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    Memento, muestra fotográfica de Armando Sartorotti en la sala Nicolás Loureiro de El Galpón

    La exposición exhibe 20 años de trabajos con fotografías de películas en medios de prensa

    Él dice que siempre fue un sobreviviente. Que a los 16 años carneaba pollos en una avícola y los domingos cuidaba con un arma un ponedero de huevos. Que vendió escobas en la feria, que cortó cuero a mano para calzados y que hizo sushi a mediados de los 2000, cuando se había quedado sin trabajo y no se encontraban buenos lugares donde comprarlo. Por esos años, Armando Sartorotti ya tenía un largo camino como fotógrafo y era reconocido por sus trabajos en varios medios de prensa. Era un fotógrafo documental, como a él le gusta definirse.

    Para conocer sus orígenes y parte de su trayectoria, hay que visitar Memento, muestra fotográfica que se exhibe en la sala Nicolás Loureiro del teatro El Galpón hasta el 22 de mayo. Allí se recogen 20 años de sus trabajos con película fotográfica, una selección que llega hasta 2002 cuando comenzó a usar cámaras digitales. Imágenes en blanco y negro de la vida política, social o cultural se mezclan con otras que captan un gesto, un rostro o ese instante preciso y único.

    El recorrido comienza en 1983, cuando un joven Sartorotti trabajaba desde hacía siete años en Cicssa, una fábrica de papel que tenía 300 obreros. En ese año quisieron formar un sindicato, una palabra prohibida durante la dictadura que usaba el eufemismo “asociación laboral”. Sartorotti fue uno de los que firmó como responsable de la asociación ante el Ministerio de Trabajo, y lo echaron de la fábrica. Ahí nació el fotógrafo profesional porque la revista Avanzada Sindical le pidió que sacara fotos del acto del 1º de Mayo, “el primer acto de masas” en 10 años. Y fue también la primera vez que le pagaron por sus fotografías.

    El sentido de la oportunidad. Foto: Armando Sartorotti

    Con una imagen de aquel acto emblemático empieza el recorrido por Memento. “No quería que fueran solo hitos históricos”, dice Sartorotti al mostrar otra foto del acto del Obelisco en el que se ve la gente con banderas y manos en alto. “Por ejemplo, acá en el estrado se ve a la negra (Alba) Roballo, única mujer entre todos estos hombres. Que cada uno lo interprete como quiera”, agrega al señalar otra de aquellas imágenes.

    Los políticos o militantes aparecen en facetas poco usuales: Mariano Arana subido a una calesita, José Luis Massera, matemático comunista preso durante la dictadura, en la intimidad de su hogar, Jorge Batlle a las risas con líderes de todos los partidos, el acto de la Semana del Estudiante de 1983, cuando liberaron una paloma blanca de una caja y casi no pudo remontar vuelo. “Quedaron la mitad de las fotos afuera. En broma y en serio el otro día comentaba que así como hay un off Broadway, me gustaría hacer el off Memento ”.

    Algunas de estas fotos en película estaban originalmente en color, pero para darle unidad a la muestra Sartorotti las pasó a blanco y negro. “El marco negro que tienen todas las fotos lo usé también para dar unidad. El criterio de usar ese marco lo creó (Henri) Cartier-Bresson, un innovador increíble. Por contrato exigía que sus fotos se publicaran con marco negro porque en ese momento los editores las cortaban, hacían lo que querían. Entonces los obligaba a publicar lo que él había visto. Por eso muchos fotógrafos lo toman como un concepto ético inamovible, pero yo no lo tomo así”.

    Viajó a Chile para cubrir el plebiscito convocado por Augusto Pinochet para garantizar su continuidad, y allí está una foto de una señora dándole un beso a su retrato, entre las que manifiestan repudio. Viajó a Argentina y cubrió las internas peronistas y la asunción de Carlos Menem. Viajó a Paraguay y cubrió la última reelección de Alfredo Stroessner. “Siempre me pareció importante inventar algo para viajar. Entonces le pedía 100 dólares a La Hora, 100 dólares a La Razón, 100 a Brecha, 100 a Alternativa. Con eso me iba a sacar fotos, y después tenía que estar recortando los negativos en pedacitos para hacer una plancha para cada medio, ir al aeropuerto y conseguir a alguien que las trajera a Montevideo”.

