Ultramarino, de Trío Ibarburu
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLos viajes suelen signar la vida de las personas y de sus proyectos. El arraigo y el desarraigo son además, enormes y casi inagotables fuentes de inspiración. Hace ya unos años que Andrés Ibarburu vive en República Checa, de donde es originaria su pareja. Cada vez que cruza el océano cumple con el ritual de tocar con sus hermanos en algún teatro, sala o boliche. O grabar un disco y bautizarlo, con toda lógica, Ultramarino.
No es un disparate aventurar que los mellizos Ibarburu y su hermano mayor son los sesionistas más solicitados de la historia de la música uruguaya. Durante los últimos 25 años, desde los tiempos de Larmossa Banda, Sankuokai y Pepe González, el guitarrista Nicolás, el baterista y percusionista Martín y el bajista y chelista Martín han tocado con todos. Con Jaime, con Rada, con los Fattoruso y con mil más. Tanta apertura les ha restado tiempo a sus proyectos propios, hasta que en 2009 debutaron como Trío Ibarburu con En vivo en Medio y Medio, y en 2013 grabaron Huella digital, su primer trabajo de estudio.
Cien por ciento instrumental, Ultramarino(MMG, 2016) combina nuevas y viejas piezas de Nicolás y Andrés —los dos compositores— y saca máximo provecho de la virtualidad, pues fue compuesto, ensayado, grabado, mezclado y hasta masterizado a ambos lados del Atlántico, mitad en Praga y mitad en Montevideo. “La primera vez que ensayamos por Skype armamos este tema”, dice Nicolás en la nota al pie de Mandala. “Experimento sonoro, compuesto, arreglado y grabado por partes. A veces acá, otras allá, a veces acá y allá”, dice Andrés sobre Nuevas cuerdas. Las “viejas” El zorro y Snorkel estaban en aquel primer disco en vivo y fueron recicladas “en la forma más simple y despojada”.
El flautista y armonicista argentino Juan Pablo Di Leone, figura habitual en los discos de los Ibarburu, sopla en varios temas, mientras que el pianista checo Tomas Jochmann (colaborador de Kurt Rosenwinkel) deja una buena muestra de su calidad en Para rumbear mi camino. No todos los días se oye a un músico europeo tocando a ritmo de candombe. Agustín, uno de los hermanos menores, colabora en el monotrón en Komora, tema de Andrés inspirado en el sitio de las casas checas donde se guardan las conservas vegetales durante el invierno.
Como es de esperar, la fusión candombera es el centro de gravedad de algunos temas, pero el foco se mueve hacia el jazz, el funk, el rock, el flamenco, la milonga y la mezcla difusa de todo ello, con un criterio amplio y generoso de libertad compositiva. Pero más allá de estilos, la mezcla de esos rasgos sonoros de cada uno de los tres es lo que da identidad y personalidad a estas músicas. Y allí es cuando florecen.