar el pago a dos de los integrantes del “grupo de los seis”: los presidentes de las federaciones de Colombia y Venezuela. Su “anualidad” creció de US$ 400.000 a US$ 600.000.
Consultado por el fiscal acerca de quién era Casal, el argentino dio un pantallazo sobre su trayectoria en Uruguay: desde sus inicios como representante de jugadores hasta quedarse con los derechos del fútbol local y de la selección.
De acuerdo con la versión de Burzaco, Casal quería acceder a los derechos del fútbol sudamericano desde finales de la década del 2000. Para ello intentó que Burzaco y Nofal “traicionaran” a sus socios y acordaran con él. Añadió que Casal le ofreció “una coima” si lograba que los derechos que tenía T&T quedaran en su poder. El argentino le respondió que no.
Y cuando se dio cuenta de que eso no iba a pasar, no iba a pasar conmigo, empezó a acercarse directamente a los dirigentes de fútbol, presentando ofertas (a la Conmebol) sin sustento económico porque no tenía ni la infraestructura ni la distribución en América Latina para comprar los derechos.
El uruguayo había ofrecido negocios a la Conmebol al menos desde el 2006. Primero planteó crear una Copa de Campeones de la Libertadores, un torneo nuevo que pudiera televisar, y luego comenzó a pujar por los derechos que tenían Torneos y sus socios.
En octubre del 2012, con Casal otra vez a la ofensiva, el empresario argentino debió “reagrupar sus fuerzas” para combatirlo. Eso requirió la ayuda de Hugo Jinkis, quien lo apoyó a cambio de entrar en el negocio.
Burzaco temía que los hermanos ganaran poder a costas de los sobornos que pagaba Torneos. Pese a sus dudas, la necesidad de hacer frente a Casal lo llevó a transar.
Jinkis organizó un desayuno en el hotel La Faena, en Puerto Madero, en el que participaron Grondona y varios presidentes de las federaciones de fútbol regional. El objetivo de la reunión era discutir los temas que estarían más tarde en el orden del día del Comité Ejecutivo de la Conmebol, citado en Buenos Aires.
¿Cuál era el tema principal en discusión?, le preguntaron a Burzaco. “Rechazar la oferta de Paco Casal” y extender los derechos de televisión de T&T hasta el 2022, respondió.
Los esfuerzos cristalizaron en diciembre del 2012, dos meses después del desayuno en Puerto Madero, cuando la Conmebol y T&T firmaron una extensión del contrato vigente, que implicaba un nuevo aumento de los pagos para la Conmebol. Y también crecieron las coimas.
Casal sostenía que el acuerdo era US$ 68 millones inferior a su oferta.
El primer caído.
Los sobornos eran moneda corriente en la Conmebol desde hacía décadas y no solo los repartían Torneos y Full Play. Mientras la empresa de Burzaco pagaba por la Copa Libertadores, Traffic, de José Hawilla, hacía otro tanto por los derechos sobre la Copa América y de los campeonatos de Brasil, su país natal.
Hawilla se declaró culpable en Estados Unidos y es otro de los testigos del gobierno norteamericano en el FIFAgate. Según declaró, Traffic sobornó al menos desde 1991.
El brasileño contó que fue una de las primeras víctimas de los seis presidentes que se rebelaron en la Conmebol en 2010.En su caso, rompieron el contrato que la organización tenía con Traffic. Hawilla no se quedó quieto y presentó una demanda contra la organización y sus directivos.
Los involucrados en el esquema de corrupción se preocuparon: era una invitación a que los negocios fueran investigados por la Justicia. En acuerdo con Grondona, Burzaco y los Jinkis crearon una sociedad anónima con sede en Uruguay —llamada Datisa— para quedarse con el torneo de selecciones sudamericanas. Hawilla fue incluido en el negocio a cambio de dejar de lado el juicio.
Los dirigentes del fútbol salieron ganando otra vez. El “grupo de los seis” embolsó US$ 1.000.000 cada uno. Figueredo, que era presidente de la Conmebol cuando entró en vigencia el acuerdo con Datisa, recibió US$ 3.000.0000.
Las empresas podían pagar eso porque, según sus cálculos, cada edición de la Copa América les reportaba US$ 100 millones de ganancias.
El “golpe de Estado”.
El “tratamiento presidencial” le duró poco a Figueredo.
Napout, presidente de la federación paraguaya, quería al uruguayo fuera de la Conmebol. A comienzos del 2014 se lo propuso a Grondona, pero el argentino lo detuvo. “Era una decisión estúpida” sacarlo tan pronto de su cargo y apenas a meses del Mundial en Brasil, explicó Burzaco.
Napout confiaba en que iba a conseguir su objetivo, según surge de los mensajes de WhatsApp que intercambiaba con Burzaco por aquella época y que son parte de las evidencias del gobierno norteamericano contra el paraguayo.
“Eugenio me escribió que lo van a arreglar. Se pone celoso cuando ve nuestra buena onda”, le escribió Burzaco a Napout.
Consultado en el juzgado acerca de qué significaba la “buena onda”, el argentino dijo que a Figueredo no le gustaba que hablara tanto con Napout, su rival en la interna de la Conmebol.
Burzaco le enviaría otro mensaje un poco más tarde: “No te preocupes. Al final va a salir todo bien y tal y como lo hablamos. Vos controlá a tus tropas”. Su traducción en el juzgado: que estuviera calmado, que en los próximos meses sería presidente de la Conmebol y que mantuviera unido al “grupo de los seis”, sin peleas entre ellos.
La traición a Figueredo estaba casi pronta.
La muerte de Grondona en julio del 2014 aceleró las cosas. El uruguayo, que había asumido en 2013 y en sustitución de Leoz, no aguantó un mes en el cargo sin la protección de El Papa.
Una vez afuera, Figueredo le dijo a Burzaco que su salida tuvo una sola condición: mantener el “tratamiento presidencial” de por vida. Quería cobrar el millón anual hasta su muerte.
No tuvo suerte. Napout, ahora con el poder, le dijo a Burzaco que ese no era el arreglo. Aun así, como Figueredo ocupaba entonces un cargo en el Comité Ejecutivo de la FIFA, había que procurarle “un aterrizaje suave”: recibiría US$ 300.000 en 2015. Y después nada.
Figueredo dejó la Conmebol tras embolsar poco menos de US$ 10 millones de coimas de la empresa Torneos entre 2006 y 2015.Esa cifra incluye solo lo declarado por Burzaco en Nueva York, no tiene en cuenta lo que recibió de esa empresa desde principios de los 90 y hasta que asumió el argentino como CEO. Tampoco lo que habría obtenido de otras compañías que operaban en el sistema y que llevaban décadas sobornando dirigentes.
Antes de que estallara el FIFAgate, los propios involucrados en la corrupción del fútbol se preguntaban cuánto tiempo más podía durar. Hawilla grabó una conversación que tuvo con los Jinkis y con Burzaco, en mayo del 2014, en Miami. El contenido del diálogo es otra evidencia desplegada por el gobierno norteamericano en el juicio, informó Bensinger. El centro de la discusión era el tema que los unía desde hacía años: los sobornos.
“¿Quién puede ser perjudicado por todo esto?”, preguntó el brasileño.
Burzaco le respondió que podían investigarlos en Argentina, Brasil y Estados Unidos. En ese caso, añadió premonitorio, “estamos todos presos. Todos”.
Información Nacional
2017-12-07T00:00:00
2017-12-07T00:00:00