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Con gorrito de visera turquesa y una remera blanca que en el pecho —decorado con amarillos y verdes— decía “Yo estoy a favor de actuar por el clima”, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, recorrió las calles de Nueva York. El 21 de setiembre caminó rodeado de figuras de la política como el ex vicepresidente estadounidense Al Gore y la reconocida primatóloga Jane Goodall, que sostenía en sus manos un peluche de un mono con una banana y una vaca Holando. Este grupo de “famosos” rodeados de cámaras encabezaban una multitudinaria marcha de más de 300.000 personas que recorrieron las calles de la ciudad para pedir que los gobiernos tomen acciones para combatir el cambio climático.
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Al mismo tiempo los gobernantes se reunían en un encuentro extraordinario para avanzar en un posible y pendiente acuerdo sobre cambio climático en la sede de Naciones Unidas en esa ciudad. Pero las principales figuras de los mayores países emisores de Gases de Efecto Invernadero (GEI), como China e India, faltaron a la cita. Mientras el encuentro se rodeaba de críticas, en paralelo ocurrió una reunión en la que se presentó un caso de éxito: el avance por parte de varios países en la ratificación del Convenio de Minamata para la reducción del uso de mercurio a escala mundial, logrado en enero de 2013.
Se trata de un convenio de obligación internacional que las grandes potencias parecen dispuestas a asumir. Estados Unidos fue el primero en ratificar Minamata pero es uno de los principales emisores de GEI que no adhirió a compromisos internacionales de cambio climático.
¿Qué tiene Minamata que no tienen los convenios de cambio climático?, cuestionan algunas voces desde Estados Unidos y la academia.
“El Convenio no fue ‘resolvamos el planeta’ sino resolvamos un elemento de la naturaleza que es el mercurio, altamente tóxico, que preocupa en lo ambiental por su incidencia en la salud humana, ese es el secreto de la negociación”, dijo a Búsqueda Fernando Lugris, director general adjunto para Asuntos Políticos de la Cancillería uruguaya y presidente del Comité Intergubernamental de Negociación sobre Mercurio en el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Minamata, dijo, “es acotado, un problema puntual”.
“Logramos descubrirle una serie de elementos que transformarán al mercurio en un tema atractivo. Quisimos que no se viera asociado a cambio climático, temimos mucho del contagio de cambio climático porque la negociación está muy trancada”, reconoció.
En Minamata los países tienen iguales obligaciones mientras que en cambio climático están divididos. Los desarrollados (agrupados en Anexo 1) deben los compromisos mientras que los de G77+China reclaman “responsabilidades comunes pero diferenciadas”. “Estados Unidos no puede aceptar asumir compromisos de reducción de emisiones cuando su gran competidor no tiene que cumplir nada”, explicó el diplomático.
Consideró que la forma de trabajo de Minamata también incidió en el éxito. Hubo reuniones regionales previas al encuentro global que permitieron “digerir los temas”, cuestionar y discutirlos. En las negociaciones de cambio climático América Latina tiene posturas diversas, mientras que en mercurio el Grupo de América Latina y el Caribe trabajó en conjunto.
Impacto.
Seis países han ratificado el Convenio —Uruguay es uno de ellos— pero se necesitan 50 para que entre en vigor. Estados Unidos fue el primero en ratificarlo y presentar su instrumento ante Naciones Unidas (un procedimiento necesario). Ese país tiene grandes zonas contaminadas por mercurio, como los grandes lagos en su límite con Canadá.
La Unión Europea ya está en etapa de audiencia pública y las 28 ratificaciones de esa región llegarían “en unos meses”, según Lugris, mientras “Brasil lo está mandando al Parlamento, China está adelantado” e India se encuentra próximo a firmar. “El ritmo viene muy bien”, opinó.
“Va a tener un impacto positivo cuando entre en vigor, será una buena razón para mejorar las prácticas industriales”, indicó. Las usinas de generación eléctrica por carbón deberán aplicar las mejores tecnologías ambientalmente disponibles, con filtros para evitar que el mercurio que se volatiliza termine en el aire. Esas plantas no solo podrán filtrar mercurio sino otras emisiones y contaminantes. “Probablemente, este convenio inofensivo, que es solamente para mercurio, vaya a ser uno de los mayores avances en materia de cambio climático que el mundo está acordando con fuerza de ley”, destacó Lugris.
Hay varias lecturas sobre el éxito de Minamata y el fracaso en las negociaciones de cambio climático. Algunos consideran que, como las grandes potencias no estarían listas para el gran acuerdo global de reducción de emisiones, “engordar a los (compromisos) chiquitos como Minamata y generar alianzas nuevas” podría ser una opción, comentó el diplomático. Otros como el Protocolo de Montreal (sobre ozono) se podrían fortalecer e incluirles compromisos de reducción de más gases que afectan el cambio climático; “medidas paliativas internacionales” para de a poco actuar en materia ambiental.
“Queremos que haya un gran acuerdo sobre cambio climático pero no subestimamos el apoyo que puede venir de otros. Son incrementales y suman; los pequeños importan”, opinó Lugris.
Salud.
La contaminación con mercurio a menudo viene de la industria. Ese elemento se utiliza en minería artesanal, para la búsqueda de oro, en usos variados, como termómetros y aún se ve en odontología en algunas amalgamas dentales, pese a que existen alternativas.
El Convenio apunta a controlar la industria minera y detener la producción de termómetros de mercurio. Son unas pocas fábricas con base en China e India las que producen para el mundo y también hacen sus sustitutos sin mercurio. Minamata establece la prohibición de algunos usos, la “eliminación gradual” de otros y la “disminución gradual” de solo uno, las amalgamas dentales.
Se ha encontrado mercurio en China en el arroz, en leche y está en peces de consumo humano en todo el mundo. Cuando los niveles son altos afecta el sistema nervioso, produce daño neurológico y las consecuencias pueden pasar de la madre al feto.
“El secreto de esta negociación fue mostrar el tema como un convenio de salud y desarrollo sustentable. Es el primer convenio ambiental que tiene una sección sobre salud. El convenio no es nicho ni chacra de los ministerios de ambiente en un cuartito, necesitamos movilización global que lo justifique”, destacó Lugris. El Convenio fue presentado ante la Organización Mundial de la Salud y será presentado ante la Organización Internacional del Trabajo.