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    Mitos y leyendas en la playa Sur: el teatro de Cabo Polonio

    Maricruz Díaz y Gabriel Valente hicieron realidad su sueño y levantaron Tatú Teatro, una pequeña sala que funciona con energía solar

    ¡Atención! ¡Salió la luna! ¡Hubo lluvia en la mañana y hubo sol en la tarde, ahora hay viento sur! ¡En minutos nada más, en Tatú Teatro, hay función de Yacaíste: el cuento del olvidado! ¡Se cerrarán las puertas, se apagarán las marquesinas y comenzará el espectáculo! ¡Hoy, sí señor!

    Son las 20 horas de un día cualquiera de verano. Mientras el sol se oculta en el horizonte oceánico, Gabriel sube a lo alto de la loma que se eleva desde la playa y, con sus manos en modo corneta, anuncia que se abre el telón. Vocea como un pregonero de la colonia y hace vibrar un cuerno, un sonido grave y profundo como la bocina de un barco que llega a una buena parte del Cabo. Adentro, la sala está llena. Afuera, el último camión del día surcó las dunas ya de noche, atravesó la playa como una autopista y llegó al pueblo iluminado por velas (y luces led) apenas cinco minutos antes de que Gabriel subiera a la colina. El periodista de Búsqueda es el último en entrar. En el escenario, detrás de un decorado, Maricruz está en silencio, concentrada, lista para salir a escena. Tiene puesto un vestido blanco largo y cubre su cabeza con un tul azul. La obra forma parte de una serie de siete llamada Yacaíste, dedicada a contar la historia de habitantes y personajes habituales del Polonio. Suena fuerte una música extraña, que combina un acordeón y una voz de mujer que tararea notas largas y agudas. Un lamento agradable al oído. Gabriel cierra la puerta de la sala, se para bajo los focos y se dirige al público, con voz suave y calma: “Es un gusto presentar esta función. Es un gusto estar entre amigos y vecinos que nos visitan desde lejos y desde cerca para ver una obra sobre Cabo Polonio. Hoy, dentro de la serie Yacaíste, dedicada a contar historias de este lugar del mundo, les presentamos El cuento de la pastora de almas”. Se apagan las luces. Gabriel se ubica en el escenario junto a Maricruz y juntos comienzan a hacer lo que mejor saben: trasladar al escenario ese apéndice de tierra junto a un faro y rodeado de arena; transformar en mitos y leyendas las peripecias de ese puñado de hombres y mujeres vecinos de fareros y lobos marinos.

    Desde hace unos años Cabo Polonio tiene un teatro cuya temporada alta va desde noviembre hasta abril, con un repertorio de piezas teatrales y música en vivo estrechamente vinculado a ese lugar. Se llama Tatú Teatro y es una sala para unos 30 espectadores enclavada en la playa Sur, a pocos metros de la arena. Desde lejos se distingue con nitidez: es la única edificación pintada completamente de azul. Parece una sola construcción, pero son dos: teatro y casa. El escenario de madera y la platea de butacas de plástico, también azules, están junto a la edificación, circundados por una estructura de madera, lona y acrílico. De mañana se desmonta y el escenario se transforma en una terraza soleada con una hermosa vista al Atlántico. Allí desayunan Maricruz, Gabriel y los huéspedes que alojan (siempre hay visitantes en la casa-teatro azul). A veces son los artistas que vienen a presentarse en la sala. A veces son amigos. A veces son turistas que alquilan por aplicaciones. Incluso puede ser un periodista que llega por el fin de semana a conocer el teatro y a sus hacedores para escribir una nota.

    Maricruz y Gabriel

    Maricruz Díaz es actriz, dramaturga y directora teatral; también es vestuarista, pintora y ceramista (formada en Bellas Artes) y diseñadora de mil y un objetos de variada naturaleza. Es chilena y vive en Uruguay desde fines de los años 70, cuando vino junto a su entonces pareja, un militante político uruguayo que había conocido en Chile. Gabriel Valente es actor, dramaturgo, compositor, guitarrista, cantor de canciones propias y ajenas; también es escenógrafo, iluminador, carpintero, electricista y diseñador de objetos. Los dos, unidos en pareja desde hace más de 30 años y padres de cuatro hijos, se encargan de todo lo que hay que hacer en un teatro. Desde la dramaturgia a la propaganda que no se limita a un pregonero con un cuerno al atardecer. Hay Instagram (@tatuteatro), hay página web (tatuteatro.com) y grupos de WhatsApp. La programación del verano 2024 es intensa. Hay espectáculos casi a diario. Conviene reservar porque se llenan.

