—Fregossi ha sido un gran comandante y un general de sus soldados. Defendió a la institución y la puso al servicio de los uruguayos en el momento más difícil, como la pandemia. Por eso quiero resaltar su profesionalismo, lealtad y dedicación.
—En una de sus últimas manifestaciones públicas, Fregossi criticó la reforma de seguridad social del Poder Ejecutivo, al entender que el aumento en la edad de retiro va a generar la salida voluntaria de muchos oficiales del Ejército. ¿Comparte en algo esa posición?
—El Poder Ejecutivo elaboró un proyecto de seguridad social muy abierto. En el Ministerio de Defensa recibimos el proyecto original, lo trasladé a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y al Servicio de Retiros y Pensiones de las Fuerzas Armadas y luego promoví una reunión entre todos. Se hicieron allí una serie de ocho anotaciones, porque el servicio de retiro militar es el único que en cinco años va a tener dos reformas. Esa realidad lleva a que se deban analizar particularidades del servicio y no se lesionen derechos adquiridos. Y de las ocho anotaciones, siete fueron tomadas en cuenta.
—¿Pero cree, como Fregossi, que el aumento en la edad de retiro determinará que muchos oficiales abandonen la institución?
—Fregossi no está diciendo algo que esté fuera de la realidad. Yo entiendo que para los militares, con la reforma al servicio de retiro militar que ya se hizo en 2018, son muchos cambios en poco tiempo. Nosotros hemos tenido una creciente solicitud de baja de oficiales que nos preocupa porque cuesta esfuerzo y recursos formar oficiales para que al tiempo se vayan. Es algo que viene desde antes de marzo de 2020, con la reforma de 2018. Desde 2018 tenemos un hecho sensible en los oficiales del escalafón K, el militar, pero también una realidad muy preocupante con los profesionales en la Dirección de Sanidad de las Fuerzas Armadas, con un retiro importante de médicos y de personal técnico que ha generado una fuga de profesionales con consecuencias en los niveles de atención. Pero esta nueva reforma no tiene esa consecuencia, según lo que hemos hablado con oficiales que trabajan en el servicio de retiro. Por eso, entre otras cosas, se previó una transición muy larga para aplicarla. De todas formas puede haber una actitud de los militares de, ante la duda, tomar otro camino.
—Más allá de esta postura existente dentro del Ejército, durante su gestión los problemas han estado repetidamente relacionados con la Armada. ¿Es la institución más complicada de las tres a nivel interno?
—Todos los colectivos tienen particularidades, es difícil que no haya en un colectivo grande distintos perfiles ni matices. Ha habido circunstancias que fueron públicamente notorias y se han resuelto dentro de las normas. Pero yo destaco el profesionalismo de la Armada.
—El ministerio ha investigado algunas de esas circunstancias y concluyó que existieron conductas irregulares en temas como pagos adicionales e inspecciones de barcos. Sin embargo, ha habido pocos sancionados. ¿Por qué?
—Hay culturas organizacionales bicentenarias y son prácticamente tradiciones de funcionamiento. Algunas podían ser válidas en otros tiempos y por tanto no son válidas ahora. A mí me tocó corregir cosas que se debieron corregir antes por parte del mando político. Si existían culturas que se conocían y no se corrigieron, no es responsabilidad de quienes la llevaron adelante, sino del mando político. Las circunstancias que corregimos y corregiremos no venían de marzo de 2020, venían desde antes, se conocían en el mando político y se dejaron seguir. No le echemos las culpas a organizaciones que dependen de un mando político. Muchas veces se optó por mirar para el costado. Nosotros no miramos para el costado.
—El ministerio anunció el martes que declarará desierto el llamado para comprar dos buques de la clase OPV para la Armada, pese a que el proceso estaba casi completo y la oferta de dos barcos chinos parecía sellada. ¿A qué se debió la decisión?
—A que supera ampliamente las previsiones que teníamos de inversión, de poco más, poco menos de US$ 100 millones por dos barcos, y la oferta china era de US$ 160 millones. Y además, pocas semanas atrás tuvimos una propuesta de Noruega para ver la posibilidad de adquirir unos buques oceánicos que tienen en funcionamiento —¡y en funcionamiento mientras ellos son vecinos de Rusia!— por mucho menos de US$ 100 millones. No está cerrada la propuesta noruega, está avanzada. Estamos explorándola con firmeza y negociando el tema de los plazos de entrega porque si se concreta, nos gustaría tener los buques lo antes posible.
