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La situación del ex preso de Guantánamo, el sirio Jihad Diyab, sigue sin destrabarse. El refugiado mantiene su huelga de hambre seca y por segunda vez en los últimos dos meses perdió el conocimiento, lo que obligó a que le dieran suero para recuperarlo. A nivel diplomático sigue sin aparecer el país árabe que esté dispuesto a recibirlo, como anhelan tanto Diyab como el gobierno uruguayo. Y ante la falta de avances el senador y ex presidente José Mujica decidió intervenir.
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Mujica se reunió la semana pasada con la embajadora de Estados Unidos, Kelly Keiderling, para pedirle que su gobierno interceda con el de Turquía para que acepte recibir a Diyab, relataron a Búsqueda allegados al ex presidente.
El senador planteó que sería oportuno que el presidente Barack Obama hable con el mandatario turco, Recep Tayyop Erdogan, para destrabar la situación. En su momento Uruguay “ayudó” al gobierno estadounidense en su objetivo de cerrar Guantánamo, ahora necesita que lo ayude a “solucionar un problema”, justificó Mujica en su entorno.
Fuentes de la Embajada de Estados Unidos en Uruguay dijeron a Búsqueda que Mujica se reunió con Keiderling y que hablaron sobre “las relaciones bilaterales”. Fue una “visita de cortesía” como las que la embajadora ha mantenido con otros políticos y referentes para tener un “mejor entendimiento de la sociedad uruguaya”, precisó uno de los informantes.
Mujica fue quien acordó con Obama que seis detenidos en la mítica prisión de Guantánamo, entre ellos el sirio Diyab, fueran liberados en Montevideo como refugiados en diciembre de 2014.
La adaptación a Uruguay de los ex presos nunca fue sencilla. En febrero del 2015 Búsqueda informó que había problemas entre los refugiados. Habían rechazado las ofertas de trabajo, algunos no tomaban clases de Español, mientras que Diyab cruzó sin aviso a Buenos Aires y fue deportado por el gobierno argentino. Mujica pasó la tarde con ellos y les dijo que si él había puesto la mano, “ellos tenían que poner las dos”.
Sin embargo, el malestar entre los ex detenidos continuó.
En abril del año pasado Mujica comenzó a marcar distancia. En una entrevista al diario “La República” dijo que la conducta de los refugiados fue “pésima” y que fue de “una absoluta falta de solidaridad con los que estaban allá”, porque dificultaron que “otros pudieran salir”.
Por aquel entonces, los refugiados comenzaron una protesta frente a la Embajada de Estados Unidos que duró cerca de un mes y culminó con un acuerdo con Cancillería que les garantizaba apoyo económico de U$S 560 mensuales y el alquiler de una vivienda a cambio de que retomaran sus clases de Español y se fueran insertando en el trabajo local.
Mientras los refugiados manifestaban Mujica habló de ellos con dureza. En una charla en Córdoba (Argentina) reflexionaba sobre lo difícil que son las negociaciones entre los presidentes: “Para venderle unos kilos de naranja a Estados Unidos me tuve que bancar a cinco locos de Guantánamo”.
“Estoy agotado”.
La Cancillería, que había preferido trabajar en silencio, cambió de postura y desde el viernes 7 está en un tire y afloje público con Diyab. El refugiado insiste en mantener su huelga y llevarla hasta el extremo de morir si no lo reunifican con su familia en un país árabe.
El miércoles 5 dio un paso más y presentó un petitorio a la Comisión de Refugiados en el que solicita una copia del acuerdo entre Uruguay y Estados Unidos por el que él fue liberado, y cuatro cartas firmadas por el canciller Rodolfo Nin Novoa a las embajadas de Turquía, Venezuela, Líbano y Qatar.
El canciller brindó una conferencia de prensa el viernes 7 para informar sobre la situación de Diyab. Nin le pidió que desistiera de su huelga y salió en defensa de las gestiones hechas por Cancillería. Responsabilizó al sirio por impedir que su familia llegara a Montevideo en dos oportunidades “en que estaba todo listo”. Y aseguró que no existe ningún acuerdo firmado entre Estados Unidos y Uruguay.
La respuesta que tuvo fue que el lunes 10 Diyab volvió a caer en “coma superficial”, pérdida de conocimiento como consecuencia de no ingerir líquidos ni sólidos. En ese momento Cancillería —mediante un comunicado— insistió en que deje la huelga y aseguró que si Diyab lo autorizaba, estaba todo dispuesto para traer a su familia a Montevideo.
Los médicos le dieron suero y Diyab recuperó el conocimiento, pero también retomó la huelga y su intención de irse del país. Entonces la Cancillería intentó otra forma de convencerlo. Christian Mirza, elegido por el gobierno para ser el intermediario con los seis refugiados, llevó el martes 11 las cuatro cartas que Diyab pedía y solicitó una vez más que flexibilizara su medida.
La reunión fue “muy tensa, con mucha vehemencia y en términos enérgicos”, relató Mirza. Al salir del apartamento de Diyab el martes, el interlocutor tenía resuelto que ese sería su último encuentro.
En su opinión, Diyab “tiene un temperamento fuerte” y es “oscilante en sus percepciones y conductas”. “Hace meses que venimos conversando y no logro entenderlo. Hay una especie de frontera que me impide entenderlo en el fondo”, agregó.
El gobierno continúa buscando una salida en el extranjero, pero aún no aparece el sí de ningún país árabe. La Cancillería todavía tiene la puerta abierta de gobiernos que hasta el momento no contestaron, pero, según dijo Mirza en una entrevista con Búsqueda, “si sigue mostrándose como alguien conflictivo, más difícil será que lo acepten”.
—¿Por qué deja de ser el intermediario?
—Mis capacidades están agotadas y no puedo aportar más. Siento que corro en una cinta sin fin, porque cada vez que se cumple con lo que pide aparecen nuevos reclamos, aparecen sorpresas y nunca una satisfacción razonable.
—¿Y por qué ahora?
—Cuando entró en coma el lunes, de su entorno me mandan un mensaje de texto diciendo que si Cancillería daba las cartas él estaba dispuesto a levantar la huelga. Se las di en mano y la respuesta que me da es: “Ahora pedí a un país latinoamericano la visa para mí y mi familia y Uruguay bloqueó la visa porque no quiere dejarme salir”. ¡Es todo un disparate! Hasta acá llegué.
—Diyab sigue en huelga, el gobierno sigue sin encontrar un país que lo acepte y usted renuncia. ¿Le pesa la decisión?
—Asumo la total responsabilidad de no haber podido hacer más, pero la situación así lo requiere. Estoy agotado. Me duele profundamente, y también me duele cuando Diyab dice que le sirve cualquier país que lo respete a él y a su familia. Lo siento como una ofensa a la sociedad uruguaya. Le dimos vivienda, tiene un subsidio que sería ajustado cuando viniera su familia y escucharlo decir que Uruguay lo maltrató y prácticamente lo torturó es muy injusto.