    La pareja ha dedicado gran parte de su vida al teatro comunitario. Desde los años 80 a 2010 vivieron y trabajaron en la zona norte de Montevideo, donde dieron talleres y formaron varios grupos en Peñarol, Colón y otros barrios. No participaron de los circuitos teatrales tradicionales; la militancia los llevó siempre a la acción comunitaria, en los márgenes. A comienzos de los 80 comenzaron a pasar los veranos en el Polonio, y los veranos se fueron extendiendo a largas estadías de varios meses. Con trabajadores del lugar, en 1983 construyeron un rancho en la playa Sur y lo bautizaron Yacaíste. El rancho fue creciendo, la madera dejó lugar al cemento y, año a año, la estructura se fortificó y se amplió. Además de hacer teatro, fueron conociendo al núcleo duro de la comunidad poloniense. Los que viven allí: pescadores y sus familias. Algunos de ellos luego pasarían a habitar las historias que Maricruz y Gabriel cuentan en el escenario.

    “El Movimiento de Teatro Barrial fue una trinchera de resistencia cultural frente a la dictadura en los 80. Allí nos formamos y participamos como actores y productores de obras, apoyando a otros grupos y organizando encuentros o asistiendo a organizaciones sociales con acciones culturales”, cuentan. “Entonces vinieron los hijos, uno, dos, con el cuarto ya era imposible plantearse poner en escena otra cosa que la subsistencia, pero el contacto con gente del Cabo como la Chela y el Nene, verano tras verano, nos permitió mantener viva la llama y acompañar en sus ranchos guitarreadas, poesía y cuentos entre vecinos y visitantes”.

    La playa Sur desde Tatú Teatro. Foto: Javier Alfonso

    La playa Sur desde Tatú Teatro

    Con los hijos ya grandes, volvieron a los cursos “para reaprender teatro y música”. En 2000 Maricruz comenzó a pasar allí los veranos, de diciembre a abril, trabajando como artista plástica (pintura y cerámica). En 2008 fundaron el grupo Tatú Teatro. “Le pusimos Tatú porque habíamos pasado 20 años en la cueva. Por eso y porque en la primera obra del grupo el protagonista era Gumersindo, nuestro charango”. En 2016 se instalaron definitivamente en Yacaíste, nombre que de la casa fue extendido a la saga de obras cortas que representan desde hace dos veranos. En lo artístico, el sendero ya estaba claro. Montar una sala y dotarla de programación propia y ajena. Así comenzó el viaje de Tatú Teatro. Gabriel y Maricruz levantaron la sala con sus propias manos, con materiales reciclados de otras casas, con donaciones de vecinos y con recursos propios.

    La Chela del Cabo

    Entre esas personas que inspiran la obra emerge una de aires legendarios: María Celia Calimaris, la Chela, hija, pareja y madre de pescadores, que vivió durante toda su vida en ese pueblo lobero habitado, como mucho, por medio centenar de personas. Los asiduos al Polonio la llaman La Chela del Cabo. La nombran inexorablemente. Basta pasar un par de noches en el Polonio con gente allegada a los locatarios para entender que todos los caminos y todas las charlas conducen a Chela.

    Su vida fue llevada al escenario por Tatú Teatro en La niña de madera de aquel Polonio, obra escrita por Maricruz en los meses siguientes a la muerte de Chela (en noviembre de 2012). “La obra nace del dolor por su pérdida. En su casa organizábamos guitarreadas para disfrutar y compartir entre vecinos y turistas. Allí se reunían músicos, pintores, cantores y poetas, antes de la existencia de boliches y almacenes”.

    La niña... fue estrenada en 2013 en Montevideo, en el club de pesca La Restinga, junto al faro de Punta Carretas, en una puesta que incluía una escena en el agua, con elenco y espectadores a bordo de un bote a remos. La pieza daba cuenta de un Polonio visto desde adentro, muy distinto al Polonio que conocen los veraneantes que pasan unos días en el pueblo oceánico, y los turistas que lo visitan por unas horas. Un Polonio de historias crudas, un lugar duro, un sitio hostil con sus moradores. Un Polonio sin glamour de ropas de lino, donde durante décadas no se vivía sino se sobrevivía. Un Polonio con nombres propios. Los nombres de los pioneros, de los que se aventuraban atraídos por la faena lobera y por la pesca, y los nombres de las mujeres que, mientras tanto, sostenían esos hogares. Entre Montevideo y Cabo Polonio, la obra tuvo unas 130 funciones y fue nominada al Florencio Revelación.