—Estados Unidos había manifestado reparos al gobierno por la posible compra de los buques chinos y lo que podía significar un avance militar de la relación entre Uruguay y China. ¿Estados Unidos medió a través de la OTAN para hacer llegar esta propuesta de Noruega?
—Yo no estoy al tanto de que Estados Unidos haya mediado. Es una negociación Estado a Estado y un interés que se hizo llegar a la Embajada de Uruguay en Suecia. Cuando nosotros firmamos el acuerdo marco de defensa con China, hablaron de presiones de China para que Uruguay les comprara las OPV, como si estuviera atado al acuerdo. Ahora queda demostrado que ese acuerdo no tenía nada que ver, ni tampoco tiene nada que ver con las OPV el posible tratado de libre comercio con China. Ahora dicen esto otro de Estados Unidos. Y la verdad es que tomamos la decisión en virtud de que hay que hacer cumplir la misión de la Armada con los recursos públicos disponibles. Cuando invertimos nos critican por invertir y cuando decimos que no porque son inversiones millonarias, nos dicen por qué no las hacemos. Generalmente son los mismos los que critican.
—¿Y cómo cree que reaccionará China a esta decisión de no comprarle los buques?
—Las bases del llamado de las OPV que se declaró desierto eran muy precisas: hubo una comisión técnica dentro de la Armada que asesoró y valoró la propuesta china como la más adecuada, pero la decisión final era del Poder Ejecutivo y se analizó profundamente con el presidente y con el Ministerio de Economía.
—En setiembre del año pasado usted dijo que el Partido Nacional no debía adelantarse a las elecciones y tenía que dedicarse a la gestión de gobierno. ¿Piensa lo mismo tras la reunión partidaria del pasado fin de semana en La Paloma?
—En setiembre del año pasado pensaba que el momento de comenzar a hablar del tema podía ser a mitad de 2023, pero después del sábado en La Paloma creo que el fin de año, incluso enero 2024, será el tiempo adecuado. ¿A alguien se le ocurre que en cuatro meses puede empezarse una campaña preelectoral? La gente con razón nos daría una patada en el traste y nos diría: “Dedíquense a lo que tienen que hacer y no anden en campañas electorales”. Creo que todos coincidimos.
—¿Está seguro de que todos coinciden? Hay dirigentes y sectores blancos que ya parecen haber iniciado la campaña.
—Conversaciones, asados, ruedas de mate… puede haber muchas, pero el que se precipita, se precipita y creo que si algo fue notorio en la reunión de La Paloma es que si alguien se precipita, va a ser en contra de la opinión pública y no a favor de la opinión pública. Cualquier candidatura anticipada debilita al gobierno. Quien crea que puede representar al gobierno si la gestión del gobierno no es buena, no entendió nada. Si todos los que estamos en el gobierno nos dedicamos a campañas, ¿quién respalda la gestión del gobierno y del presidente?
—Sin embargo, ya hay nombres claros perfilados, como Álvaro Delgado y Laura Raffo.
—El sábado hablamos de candidaturas, lo que no se habló fue de nombres. A mí me llama la atención cómo se transforma el tema de las candidaturas en un concurso de vanidades personales. La política sería una cosa muy vacía, muy frívola, si se tratara de una persona que quiere ser candidato como quien quiera ir al cine. Si usted le pregunta a un jugador de fútbol profesional si quiere integrar la selección nacional, le va a responder que sí. El tema es que para integrar la selección hay que jugar bien y hay que aportar al equipo. Entonces hoy no tenemos que apuntar a la vanidad de querer ser candidato. En la circunstancia de nuestro partido, más aún, porque no vamos a tener el liderazgo convocante, unitario y moderno de Luis. Hoy todos los sectores del partido tienen a un mismo líder, algo que nunca se había dado. Y por lo tanto viene el momento del proyecto y del trabajo en equipo. No alcanza con que alguien quiera ser candidato.
—Usted habló de respaldar la gestión de gobierno. ¿Le preocupa que las encuestas muestren un panorama más alentador para el Frente Amplio que para la coalición?
—Las encuestas en el tercer año del primer gobierno de Tabaré Vázquez daban más abajo de las que dan al gobierno actualmente, y todos sabemos cómo terminó ese gobierno de Vázquez, reelecto y con mucho apoyo popular. En el tercer año de un gobierno se notan los índices más bajos de respaldo, sin embargo, este gobierno enfrentó toda la pandemia y está en guarismos que hablan muy bien de su gestión. Es una gestión que ha logrado que hoy en el mundo se reconozca a Uruguay como una excepción en el continente.
