• Cotizaciones
    viernes 11 de julio de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Miedo y asco en Montevideo

    Todo no es suficiente, un perfil de Gustavo Escanlar por el chileno Alberto Fuguet

    Fue admirado y despreciado, tuvo varios seguidores y cada vez menos amigos. Narrador y periodista de prensa, televisión y radio, para muchos su apellido está relacionado con el escándalo, porque Gustavo Escanlar protagonizó unos cuantos. Incluso quienes lo rechazaban hasta considerarlo su enemigo (políticos, personalidades de la cultura, otros periodistas) no se perdían sus columnas publicadas en Búsqueda que siempre levantaban polvareda y a veces apuntaban donde más dolía.

    Nadie se olvidó de ese Escanlar, del showman televisivo que tomó su propia orina frente a las cámaras, del columnista provocador, irónico, malvado. Y nadie se olvidó de su muerte, asociada a la vida de excesos de sus últimos años, ocurrida el 12 de noviembre de 2010, cuando tenía 48 años.

    Pero hay otra faceta solo recordada por pocos y es la del Escanlar escritor, el mejor de los Escanlares públicos. Su garra de narrador quedó registrada no solo en sus novelas y cuentos, sino en sus notas periodísticas. Algunas de sus obras, como las novelas La alemana y Estokolmo, están siendo reeditadas por Criatura Editora.

    Alberto Fuguet, periodista, escritor y cineasta chileno, conoció primero a Escanlar a través de sus libros y quedó fascinado cuando en los 90 leyó Oda al niño prostituto: “Leer a Escanlar por primera vez fue algo impactante: no parecía latinoamericano, no parecía escritor. Más que escribir, parecía que lo suyo era música industrial; más que narrar, daba la impresión de estar vomitando y jalando al mismo tiempo”. Así lo recuerda en Todo no es suficiente (Alfaguara, 2015), un perfil de Escanlar que se publicó en Chile y llegará a Montevideo en agosto.

    Este libro apareció en varias etapas. En el origen fue un artículo incluido en Los malditos, volumen a cargo de la periodista argentina Leila Guerriero con 17 perfiles de escritores latinoamericanos contemporáneos, ya fallecidos, que vivieron al límite y dejaron una obra destacada, aunque muchas veces poco valorada. Escrito por 17 cronistas, el libro se publicó en Ediciones Universidad Diego Portales, de Chile, en 2011. Allí, entre los malditos, figuraba Escanlar a través de la pluma de Fuguet.

    En una segunda etapa, el periodista chileno (Sobredosis, Mala onda, Aeropuertos) publicó el mismo perfil pero en su versión completa, sin los cortes de la edición, en su libro Tránsitos (2013), donde recopiló crónicas, ensayos y cuentos de su autoría. Por último, el texto sobre Escanlar se independizó y cobró vida propia en Todo no es suficiente, con un prólogo de Guerriero y otro del periodista Gabriel Peveroni, amigo de Escanlar. También incluye una columna que publicó Fuguet en la revista Freeway (Maldito-Bendito) y fotos de Rafael Lejtreger, seleccionadas para ilustrar el exceso: en la tapa, Escanlar a punto de hundirse en el agua; en el interior, Escanlar con su pantalón abierto y apuntándose a la nariz con un arma, o tapado con diarios en la calle, o haciéndose el muerto adentro de una bolsa de nylon.

    “Cumplía muy bien con las características que buscábamos: talentoso, crudo, irritante, expuesto, extremo, oscuro”, cuenta Guerriero al recordar cómo se eligió el nombre de Escanlar para Los malditos y a Fuguet para que hiciera su perfil. El escritor chileno vio dos veces a Escanlar, no era su amigo y no lo conocía en su vida privada. Lo había invitado a participar con uno de sus relatos en 1996 para un volumen a su cargo que reunió la obra de varios autores latinoamericanos. El título de ese libro se llamó McOndo y dio lugar a un grupo literario del mismo nombre.

    El chileno llegó a Montevideo en junio de 2011, cuando hacía siete meses que Escanlar había muerto, y se encontró con un panorama que no imaginaba: “Fui tras un escritor y volví salpicado de sangre y escupos, algo asqueado (…) Quedé ciego por los focos, el maquillaje que no esconde la barba, la droga dura, la orina propia, la farándula, las demandas, el cotilleo, el morbo, el mal gusto y la sensación de que un huracán había azotado a la gente que lo había conocido, que parecía estar recuperándose de un mal que lo cambió para siempre”.

