Muro que ve, muro que pinta

escribe Silvana Tanzi 
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Sus rostros miran a los transeúntes en varias zonas de la ciudad. Algunos desde lo alto, otros desde la vereda. Son figuras populares, generalmente del deporte o de la cultura: Luis Suárez, el Maestro Tabárez, China Zorrilla, Mario Benedetti, Eduardo Galeano. La lista es larga y llega hasta el rostro de María Noel Riccetto en un muro lindero en Constituyente y Yaro.

El de Riccetto es el último trabajo de José Gallino, artista callejero que nació en Salto en 1986 y hoy vive de sus murales. “El dibujo lo traigo desde la infancia. Siempre fui muy tímido y me costaba estudiar. En las cuadernolas dibujaba de todo a lápiz, también las caras de los profesores”, recuerda en conversación con Búsqueda. En su casa lo hacía con su hermano mayor, que también es artista plástico y se formó en Bellas Artes. Pero Gallino es autodidacta: “Aprendí observando e investigando. Ahora estoy metido en el realismo e hiperrealismo de los rostros. Me encanta y me motiva”, dice.

Cuando se vino a vivir a Montevideo hace 18 años, empezó con el grafiti en la noche, ese que se hace con la adrenalina de lo ilegal y que para muchos es el verdadero grafiti. Pero de a poco se fue involucrando con los murales y, sobre todo, con los retratos que desde hace nueve años viene estampando en las paredes de varias ciudades uruguayas y del exterior.

“Al principio no experimentaba con el aerosol porque era muy difícil llegar al realismo, pero después de un tiempo de probar con la pintura de rostros y de animales me largué”. Su largada fue con Cavani, al que retrató en Salto en un mural de cinco metros por cinco metros. “No me salió tan bien”, dice ahora el artista.

Busca muros visibles o medianeras en lo alto. Habla con los vecinos, les pide permiso, les pregunta a quién les gustaría ver pintado en su barrio. Hoy su firma Gallino Art se ha extendido por la ciudad y también en las redes sociales donde recoge elogios y críticas. “En la dedicación y tiempo uno va mejorando la calidad de lo que va haciendo”, dice.

Hace pocos días terminó un mural en una de las paredes laterales del Instituto de Profesores Artigas (IPA), que cumplió 70 años de su creación. La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) le encargó a Gallino un mural con el rostro de su fundador y primer director, Antonio Miguel Grompone (Salto, 1893-Montevideo, 1965).

Docente y abogado, Grompone también es recordado por el fecundo debate que mantuvo con Carlos Vaz Ferreira sobre educación. Mientras Vaz Ferreira defendía que la formación de profesores debía incluir la investigación y estar a cargo de la Universidad, Grompone apuntaba a la profesionalización del docente en el área pedagógica y a que contemplara los aspectos sociales y la creciente masificación en educación media.

Gallino hacía tiempo que le había echado el ojo a la pared lateral del IPA, sobre la calle Venezuela, muy visible desde avenida del Libertador. Entonces le llegó el ofrecimiento de ANEP para que pintara el rostro de Grompone. “Fue un trabajo honorario, ellos consiguieron los recursos. Hablamos de otros proyectos en edificios educativos, pero aún no definimos cómo serán los murales ni sobre qué temas. Me gustaría ir a las escuelas rurales, para que vean arte y darles recursos para inspirarse”, explicó.

Él prefiere que sean los propios involucrados los que dedican qué quieren en sus escuelas. “Tal vez quieran rendir homenaje a figuras del lugar, de la historia o de la fauna y flora. Son ellos quienes tienen que interactuar y participar con lo que quieran ver representado”.

