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El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl lanzamiento de un disco de Buenos Muchachos es, a esta altura, todo un acontecimiento. Como lo era, en su momento, la aparición de un disco de Los Beatles, Pink Floyd, Charly García o Jaime Roos. Más allá de las obvias y siderales distancias con aquellos fenómenos culturales planetarios, me refiero a la expectativa que un álbum de Pedro Dalton, Topo Antuña, Marcelo Fernández, José Nozar y compañía produce en su ferviente —y mayor con cada disco— legión de seguidores. Es tan intenso el vínculo de la banda con su público que, ya sea en una sala para 100, 200, 500 o 1.000 personas, con o sin restricciones sanitarias, una y otra vez se agotan todas las fechas. Pueden tocar todos los meses que siempre deberán agregar más fechas. Está claro que no son, y nunca serán, una banda de masas. Pero, como en una especie de rito pagano, sus fieles van una y otra vez a verlos, con devoción religiosa.
De aquellos inicios en Juntacadáveres y otros sótanos vaporosos, casi 30 años atrás, pasaron a animar festivales, pero esencialmente son una banda de teatros. Su propuesta evoluciona sin prisa y sin pausa, desde un rock ruidoso y salvaje a un ensamble electroacústico casi orquestal, sumamente refinado, en tránsito hacia un virtuosismo entre jazzero y de cámara. Basta escuchar las nuevas nueve canciones de Vendrás a verte morir, este hermoso noveno disco de la banda, publicado por Bizarro el viernes 11, para comprobarlo.
Tendrá un nombre más amargo que la bilis, pero su sonido es sorprendente. No parece haber techo en la fidelidad sonora de esta discografía. Cada álbum suena mejor. Parafraseando a un viejo título, cada uno suena mejor que el anterior y así sucesivamente.
Mucho tiene que ver con esta búsqueda implacable de la excelencia, ya como un miembro más, Gastón Ackermann, el productor artístico de la banda (presente en cuatro de sus nueve discos). Este excelente compositor, arreglador y trompetista es además el sonidista estable y el dueño del estudio —Mastodonte—, enclavado en su propia casa, en Punta Gorda, donde se produjo este registro.
Como si todos los meticulosos protocolos necesarios para grabar durante este año ultrasatinizado hubieran purificado aún más estas canciones, esta verdadera sinfonía rockera es imposible de abandonar una vez que comienza y pide ser escuchada de principio a fin.