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Puede servir para inspeccionar, fiscalizar o incluso censurar a los ministros y, además, permite que quien convoca a sala a un secretario de Estado por una vez se destaque por encima de sus compañeros del Senado o de la Cámara de Diputados, pero para algunos dirigentes de la oposición es tiempo de revisar ese mecanismo.
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En la actual legislatura, la interpelación ha sido uno de los mecanismos más frecuentes que ha utilizado la oposición para controlar el trabajo del gobierno. Durante el período se llamaron a sala a 17 ministros. Sin embargo, su uso constante ha generado comentarios en cuanto a qué tan eficaz puede ser ese instrumento.
“Creo que no está funcionando bien y me parece que la clave está en el tiempo”, apuntó el senador colorado Ope Pasquet (Vamos Uruguay) sobre el mecanismo de las interpelaciones durante una entrevista en Canal 4 el lunes 11.
Pasquet planteó un tema que se ha discutido en los partidos de oposición a la hora de interpelar: las largas intervenciones de los ministros interpelados.
Para los dirigentes de la oposición esta es una estrategia que se basa en tener la mayoría en cada cámara que asegura el respaldo suficiente al jerarca convocado. “Con mayorías absolutas, las interpelaciones generan estas lógicas”, dijo Fernando Amado, diputado de Vamos Uruguay que el jueves 7 llamó a sala al ministro del Interior Eduardo Bonomi. Esta interpelación generó polémica entre la oposición. El diputado del Partido Nacional Ricardo Berois sostuvo que fue la peor interpelación desde 1985 a la fecha, según el matutino “La Diaria” del lunes 11. Amado argumentó que el objetivo de su interpelación fue recibir información sobre la situación de seguridad y que por esa razón no llevó ningún tipo de moción a sala.
El legislador colorado declaró a Búsqueda que la manera en que el oficialismo enfrenta las interpelaciones termina por “desprestigiar” el mecanismo. “Lo que hacen es dormirla”, señaló. “Y eso va generando una forma de hartazgo” en la gente, añadió.
Durante la interpelación del jueves 7, Amado le planteó a Bonomi hacer una “interpelación diferente”. “Hablemos con franqueza. Usted está sentado aquí sabiendo de antemano que en esta interpelación no le va a ocurrir absolutamente nada, que mañana usted seguirá siendo nuestro ministro del Interior, aunque diga en el Parlamento la más absurda barrabasada o conteste con monosílabos. Todos los que estamos en este recinto sabemos eso: usted, nosotros, la prensa y la gente. Usted tiene mayorías automáticas, y no tengo dudas de que ya han de tener pronta la moción final. Yo vine sin moción; vine sin moción porque me interesa, y porque confío y soy optimista en cuanto a que en esta interpelación sea posible, por lo menos, un gesto de humildad, de autocrítica, y de respuesta a las preguntas que planteamos. Lo que planteo, señor ministro, es que no hablemos para la tribuna, ni para la barra chica o la barra grande; no nos aburra con cifras que siempre tienen varias interpretaciones; no tire la pelota afuera ni la duerma en el banderín del córner; no hagamos de esto un diálogo de sordos, donde uno pregunta una cosa y el otro contesta lo que quiere. Hable el tiempo que quiera porque, obviamente, es su derecho, pero sepa que se puede hablar horas sin decir absolutamente nada, como también —créame— se puede hablar cuarenta o cincuenta minutos, quizás una hora, y decir todo sin que falte nada”. El ministro habló “tres horas”, señaló Amado.
“Es imposible”.
Durante la entrevista que el lunes le realizó el periodista Daniel Castro en Canal 4, Pasquet remarcó que lo extenso de las interpelaciones conspira contra el objetivo que se busca con los llamados a sala. “Es imposible mantener la atención. Que cualquier oyente mantenga la atención durante dos, tres, cuatro horas, (la persona) se pierde en una marea de datos”, consideró.
El senador de Vamos Uruguay indicó que esta es la “técnica” del gobierno que es “sofocar la interpelación” con la lectura durante “horas” de datos “y al final no se sabe de qué están hablando”.
Según el legislador habría que utilizar el sistema del Parlamento inglés, donde se establecen tiempos acotados de intervención: “Acá no tenemos esa limitación en el tiempo, es tiempo libre, cada uno puede hablar lo que quiera. Es imposible seguirla aun para quien tenga voluntad de hacerlo. Creo que tenemos que estudiar muy seriamente acortar los tiempos. Dar, supónganse, 40 minutos por lo menos para la intervención inicial (...). ¿Cuántos pueden seguir la interpelación de principio a fin y hacerse una idea cabal de lo que se dijo o no se dijo? Es imposible”.
La diputada del partido Nacional Ana Lía Piñeyrúa dijo a Búsqueda que a su entender el instrumento parlamentario de interpelar a un ministro sigue siendo “muy efectivo” desde los hechos políticos. “Es un elemento para controlar y está muy bien que la oposición lo siga utilizando. El tema es que el resultado en un Parlamento, con las mayorías como es en este momento, nunca es el deseado para algunos jerarcas”, dijo.
“Siempre discrepé con eso de que no tiene consecuencias políticas. Para mí sí las tiene, aunque no sean las que prevé la Constitución como la censura de un ministro. Pero tener la tiene, porque en la opinión publica quedan expuestas una serie de contradicciones o debilidades de la gestión”, opinó.
A su vez destacó que en los últimos casos es claro que el ministro concurrente intenta “aburrir” y “alargar” la instancia para “quitar atención y foco al asunto”. “Ha sucedido en varias oportunidades, donde la exposición del ministro no tiene nada que ver con lo que el interpelante cuestiona o plantea”, comentó Piñeyrúa, quien a principios del 2011 interpeló al ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker.
“El oficialismo debería ajustarse y limitarse a lo que se le pregunta. De hecho muchos no contestan las preguntas. Bonomi va y habla de su gestión. Lo mismo pasó con Olesker cuando lo interpelé. Contestó algunas cosas y después se dedicó a hablar de sus logros y de la década del 90”, recordó la diputada.
En la interpelación a Bonomi a mitad del 2011 realizada por el blanco José Carlos Cardoso sobre el sistema carcelario se dio un hecho innovador para las últimas décadas. Previo a la interpelación el legislador le había repetido una y otra vez a los medios presentes que no sería “una interpelación más”.
En medio de la instancia, al ver que el jerarca tenía previsto un largo discurso de más de cinco horas, decidió presentar una moción de censura. Esta herramienta no tiene discusión. Por ello la bancada mayoritaria del Frente Amplio no pudo imponer sus votos ya que el reglamento establece que la sesión se debe dar por finalizada y convocar a una nueva sesión —sin el ministro interpelado— para discutir si se lo sanciona o no.
El resultado final fue el respaldo de todo el oficialismo a Bonomi, pero Cardoso valoró como positivo el hecho ya que “desarmó” a los legisladores frenteamplistas, que debieron prepararse para un debate “más agresivo” una semana después.