En conversación con Búsqueda, el consejero del Codicen, Juan Gabito Zóboli, explicó que es un proyecto aún no definido y que se enmarca en la recuperación de fachadas de varios edificios educativos que están en muy mal estado. “La fachada del IPA está en un estado deplorable, grafiteada, con mensajes políticos, afiches, avisos. Ahora recuperamos una de las fachadas, pero no es la principal. Queremos seguir trabajando en los edificios de educación pública que, lamentablemente, están en mal estado desde el punto de vista estético. Son propiedad de todos y tienen que tener un valor simbólico. No necesariamente tienen que ser retratos o murales. En el Consejo Directivo aún no hemos tratado formalmente el trabajo de Gallino ni hablamos de figuras o personalidades a retratar”.

Desde que comenzó a pintar hasta ahora, Gallino ha viajado bastante y ha trabajado o hecho murales en ciudades europeas, brasileñas y argentinas. Ahora quiere ir hacia Chile y Centroamérica.

Sus últimas experiencias son en altura, como los retratos que pintó de Nelson Mandela y de la activista paquistaní Malala Yousafzai en un edificio de Arenal Grande y Rivera. “Ahora estoy trabajando en una línea nueva que es pintar rostros de gente no famosa, o solo querida por el barrio. En setiembre voy a pintar una medianera de 30 metros, la más grande que he hecho, sobre la mujer indígena. El arte en altura es algo que se hace mundialmente y acá todavía no está instaurado”.

En algunos murales, esos que miden más de 10 metros, puede estar hasta 15 días trabajando, pero no lo hace solo. Tiene un equipo que lo ayuda en el lugar y también en la difusión en redes sociales. Además, trabaja con un prevencionista y con un arquitecto, y sus obras las inscribe en el Ministerio de Trabajo. Algunos de sus murales son contratados por empresas, otros tienen el auspicio de marcas que le dan la pintura. Cuando empezó en el muralismo, trabajaba en un estudio de arquitectos con maquetas, y lo que ganaba lo invertía en su arte callejero. Ahora vive exclusivamente de sus murales.

En España fue a una fábrica de aerosoles, se asesoró y ahora son los que utiliza porque su pintura tiene protección especial para el sol y la intemperie. “Con esa pintura los retratos pueden durar unos 30 años”, dice. Cuando no lo contratan, él invierte en nuevos murales. Por ejemplo, para los de Mandela y Malala, para los que usó unos 180 aerosoles, invirtió 150.000 pesos.

Gallino aprende y se inspira en varios artistas callejeros, entre ellos, el italiano Jorit. “Es un hiperrealista con otra técnica, él hace las porosidades con pinceles, yo las hago con aerosol. Mis retratos son realistas y, para mi exigencia, me falta llegar al hiperrealismo, en algunos estoy más cerca que en otros”, explica.

Ahora está empezando a fotografiar a las personas que quiere retratar para tener una definición mejor que la de las fotos que se consiguen en Internet. También restaura las fotografías antiguas. Para él lo más trabajoso está en la mirada y en la boca. “Fracciono más la cuadrícula en esa parte de los rostros. Siempre voy experimentando con los colores, voy cambiando las tonalidades de las pieles con verde musgo, rosados, lilas y las tonalidades del marrón. En los retratos de gran escala trato de focalizarme en la mirada, para que refleje bien el personaje”.

Su relación con los grafiteros y muralistas es muy buena, pero no fue así cuando era un muchacho llegado de Salto. “No fui muy aceptado, supongo que por ser del interior. Me excluían de los eventos, como les pasa a muchos artistas jóvenes cuando empiezan. Suele pasar en todo ámbito en el que está el territorio marcado. Pero ahora me llevo bien con todos, nos respetamos y no nos pisamos ni pasamos por arriba”.

Dice que tampoco tuvo problemas con los vecinos ni reclamos de los retratados o de sus familiares. Suele pedir permiso para usar sus imágenes. Pero sabe que hay gente a la que no le gusta su arte o que esté tan presente en la ciudad. “Hay gente que le gusta más la pared gris, pero esto es lo que me gusta y es lo que voy a seguir haciendo. También quiero seguir viajando y conocer otros lugares. Hay un abanico abierto de posibilidades y lo quiero aprovechar”.

Vida Cultural
2021-08-19T00:05:00