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En el principio de los tiempos, fue la llamada desde cualquier lugar por dispositivos inalámbricos, grandes como ladrillos, lo que definió a la primera generación de teléfonos móviles. La siguiente, ya llamada 2G, surgida en la década de 1990, significó el pasaje de lo analógico a lo digital, la posibilidad de mandar mensajes cortos de texto y los primeros servicios de transmisión de datos a muy baja velocidad; acá aparecen aparatos más pequeños, como los hoy entrañables Motorola C115 o Nokia 110. La 3G coincidió con la popularización de los smartphones; es aquí cuando empezó la sensación de llevar computadoras en el bolsillo. Entre 2010 y 2011 se instaló la 4G, con la consolidación del tráfico de datos en los celulares: desde entonces prácticamente todo lo conocido —trámites bancarios, pedir comida, llamar un taxi, compras y ventas, ponerse en pareja— puede hacerse desde un celular igual que desde una PC.
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Y ahora llega el 5G. El gobierno uruguayo tiene previsto realizar la subasta de espectro 5G en setiembre de este año (Búsqueda 2.160). De acuerdo con los últimos datos de la Ursec, la cobertura LTE (equivalente a 4G) en el país llega al 91,2% de la superficie. Según el gobierno, para un mejor despliegue de estas nuevas tecnologías es necesario llenar el territorio de antenas diseñadas para esta red, ya que, más allá de su mayor velocidad y capacidad, estas tienen menos alcance que las actuales. Esto trae aparejada la discusión entre la intención gubernamental de que Antel se asocie con privados para lograr este fin con la resistencia de la empresa estatal.
“La 5G no es una G más”, apunta Lucas Gallitto, director para América Latina de la GSMA (Global System Mobile Communications), que representa a unas 1.200 empresas del sector en todo el mundo. “Es un activo estratégico para volver más competitivo a un país en el mundo”.
Pero, para las personas ajenas a estos asuntos, ¿qué significa el arribo de la tecnología 5G? El ingeniero Sergio de Cola, ex director nacional de Telecomunicaciones, dice a Búsqueda que esta generación marca diferencias en tres aspectos puntuales —velocidad, respuesta a la red, densidad del dispositivo— “que apuntan a diferentes tipos de público”.
Para el usuario “normal” de telefonía celular, sostiene, la mayor diferencia que notará es que básicamente todo le resultará mucho más rápido. Es una velocidad aproximadamente 10 veces mayor a la del 4G-LTE, de un gigabyte (GB) por segundo, con picos de 10 GB. Claro que para ello tendrá que esperar a que lleguen los dispositivos móviles 5G, ya disponibles en Estados Unidos, Europa, Japón y Corea del Sur, con modelos específicos de Samsung, LG o Xiaomi. “Como ha pasado históricamente, los primeros teléfonos de una nueva generación tendrán el mismo costo que uno de alta gama de la anterior”, dice De Cola. Se habla de entre US$ 500 y US$ 600. Como todo, a medida que la tecnología se expanda los valores irán bajando.
La otra gran diferencia es la baja latencia, una respuesta a la red mucho más rápida, que habilita a un mayor uso de realidad aumentada con distintas aplicaciones. Esto permite la aparición de información o imágenes superpuestas generadas por servidores con solo apuntar con una cámara a un objeto o a un lugar. En YouTube hay varios ejemplos: un dragón que sobrevuela un estadio de béisbol en Corea del Sur o unos dinosaurios que interactúan con visitantes a un shopping center en Londres. “Pero más allá de los juegos también tienen mucha aplicación en compras: vos aplicás la cámara a un producto en el supermercado y me aparece toda la información nutricional o de la fábrica que lo elabora. Las aplicaciones que lo permiten precisan, además de un mayor ancho de banda, una sincronización mucho más veloz que la actual”, señala este experto.
Esa baja latencia es lo que impacta directamente en la productividad y la competitividad que mencionaba Gallitto: “Con el 5G, las latencias (demoras) son milisegundos. Eso es importante para el manejo de vehículos vía remota, donde la orden tiene que llegar en tiempo real para evitar un desastre”. Esto también influye en el mundo de la medicina, donde ya sería posible hacer un diagnóstico, una evaluación e incluso un procedimiento quirúrgico a distancia.
El tercer elemento distintivo tiene que ver con la Internet de las cosas y la densidad del dispositivo. De Cola explica que las redes actuales tienen capacidades limitadas que se hacen más notorias cuando hay grandes concentraciones de personas usando sus aparatos. De desplegarse esta red, esa capacidad se multiplicará “por 10 o por 100”, a criterio del exfuncionario. Esto incluye aplicaciones para el agro y la industria, que a su vez monitoreen condiciones de suelo, viento y temperatura, hasta la búsqueda de lugares para estacionar. Para eso, claro está, además de antenas harán falta muchos más sensores de estas variables en ciudades y campos. Es como la domótica, pero llevado a un nivel de comunidades.
“La 5G abre un nuevo abanico: la puerta a la Internet de la producción. Es la digitalización de los procesos productivos. Y todo eso impacta en la capacidad de un país de ser más competitivo”, resume Gallitto.
Despliegue paulatino
Corea del Sur se transformó en 2019 en el primer país del mundo en desplegar una red comercial 5G. China y Estados Unidos le siguieron en esta carrera que llega a los 1.000 millones de conexiones en todo el mundo, según el portal especializado IT User. En Europa, el arranque fue más lento y comenzó en Alemania en 2020. Como en todas las “G” anteriores, el arranque es gradual y se espera que más de una coexista durante un tiempo.
En América Latina se percibe un despliegue lento y gradual, según el director regional de GSMA. Usando espectros ya existentes, se han activado redes de quinta generación en Argentina, Chile o México. Brasil, agrega, ya hizo una subasta del espectro propiamente dicho.
“En Uruguay se han realizado pruebas del 5G, aunque todavía no existe el servicio”, recuerda De Cola, también docente universitario. Una vez que se conceda el espectro, el despliegue comenzará en las ciudades más densas para luego ir extendiéndose al resto del territorio, agrega. A su criterio, tomando en cuenta antecedentes con anteriores tecnologías, una cobertura “interesante” insumiría unos tres años; llegar a todo el país, “entre seis y siete”. Para ese entonces, según ha demostrado la evolución de la industria, ya comenzaría a hablarse en el mundo de una 6G.
La GMSA fue la organizadora del Mobile World Congress de Barcelona, realizado entre el 28 de febrero y el 3 de marzo; en ese evento participó la titular de la Ursec, Mercedes Aramendia, el director nacional de Telecomunicaciones, Guzmán Acosta y Lara, y el presidente de Antel, Gabriel Gurméndez. En el congreso, indica Gallito, se destacó que en concepto de sostenibilidad, la digitalización de los medios productivos a través de la tecnología 5G ayudaría a otras industrias a “reducir sus huellas de carbono y hacer más amigable el medio ambiente”. Asimismo, reclamaron políticas públicas que fomenten la inversión en conectividad: “No va a haber una recuperación económica en América Latina si no es digital”, asegura.