—¿Y la población también lo reconoce así?
—La gestión está siendo muy buena y va a ser mejor todavía. Estamos en una pendiente ascendente porque empiezan a verse los resultados tras una pandemia que nos consumió el tiempo. La base de lo que se hizo está. Con una economía con récord de inversiones, con récord de exportaciones, con aumento en la tasa de empleo, con disminución en la tasa de desempleo, con inversión a la infancia más vulnerable, con récord en inversiones de infraestructura, con mejora de salarios en las Fuerzas Armadas y con aumentos en los salarios policiales. Estos son los resultados que cimientan una muy buena gestión que va a coronarse dentro de dos años.
—¿Augura un triunfo de la coalición?
—Yo creo que no vamos a poder reelegir al presidente, pero vamos a reelegir al gobierno. La gran encrucijada que Uruguay se va a encontrar en 2024 es entre la continuidad de un proyecto de país de libertad, plural y humanitario y, por otro lado, un proyecto político sindical donde el gobierno tiene que pedir permiso a los sindicatos. Y ya no manda más el sindicato sino el gobierno.
—Habló entre otras cosas del crecimiento económico, ¿pero cómo impactará en la opinión pública casos como el de Alejandro Astesiano y Sebastián Marset?
—No van a tener impacto y serán temas que la Justicia terminará dilucidando.
—¿Cree que la población no los tomará en cuenta?
—La Justicia determinará.
—¿Y casos como los de Germán Cardoso y Adrián Peña?
—Son episodios que sí tienen connotación pública, pero no afectan a la coalición.
—¿No piensa que debilitan a un socio estratégico como el Partido Colorado?
—Veamos llegado el momento qué es ser fuerte y ser débil. En mi experiencia política, he visto a muchos a los que daban por débiles y no lo eran. Seamos respetuosos. El Partido Colorado es un partido de 186 años, por algo los tiene, no nació ayer. Tiene trayectoria, militancia y tradición como para tener larga vida por delante.
—¿Los casos Astesiano y Marset han sido los más difíciles que atravesó el gobierno hasta ahora?
—No, para mí no.
—¿Cuál fue ese momento?
—Cuando en el medio de la pandemia el presidente lideró el concepto de libertad responsable y desde la oposición —tanto gremial como política, con dirigentes de la oposición, pero también del Sindicato Médico del Uruguay— atacaron pidiendo la cuarentena obligatoria. El país requería unidad política para enfrentar a un enemigo biológico del que no sabíamos sus consecuencias. En ese momento recibimos furibundos ataques contra un concepto de libertad responsable que fue clave. Ese fue el momento más difícil porque desde la oposición se pensó en términos de política menor y no en términos de nación.
—¿Esperaba una oposición más solidaria en este período de gobierno?
—El Frente Amplio volcó hacia la izquierda ortodoxa que dirige el Partido Comunista, el MPP y el PIT-CNT. Desapareció el astorismo, del que quedan elementos cuyo peso es muy menor. El Frente Amplio se vació de contenido, es un partido que reacciona a lo que hace el gobierno, no tiene un proyecto propio. Dice que hay que reformar la seguridad social, pero se opone a la propuesta del gobierno y es incapaz de presentar un proyecto propio. ¿Por qué no reformó la seguridad social en 15 años? Porque los sindicatos se lo impidieron. Se vació de proyecto y de contenido. Hoy el Frente Amplio es signo de debilidad e incertidumbre. Incluso no nombraron al presidente del Congreso de Intendentes porque los enfrentamientos políticos entre Yamandú Orsi y Carolina Cosse llevaron a que pidieran al Partido Nacional tomar la presidencia.
—¿Hay más división en el Frente Amplio que en la coalición?
—Sin duda ninguna. Pese a sus matices por tener partidos de orígenes distintos y a que es una experiencia nueva, con tres años de gestión la coalición de gobierno acordó un programa común, votó la Ley de Urgente Consideración, votó el Presupuesto, ganó las elecciones departamentales, defendió a Ley de Urgente Consideración en un referéndum… En el Frente Amplio discuten por quién va a un acto y quién no va. Yo esperaría tener una oposición de otro talante, no que discuta quién se reúne a tomar café en la casa de Mujica.