    Para Sartorotti, el mayor ejercicio que puede hacer un fotógrafo que pretende ser documental es ejercitar el ojo permanentemente. “Mi cámara actual es esta (muestra el celular). En diciembre hice una exposición de fotografías tomadas con celular durante 12 años. Mi intención fue decir: ‘no es la herramienta, es el ojo y tener sentido de la oportunidad’. La insistencia en el mirar es lo que nos hace mejores documentalistas y por transitiva mejores periodistas”.

    Él insiste también en que los fotógrafos de los medios son periodistas, algo que hoy está bastante claro, o tendría que estarlo, pero no fue así durante años. “Si me preguntás qué hice durante los 35 años como fotógrafo de prensa, te digo que trabajé como periodista. La misma exigencia de manejar la información, de contraponerla, de ser riguroso, que tiene que tener un periodista la tengo yo como fotógrafo”.

    Si 1983 había sido un año clave para iniciar su carrera, 1991 significó otros inicios cuando entró en El Observador. Allí creó la figura de editor de fotografía que no existía en los medios uruguayos, también impulsó que se publicara con la foto el nombre del fotógrafo y cambió la forma de encarar la profesión. “Tuve la posibilidad de dar la primera oportunidad laboral a fotógrafos que hoy son mis referentes: Luis Alonso, Matilde Campodónico, Magadalena Gutiérrez, Magela Ferrero, Gabriel García, Pablo Bielli, Mariana Méndez. Todos tuvieron su primera experiencia de trabajo en El Observador. Los fotógrafos tenían tarjeta personal como los periodistas. Eso creó un círculo virtuoso entre ellos”.

    Fue testigo del robo a un banco en Chile y tirado en el piso con otros clientes pudo disparar su cámara. Fotografió a bebés en sus cunitas en la época del Consejo del Niño, a Julio Bocca en uno de sus “vuelos” en pleno salto, al veterano periodista Osvaldo Porrás de sobretodo, junto a la escultura de Hugo Nández, esperando alguna cobertura en Casa de Gobierno.

    Desde hace 24 años, Sartorotti da clases de fotografía en la Universidad ORT, y también lleva adelante un taller particular. “Me enoja mucho cuando quieren inculcarles nostalgia a los estudiantes de un tiempo que no vivieron. La fotografía digital es muchísimo mejor que la de película. Es más rápida, las posibilidades creativas son mejores y también la calidad final de la imagen. En 2002, me puse como meta que yo no iba a ser el cadáver de la revolución digital. Lo que sí les digo continuamente a los estudiantes es que si hay una cámara de rollo en la casa, que la manden limpiar, que saquen fotos, que experimenten”.

    Aunque en Memento no hay fotos de sus viajes al Congo y Haití, esa experiencia quedó registrada en una exposición y en un libro Mas allá del deber, en el que aparecen las fotos de Sartorotti de las misiones de paz uruguayas en esos países. “Fui tres veces al Congo. Yo preguntaba qué hacían los militares en las misiones de paz y me decían: ‘van a tomar mate para ganarse el sueldo’, pero lo que yo vi no fue eso. Uruguay es el grupo que tiene Naciones Unidas de acción rápida. Cuando hay enfrentamientos entre grupos armados, esas fuerzas de acción rápida quedan en el medio de los tiroteos. Viven situaciones que nunca cuentan porque sus familias no los dejarían regresar”.

    De esos lugares quedaron sus fotos de mujeres que fueron violadas y de niños huérfanos que se recuperaban en un hogar liderado por una monja colombiana. También de soldados hombres y mujeres en su costado más humano.

    En estos días acaba de aparecer otro libro de Sartorotti, se llama El viaje, pero no es una obra biográfica, sino una novela que cuenta la historia ficticia de un exiliado que regresa al país desde Suecia.

    En Memento el viaje es otro: hacia un pasado en blanco y negro, tan lejano y tan cercano.

    Vida Cultural
    2024-04-18T00:04:00