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    Nadie es perfecto

    “A Roma con amor”, de Woody Allen

    Decir que esta es la peor película de Woody Allen tal vez no sea decir mucho. Más de 40 años de carrera haciendo un filme por año supone el riesgo de que no todo ese material sea noble, pero dado el ingenio del hombrecito para salir siempre del paso con humor y buenas ideas, dividir sus películas entre buenas y malas siempre ha supuesto una escala de valores que va del cinco al diez. Nunca del uno al dos. Pero A Roma con amor no llega al dos.

    ¿Qué le pasó? ¿Exceso de confianza? ¿Autosuficiencia? ¿Fatiga? ¿Una mezcla de esas tres cosas? Luego de abandonar su querida Manhattan e irse de paseo por Europa, Allen dejó su marca en Inglaterra (lo mejor, “Match Point”), en España (“Vicky Cristina Barcelona”) y Francia (la mágica “Medianoche en París”). Ahora, movido por su amor al cine italiano, se instala en Roma, la fotografía con su habitual tono cromático dorado y la divide en cuatro episodios, al mejor estilo Risi-Comencini-Salce-Pietrangeli. Pero no le sale nada. Nada de nada.

    Y la mejor prueba es que ni siquiera respeta los tiempos de la acción. Mientras algún episodio transcurre durante varios días, otro parece abrirse y cerrarse en pocas horas: libertades poéticas, que le dicen. Y, según otra opinión, un mamarracho.

    El peor capítulo debe de ser el que el mismo Allen interpreta como un productor de ópera retirado que llega a Roma con su mujer (Judy Davis, muy desperdiciada) para conocer a la familia del novio de su hija y queda encandilado con su consuegro (Fabio Armiliato), que canta en la ducha con una hermosísima voz de tenor. La ocurrencia para hacer que este buen señor (que es funebrero) cante el protagónico de “I pagliacci” es que aparezca duchándose en escena. Contado, parece hasta gracioso. Visto es atroz.

    Totalmente gratuito es el otro episodio que involucra a Alec Baldwin como un famoso arquitecto que oficia de consejero amoroso para un joven que le recuerda a él mismo (Jesse Eisenberg) y que oscila entre su novia actual (Greta Gerwig) y una amiga de ella (Ellen Page). Quebrando el realismo, Baldwin aparece siempre de la nada y solo el joven lo ve, pero todo carece de magia, de gracia y de romanticismo, con Eisenberg hablando hasta por los codos según un personaje que Allen solía reservar para él en tiempos juveniles. Repetido, cargoso y aburrido.

    Los otros dos episodios son totalmente italianos. En el primero, Roberto Benigni se transforma por capricho en protagonista de un reality show desde que la prensa comienza a perseguirlo y lo convierte en alguien famoso. Como la fama es puro cuento, se termina cuando las cámaras se dirigen a otra persona, mientras el insufrible Roberto demuestra por qué hace años que nadie se acuerda de él. Todo el asunto, que pretende satirizar la estupidez de la televisión, resulta más estúpido que lo que muestra, si ello fuera posible.

    El último segmento (que es el que borra los límites del tiempo) presenta a una ingenua parejita (Alessandro Tiberi y Alessandra Mastronardi) separada accidentalmente mientras él tiene una absurda aventura con una prostituta (Penélope Cruz) y ella se encuentra con su actor favorito de telenovelas (Antonio Albanese). Cínicamente, Allen argumenta que las relaciones extraconyugales mejoran la relación de pareja, autojustificación que muchos podrán poner en duda.

    Desprolija y con escaso lucimiento para los actores (no hay personajes, ¿cómo van a interpretarlos?), esta comedia donde el realizador creyó que rescataba el estilo y la manera de hacer cine a la italiana es la mejor prueba de que no todo lo que se ama puede ser objeto de homenajes. Las cosas también hay que sentirlas, rescatar su espíritu y vivirlas de otra manera más allá del intelecto, del cálculo y de la vanidad.

    De lo contrario, el fiasco puede ser tremendo. Y lo peor: a la media hora, ya no hay nada genuino de qué reírse. Ni encanto, ni agudeza, ni ingenio. Nada de nada.

    “A Roma con amor” (“To Rome with Love”). EEUU-Italia-España, 2012. Dirigida y escrita por Woody Allen. Duración: 102 minutos.

    J.E.C.

    Vida Cultural
    2012-07-05T00:00:00