    Yacaíste

    El realismo mágico sube a estas tablas casi todas las noches, desde el principio al final de cada una de las obras breves de la serie Yacaíste. Maricruz y Gabriel entrelazan relatos y diálogos de varios personajes, se despojan de nombres y se transforman en narradores. El faro, el rancho, la barca, los lobos, el tabaco, el vino, la arena, las redes, los trasmallos, el camino, el mar, las estrellas, las almas penantes. La vida cotidiana del Polonio se instala en la imaginación de los espectadores solo con la evocación de Maricruz y Gabriel. También se habla de paneles solares, generadores, baterías, luces led y vehículos 4x4. El Polonio de antes y el Polonio de hoy. Unos pocos elementos escenográficos y de utilería bastan para evocar el paisaje sensorial. Hay barcos, peces, pájaros y muñecos de belleza cautivante. En El cuento de la pastora de almas brilla un hermoso mar hecho con tela de seda de diferentes tonos de azul.

    La platea de Tatú Teatro

    Tatú Teatro es puro simbolismo. Los pocos objetos persiguen una función más alegórica que figurativa. Maricruz y Gabriel interpretan con intensidad estas obras de dramaturgia simple, narrativa directa, escritura llana y abundante acción escénica. Una teatralidad encantadora y de gran riqueza poética. Tatú Teatro no solo cuenta historias del Polonio sino que lo hace con oficio y calidad.

    ¿Esta noche hay guitarreada? es un musical hecho de canciones de artistas rochenses y latinoamericanos que se combina con relatos escritos por narradores de la zona y con imágenes de una reunión familiar en la casa de Chela. Fueron filmadas en video en los años 90, y aparecen varios personajes que pueblan la mitología poloniense. Con esta obra y con gran parte de su repertorio, Tatú Teatro contribuye a la construcción de una memoria colectiva, a través de un registro simbólico de gran calidad artística.

    Solar y ambulante

    Para conseguir equipamiento técnico Tatú Teatro se presentó a planes de apoyo públicos como el Fondo para el Desarrollo de Infraestructuras Culturales, de la Dirección Nacional de Cultura. Así, Gabriel y Maricruz fueron equipando la sala en varias etapas: luces, parrilla, butacas, sistema de sonido, cerramientos. La energía en el Polonio es un desafío a resolver. Al no haber red eléctrica convencional, los paneles solares son un elemento primordial. La mejor postal de la casa es la que incluye a estas planchas oscuras y espejadas que transforman los rayos de sol en baterías cargadas. Para este menester, la tecnología led significó una revolución en la iluminación teatral, pues redujo considerablemente la potencia requerida de los artefactos y optimizó el rendimiento lumínico. Entonces, se transformó en el primer teatro uruguayo —con seguridad único en la región— iluminado exclusivamente con energía solar.

    Para sostener Tatú Teatro no alcanza la recaudación de las entradas, que por lo general son a la gorra. Maricruz y Gabriel han creado un sistema ambulante que les permite montar sus producciones en diversas localidades de Rocha y de todo el país. Han recibido apoyo de los Fondos Concursables del MEC y del INAE, a través de su Catálogo de Internacionalización, para varios espectáculos. Además se presentan asiduamente en escuelas y liceos con propuestas teatrales y musicales de extensión educativa. En su camioneta 4x4 pueden entrar y salir del Polonio en forma autónoma y, como un verdadero circo teatral, pueden cargar todo el equipamiento (escenografía, luces, vestuario y utilería). Todos los años hacen al menos una gira por la región. En el invierno de 2023 llevaron su teatro itinerante a Buenos Aires, Santa Fe, Santiago y varias ciudades chilenas, desde el Atacama hasta la Patagonia. Tatú Teatro recibe a visitantes de todo el mundo y eso le ha permitido establecer lazos, desplegar velas y llegar a México, Alemania, Francia, Italia, España, Portugal y Suiza.

    Los Andes

    El repertorio del grupo reúne más de una veintena de títulos teatrales y musicales, todos creados por la dupla Díaz-Valente: Historias de lunas calientes (cuentos y canciones), Tintaya (historia ambientada en la Cordillera de los Andes, con la contaminación provocada por la minería intensiva de montaña como telón de fondo), Tutú y Yoyó (infantil), Desde el alma, y Tutú y Yoyó… ¿qué es más importante, la ciencia o el arte? Además de La pastora de almas, la serie Yacaíste, dedicada a los personajes del Polonio, también presenta las obras El cuento del olvidado, Hoy la finísima lluvia alegra los yuyos, ¿Esta noche hay guitarreada? y Tutú y Yoyó en cuarentena. Suelen presentarse en la sala músicos de calidad como Urbano Moraes, Ney Peraza y el dúo Berta Pereira & Pollo Píriz.

