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    Mucho para pocos

    Primera noche de Rock N’ Fall

    Tres bandas internacionales muy distintas y de alta calidad artística tocaron el martes 1º en la primera noche del festival Rock N’ Fall, que tuvo una escasa convocatoria, unas 1.500 personas que apenas alcanzaron a cubrir la platea baja del Teatro de Verano. Parece bastante claro que el rock internacional de nicho, de artistas emergentes o de culto, no convoca ni es buen negocio en Uruguay, por más chapa y galones que tengan los visitantes. Luego de los locales Los Hermanos Láser, Johnny Marr, Vampire Weekend y Pixies dieron forma a una velada que salvo algún pasaje un tanto anodino de los vampiros neoyorquinos, resultó muy disfrutable. El festival termina hoy jueves 3 con los argentinos Poncho, los uruguayos de Campo y los ingleses de New Order.

    Lo de Johnny Marr, ex guitarrista de la emblemática banda post punk The Smiths, fue muy disfrutado y aplaudido, especialmente por los mayores de 40 que revivieron la banda sonora de su adolescencia cuando el inglés recreó algunos clásicos del grupo liderado por Morrissey, con un timbre de voz asombrosamente parecido al legendario cantante original. En poco más de 50 minutos el hombre dejó claro por qué ocupa un lugar clave entre los guitarristas de rock modernos. Se trata de uno de los pioneros de un rasgueo más moderado que el enérgico sube-baja del punk, que luego se extendió por toda Europa y volvió a eclosionar en las Islas Británicas en la movida de Manchester y sus hijos dilectos, el brit-pop de Oasis, Blur, The Verve y compañía. Muy amable y agradecido, Johnny versionó “I Fought The Law” de los Clash, y dejó a los cuarentones extasiados.

    Luego, Vampire Weekend y Pixies evidenciaron la diferencia abismal entre una banda de moda y una agrupación clásica, que para muchos está entre las diez más importantes de la historia del rock. Los simpáticos muchachitos neoyorquinos lograron convertir la platea en una divertida fiesta de egresados durante más de 40 minutos, con una sucesión inicial que reflejó muy bien la diversidad de intereses sonoros de estos cuatro exestudiantes de la Universidad de Columbia. No se casan con ningún género, hacen gala de un bienvenido desparpajo a la hora de concebir arreglos de teclados, guitarras y especialmente de la batería, que construye varios temas en su derredor y cuyo ejecutante, Chris Tomson, dio una clase de creatividad pop aplicada a parches y platos. El cantante Ezra Koenig confirmó que tiene el oído y las cuerdas vocales moldeadas por Paul Simon, cuya influencia es notoria en tono, registro y fraseo. Sin embargo, de la mitad hacia el final, su presencia escénica decayó notoriamente y el show se les escurrió entre los dedos.

    Veinte minutos antes de la medianoche, Black Francis, Joey Santiago, David Lovering y Paz Lenchatin iniciaron una formidable suite de 100 minutos que quedará en el mejor recuerdo de la escena uruguaya. Los Pixies contagian en escena la sensación de haber atesorado la esencia del rock and roll. Como Neil Young y muy pocos más rockeros en actividad, Francis es un animal de escenario que libera toda la furia de su obesa humanidad y en un instante la sofoca, cuando el alarido desbocado se transforma en un susurro dulce y tierno. Santiago es un guitarrista impredecible, dueño de una técnica muy refinada para controlar el descontrol sonoro. Cuando todo parece irse de sus dedos, aparece el punteo sutil que retoma el norte de la canción. Lovering es la prueba viviente de que una banda de rock es tan buena como su baterista. Y la argentina —radicada en Estados Unidos desde niña— Lenchatin deja con la mandíbula en el suelo a los nostálgicos que pensaron que iban a extrañar a la mítica Kim Deal. Nada de eso, la porteña toca y canta igual o mejor que la exbajista, y se maneja en escena con temple de veterana, como si siempre hubiese estado ahí. Con ella, los Pixies son tan inoxidables como siempre. Lo suyo fue decisivo para afirmar que el segundo toque de los Pixies en Montevideo estuvo más bueno aún que el de fines de 2010 en la misma arena.