Son las 14.30 y en la clínica ya está el escenario montado. Andrés hace entrar en calor los dedos de sus manos mientras los pasea por las teclas del órgano. Al lado suyo, pero con unos metros de por medio, está Ramiro con su bandoneón ya pronto. De fondo, un público de unas 20 personas, cada una sentada en un sillón individual. Algunas están recostadas, con los pies en alto; otras, más erguidas. Todas con dos vías que salen de sus brazos y se conectan a unas máquinas que licúan su sangre. Son pacientes de diálisis, que tienen que pasar unas cuatro horas, tres días a la semana, allí sentados. Esas máquinas hacen lo que sus riñones no pueden. Si no las usan durante esa cantidad de horas, esa cantidad de días, por el resto de sus vidas, mueren.
“¿Empezamos con una milonga?”, pregunta Andrés a su compañero. Ramiro asiente. Pero antes, Gerardo, el médico, toma el micrófono y pregunta cómo están todos. A coro, el público responde que bien, estirando la e. Gerardo anuncia que el show va a comenzar, algunos sacan sus celulares para filmarlo, otros se acomodan para ver mejor. Empiezan a sonar el piano y el bandoneón. Algunos pacientes acompañan el ritmo con sus cabezas, otros balancean sus pies y otros golpean las manos contra el posabrazos marcando el compás.
Después de una introducción instrumental, que cierra con aplausos del público, entra en escena una mujer con un micrófono, que será la protagonista del show. Juana se presenta y camina por el pasillo mientras mira a los ojos a cada uno de los espectadores. Antes había contado a Búsqueda que lo hace para identificar a aquellos que quieren “conectar”. Hace una inhalación profunda y suelta una voz grave que entona el primer tango. Mientras canta, camina entre los sillones y máquinas de diálisis y acompaña la letra de la canción con las manos, las caderas, con todo el cuerpo. Juana busca entretener también a las enfermeras. Se cruza con una de ellas y la intercepta con un movimiento de caderas. La enfermera la imita y se ríe.
“Es un trabajo muy estresante, muy duro”, dice a Búsqueda Gerardo Pérez, médico nefrólogo e impulsor del proyecto musical que hoy lleva el nombre de Hospital Tangó. “Hay que estar muy atento, muy concentrado, y es desgastante porque los pacientes tienen mucha dependencia del equipo sanitario”, agrega.
Al final de cada canción, el público aplaude y alguno grita “¡bravo!”. Juana se acerca a un paciente con el que logró la conexión que buscaba. “¿Garufa la sabés vos?”, le pregunta. Le acerca el micrófono y el hombre se pone a cantar. Demuestra que conoce el popular tango a la perfección y deja atónitos a todos con su voz. Algunas enfermeras registran la escena con las cámaras de sus celulares.
A los 40 minutos de iniciado el concierto, los músicos intentan ponerle fin. Eligen como canción final el candombe Las llamadas. Juana hace un último paseo por los pasillos y canta la estrofa final: “(…) sintiendo la llamada que pasa y se va”. Y ella lo hace, se va, mientras mueve la mano para saludar a su público.
“¡Una más!”, grita un paciente en el segundo pasillo. La cantante y los músicos se miran y acceden. El show cierra con el tango Se dice de mí, de la argentina Tita Merello. Juana acerca su micrófono al paciente que había pedido una más y él canta la letra que ella le susurra. Y así terminan el show. El grupo se retira entre aplausos y silbidos.

Gerardo Pérez
Crecimiento
Lo que hoy es un proyecto que combina música y medicina, que tiene su propio nombre, Hospital Tangó, y su propio equipo de 12 integrantes, comenzó como una idea individual de un médico. En 1997, Gerardo Pérez se dedicaba a la nefrología y al bandoneón casi en partes iguales. Llevaba el instrumento a todos lados, incluso a sus guardias en hospitales.
Un día, en una de esas guardias, vio que todos los pacientes estaban estables, compensados. En ese momento de paz, decidió sacar su bandoneón y se puso a tocar. Las respuestas fueron tan positivas que nunca más dejó de hacerlo. Empezó a tocar el bandoneón a pacientes internados y después a los que estaban en diálisis. En uno de los hospitales en los que trabajaba, tenía un paciente al que la conexión a su riñón artificial le producía vómitos siempre, cada vez. Y no fue hasta el día en el que Pérez le dedicó un breve concierto de bandoneón cuando dejó de sufrir ese efecto secundario. A partir de allí, el paciente le pidió que siempre llevara su instrumento musical a las sesiones de diálisis.
