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    No te comas la pastilla

    “El legado de Bourne”

    Matt Damon ya no está en la serie, pero el nombre de Jason Bourne se repite más de una vez y su foto aparece en varias escenas. Los productores no han querido desligarse de quien fuera factor de éxito de la trilogía basada en el personaje de Robert Ludlum (“Identidad desconocida”, 2002; “La supremacía de Bourne”, 2004; “Bourne, el ultimátum”, 2007). Y lo aprovechan aunque sea desde el título, porque el protagonista se llama ahora Aaron Cross y tiene la cara de Jeremy Renner (“Vivir al límite”, 2008).

    Hay que esperar varios minutos (tal vez demasiados) para enterarse de qué va esta nueva película de acción, pero por ahí se puede saber que Cross tiene una fuerza física y mental bastante superior (se baña desnudo en la heladas aguas de Alaska, escala montañas nevadas sin instrumentos adecuados), aunque se ayuda con una pastillitas (una verde, otra azul), que supuestamente le dan ese poder especial. Pero Cross está condenado.

    Se sabe que huye de algo, y no es para menos. Sus superiores, que pertenecen a una organización paraestatal que está experimentando con drogas para crear superhombres, han caído en desgracia y son objeto de una investigación del Senado (o algo por el estilo), por lo que han decidido borrar huellas y exterminar a todos los que han sido parte del menguélico experimento.

    Varios rostros veteranos (brevísimamente Scott Glenn, Albert Finney, Joan Allen, David Strathairn) tienen que ver con ese brutal exterminio (una pastillita amarilla y a tocar el arpa), pero son Edward Norton y el viejísimo Stacy Keach quienes llevan la voz cantante y convierten en víctimas hasta a los mismos científicos que lo único que hacían era cumplir órdenes sin saber muy bien sus consecuencias. Poco creíble en verdad, pero la doctora Marta Shearing (Rachel Weisz) ha pasado por una experiencia traumática y se ha salvado casi a gatas de un grupo siniestro que llega hasta su casa con intenciones más bien oscuras.

    Entonces, se produce el encuentro entre Cross y Shearing. Ella le ha inducido el tratamiento con pastillas verdes y azules y ahora deberá quitarle la adicción. El suero se encuentra en un laboratorio en Manila, y allá volarán eludiendo la persistente persecución de Norton y Cía., que no les pierden pisada y que pretenden hacerles tomar la pastilla amarilla o liquidarlos a balazos, lo cual resulta más limpio y expedito. No cuentan con la astucia de Cross, quien tiene que ingerir la pastilla verde y a quien se le ha terminado la azul, así que le urge llegar a Manila, inyectarse el suero y quedar limpio. Pero esos malditos agentes de la compañía paraestatal, empeñados en liquidarlo sin más ni más, se interponen en su camino como si el mundo fuera tan pequeño que en pocos minutos ya le están dando alcance.

    Un primer recurso de El legado de Bourne es la velocidad. Hay tres persecuciones vertiginosas (en auto, chocando a diestra y siniestra, rompiendo todo; a pie, remontando techos y azoteas, rompiendo todo; en motocicleta, entre el tupido tráfico de una autopista, rompiendo todo). Pero ninguna de ellas es verdaderamente interesante: el montaje cortado, los planos cercanos, la falta de un espacio escénico adecuado, las convierten en acumulativas e inverosímiles. Todas son larguísimas y suspenden la credibilidad más de lo aconsejable.

    El otro recurso es el de la supertecnología. El enemigo es tan poderoso que sabe hasta cuando las víctimas van al baño. Todo el mundo es localizable por satélite en pocos minutos, y ni la populosa y abigarrada Manila ofrece sitios donde esconderse. Un misil teledirigido alcanza a cualquiera. Eso mismo ya se vio en “Syriana” con un propósito más plausible, pero El legado de Bourne no permite que nadie esté a salvo en esta Tierra. Así que, cuando al final, se abre la posibilidad de una secuela, uno tiene derecho a pensar que los libretistas se van a exprimir el cerebro para inventar algo de donde poder agarrarse que no se haya visto antes. El asunto no era parecerse a las películas de James Bond, porque para eso está James Bond. El problema de Bourne era ir a buscar a sus enemigos para combatirlos con sus propias armas. Y su legado no puede ser correr sin parar para llegar a ninguna parte. Tal vez sea el momento de detenerse y dejar al personaje en paz de una buena vez.

    “El legado de Bourne” (The Bourne Legacy). EEUU, 2012. Dirigida por Tony Gilroy. Escrita por Tony y Dan Gilroy sobre personajes de Robert Ludlum. Con Jeremy Renner, Rachel Weisz, Edward Norton, Stacy Keach, Scott Glenn, Albert Finney, David Strathairn, Joan Allen. Duración: 135 minutos.