    Fuguet entrevistó a 24 personas que conocieron a Escanlar o que tuvieron con él lazos familiares o de amistad. Pero solo cuatro o cinco aparecen con su nombre y apellido en los testimonios. El resto no quiso figurar: “El cuerpo, en efecto, seguía tibio. Lograba concretar entrevistas por 45 minutos que luego se alargaban a dos horas, para luego enfrentarme a frases o excusas del tipo: ‘lo desprecié, sí, pero estamos en Uruguay’; ‘lo quise mucho pero no deseo ver mi nombre impreso, ¿entendés?”.

    El resultado, entonces, es una crónica de una cuidada escritura que va alternando la propia voz de Escanlar a través de sus textos o de entrevistas, con las opiniones anónimas o firmadas de sus allegados. En medio de todo, Fuguet no oculta su desconcierto mientras se pregunta: “¿Quién era al final Gustavo Escanlar y por qué tenían tantas historias tan negativas o intensas o agotadoras con él?”.

    El perfil repasa algunos aspectos de su infancia y juventud, como su pasaje por el colegio Seminario, su vida en el barrio Palermo y su atracción por el boxeo. Hasta que un día de 1987 envió una carta al semanario Aquí en la que se tiraba contra una de las vacas sagradas del medio cultural uruguayo: Mario Benedetti. En ese momento, había nacido “el otro” Escanlar, quien de allí en más siguió un largo camino con éxitos y varios tropiezos, uno de los mayores, la acusación de plagio que le hizo perder simultáneamente tres trabajos.

    Para el crítico Ignacio Bajter, Escanlar fue “un payaso”, que en los últimos años se vio sorprendido por la fama “como al mejor arlequín de la estupidez altisonante de la derecha”. Por su parte, Peveroni, quien lo recuerda con cariño y admira su obra, considera que Escanlar no decía “nada raro” cuando criticaba a Benedetti o Galeano: “El tema es que aburrió, y ese es un factor que él no podía controlar, porque vivía de eso y tenía que hablar por la radio, escribir crónicas y decir pavadas en la tele. El personaje se lo fue comiendo…”.

    Molestos y confusos.

    Algunos de los entrevistados por Fuguet están molestos con su trabajo. Entre ellos, sus amigos Carlos Muñoz y Natacha López. Afirman que Fuguet alteró sus palabras, que no grabó las entrevistas y que no tomó nota, por lo menos para el texto publicado en Los malditos, que es el que leyeron.

    López es productora de cine y fue amiga de Escanlar en los 90. “Tuve el privilegio de que me mandara la versión, algo que no hizo con otra gente. Cambié varias cosas porque era un disparate atrás de otro. Algunas cosas las corrigió. No le importaba mi impresión sobre Gustavo, él me narraba su visión y trataba de que yo la confirmara. Entonces me puso confirmando cosas que nunca dije”, le explicó a Búsqueda.

    La misma situación vivió Muñoz, quien le envió un mail a la editora para que corrigiera algunos entrecomillados que no lo representaban, pero nunca tuvo respuesta. Por su parte, Eleonora Navatta, viuda de Escanlar y una de las principales fuentes para la investigación de Fuguet, mostró su desagrado, pero no quiso hacer declaraciones.

    “No es cierto que haya cambiado sus testimonios”, le dijo Fuguet a Búsqueda en entrevista telefónica. “Estoy bien apoyado por Leila Guerriero, que es la periodista que ha transformado el género de no ficción en un arte. Entiendo que hubo un alto grado de confianza con algunas fuentes, nadie me pidió off de record, de pronto algunos no estaban acostumbrados a trabajar con periodistas y me confundían con un sacerdote o un psicólogo. Eso es también la gracia del libro, yo también hago confidencias. El libro está hecho desde el cariño, la admiración y la buena fe”.

    Sobre por qué lo acusan de alterar los testimonios, Fuguet hace un símil con una foto en un evento social: “No me puedo hacer cargo si la gente se siente guapa o no”. “Leila dice que en un buen reportaje nadie va a quedar del todo contento. Se hace a partir de lo que vio el cronista, no es la historia completa. Mañana puede salir una biografía de Gustavo que sea muy distinta a mi trabajo. Tampoco lo mío fue la biografía de Escanlar”.

    Para Fuguet, lo más importante de este perfil es que se está difundiendo la obra de Escanlar, por la que se tendría que haber conocido mucho antes.

    Quienes solo conocieron al “último” Escanlar, aquel que se presentaba en las cámaras “molesto, irritado y confuso”, lo verán de nuevo en su genialidad y en sus errores, en su audacia y en sus desbordes. “Los hechos son fáciles. Lo difícil es entender la minucia: las inevitables contradicciones que hacen que nadie sea, del todo, un demonio o un ángel encendido”, dice Guerriero. Y Fuguet encontró la minucia.