Ese fue un ejemplo que se manifestó en una consecuencia clara. En otros casos los efectos de la música en los pacientes no se ven, pero sí se perciben o ellos mismos los manifiestan. El paciente en diálisis “está constantemente mirando el reloj” para ver “cuánto le falta para salir”, explicó Pérez a Búsqueda. “Es como estar en una situación desagradable y que de pronto viene alguien que te cambia el foco de atención y te ofrece algo que te genera buenos recuerdos, sentimientos, emociones. Se cambia el escenario de la enfermedad, las preocupaciones y el sufrimiento por un escenario diferente, de placer”, agregó.
La iniciativa del médico bandoneonista empezó a crecer. Sumó integrantes, escenarios, amplió sus públicos, obtuvo impulso y financiamiento. En 2020, Pérez presentó el proyecto Hospital Tangó ante el programa Cultiva Tango, laboratorio creativo del Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo, y logró un primer impulso. Además, al año siguiente obtuvo el apoyo del Registro de Proyectos Culturales de los Fondos de Incentivo. Y este año dio un paso todavía más grande: fue seleccionado por el Instituto Nacional de Música del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) para recibir financiamiento para una parte de sus microconciertos.
Los 12 músicos que en la actualidad participan de Hospital Tangó cobran un salario por su trabajo, pero la propuesta no tiene costo para los centros de salud y clínicas que se ofrecen como escenario. Hasta el momento, se han realizado microconciertos en el Hospital de Clínicas, el Piñeyro del Campo, el Pereira Rossell, el Hospital de Rocha, el centro de hemodiálisis del Casmu, el hogar La Palmita de Pando y los centros de diálisis Rodó y Diaverum. El proyecto musical logró un crecimiento acelerado en los últimos dos años, pero todavía se encuentra en busca de mayores oportunidades de sponsoreo y apoyos.

En busca de aval
El de Hospital Tangó resulta un proyecto llamativo en Uruguay. No existen en el país muchas iniciativas que combinen la salud y la recuperación de los pacientes con disciplinas artísticas, sino solo algún proyecto pequeño y de escaso alcance. Y menos que menos existen estudios nacionales que demuestren los efectos de una intervención como la que realizan los integrantes del proyecto a cargo de Pérez en los pacientes.
Por eso, el nefrólogo trabaja en el desarrollo de una investigación que demuestre, a través de estadísticas y testimonios de pacientes, que la música puede hacerles bien. “Tengo la convicción pero no la certeza”, aclara. Mediante encuestas previas y otras posteriores a los pacientes que presencien microconciertos durante sus sesiones de diálisis, Pérez y su equipo tratarán de obtener un resultado que los “avale, empuje y dé una ayuda”. Las encuestas constarán de unas 35 preguntas sobre su estado de salud, tanto físico como psíquico. Las preguntas no son antojadizas, sino que los investigadores las tomaron de un estudio hecho por la Sociedad Española de Nefrología, que realizó un proyecto similar pero con música clásica en lugar de tango.
La investigación, que comenzó el 9 de mayo, cuenta con el apoyo del departamento de Psicología Médica de la Universidad de la República. La primera etapa fue la firma de consentimiento tanto de pacientes como de funcionarios. Es que las encuestas apuntan a ambos grupos. A una de ellas se le llama encuesta “de desgaste” y se realiza a los enfermeros y otros integrantes del personal para ver cómo los microconciertos influyen en un trabajo que implica tanto estrés y cansancio. La otra encuesta es la que está dedicada a los pacientes. Esta primera etapa se extenderá hasta el 4 de junio y entonces comenzará la segunda ronda de encuestas. Lo último será el análisis estadístico.
Aun si no obtienen resultados objetivos que les den el aval necesario, para Pérez habrá valido la pena, porque igual será “una experiencia más” dentro del desarrollo de su trabajo. Añade que ningún resultado lo va a “amilanar ni hacer perder la convicción de que (la música) es buena para la salud”.
El creador de Hospital Tangó está convencido, además, de que su proyecto contribuye a humanizar la medicina, un objetivo que comparten todos los que la ejercen. Ofrecer a los pacientes una instancia para cambiar su foco de atención, cantar y conectar con ellos es, según Pérez, una forma de humanizar.
Al final de cada microconcierto, los pacientes agradecen a los músicos. En algunos casos el nivel de disfrute es tal que no se conforman solo con eso y después envían mensajes de agradecimiento también a los médicos. Hace algunos días, el nefrólogo impulsor de Hospital Tangó recibió un mensaje de una paciente de más de 90 años que lo conmovió: “Doctor, hermosa actuación, nada para agregar. Nos alegra las mañanas, uno cambia el ánimo, el tiempo pasa volando, se divierte. Me gusta mucho la variedad que cada uno de los muchachos que lo acompaña tiene en su estilo, cada presentación es diferente. Valoro mucho su iniciativa y que se interese así por los pacientes. Gracias”.