    Valente es autor e intérprete de dos espectáculos de Tatú Teatro: ¡Pare Don!, un recital de tangos, valses y milongas hilvanados con poesías y relatos, y Curuguaty 1831, sobre la vida de Artigas en Paraguay, estrenada en setiembre de 2020 en el IV Encuentro de Teatro del Este, en Castillos, la localidad rochense próxima al Polonio.

    Se han presentado en Montevideo varias veces con obras como Vivir con honor, morir con gloria, retrato del expresidente chileno Salvador Allende, y La niña de madera de aquel Polonio, dirigida por Fabio Zidán. Ambas recibieron nominaciones en los premios Florencio por su texto y su puesta en escena.

    Estrenada en 2020 en Tatuteatro, La Machi y el Gavilán cuenta vida y obra de Violeta Parra, con canciones, poesías, relatos y entrevistas vinculadas a la emblemática cantautora chilena. Maricruz cita a Parra: “el problema es lo más simple del mundo: no sé dibujar. Por eso quiero enredarme en la madeja con la esperanza de encontrar la hebra”.

    Maricruz Díaz es hija de Sergio Díaz, el rescatista chileno que pasó la noche en el avión en los Andes con los sobrevivientes del accidente de 1972 que no pudieron subir al primer helicóptero. En estos días esta historia es una de las tantas que se recuerdan recurrentemente a raíz del fenómeno en torno al filme La sociedad de la nieve. Varios medios de prensa han contactado a Maricruz para hacerle preguntas sobre su padre, quien falleció dos años después del rescate y es recordado con cariño y hasta con veneración por los sobrevivientes, que han llegado a decir que Díaz los cuidó esa noche “con el cariño de un padre”. Maricruz los atiende pacientemente, responde las preguntas sobre él y sobre el rescate. Pero en la intimidad de su casa-teatro, ella prefiere no volver a contar esa historia triste. No es su historia, es la de su papá, y es un episodio decisivo en el epílogo de su vida. Maricruz cuenta muchas, pero prefiere dejar esa donde está, en el pasado y contar las de Yacaíste. A las ocho de la noche, después de que Gabriel haga sonar fuerte el cuerno, empezarán nuevamente los mitos y leyendas en la playa Sur.

    Pan catalán y Guyunusa

    Un faro quieto nada sería / Un faro para solo de día / Guía mientras no deje de girar / No es la luz lo que importa en verdad / Son los 12 segundos de oscuridad. La canción de Jorge Drexler alude a la frecuencia del destello del faro de Cabo Polonio. Se llama 12 segundos de oscuridad y da nombre a uno de sus mejores discos, que cierra con Noctiluca, tema de fosforescente inspiración oceánica.

    En el porche de un otoño / De calor incoherente / Los tornillos de mi mente / Los consigo en el Polonio, canta Martín Buscaglia en Trivial Polonio, tema incluido en El evangelio según mi jardinero, el disco más trascendente de su carrera, publicado en 2006.

    Yo me voy con mis amigos a mi rancho / Y en mi chorrán / Allí me quedo pun, sí / De noche y de día / No queda otra salida / Comiendo pan catalán. En la voz de Brown, Abuela Coca proclama su amor al Polonio en H2O, una de las canciones más difundidas de El ritmo del barrio, el disco que la banda publicó en 2001, que comienza con el audio de un periodista que anuncia la noticia de uno de los tantos proyectos hasta ahora no concretados de un hotel cinco estrellas en las dunas del Cabo.

    Pocos lugares poseen un cancionero tan nutrido como Cabo Polonio. Además de inspirar canciones, poesías y cuentos, “el pueblo”, como le dicen los lugareños, fue escenario, entre 2008 y 2011, del festival Arte en las Loberías, que reunió múltiples disciplinas.

    Su historia tan peculiar, ligada a la navegación desde los inicios de la colonia, a la faena de lobos, a las dunas y a la pesca, ha suministrado material para varios filmes, de ficción y documentales, y también sabe ser musa para pintores y escultores. Hay de todo, por supuesto, y no todo es memorable. Recientemente un artista plástico de dudoso talento tuvo la idea de afear el espacio público en las rocas de playa Sur con una escultura de una mujer desnuda, con un cuerpo ultrahegemónico del siglo XXI y cabellera notoriamente afro. Un cartel situado al pie de la estatua dice que es “Guyunusa: la última mujer charrúa”.